LA
ÚNICA ALTERNATIVA REALISTA
Todos
los espejismos se han desvanecido. Todas las ilusiones se han disipado. Los
sueños de clase media han quebrado. El martilleo de dictados
gubernamentales y bursátiles durante estos años de crisis ha mostrado la
verdad en toda su crudeza. Hay que estar ciego, o mejor, cegado por el miedo,
para no verlo: vivimos bajo la dictadura del capital financiero. Y no es
una exageración panfletaria, sino la realidad concisa y exacta, refrendada otra
vez por la nueva reforma laboral.
La
respuesta en forma de huelga general de 24 horas se aparece como ridículamente
insuficiente ante la avalancha de la derechona (a
la que dejó el camino expedito el anterior gobierno). Y ello no es
porque los sindicatos estatales
sean unos “traidores” que venden esta forma de lucha obrera. Para
traicionar a ésta hay que formar parte de ella, y hace mucho que los sindicatos
mayoritarios dejaron de pertenecer al mundo del trabajo. Pasaron a
convertirse en parte del Estado capitalista que regula la correcta
inserción de ese factor trabajo en el engranaje capitalista, además de garantizar
el control del rebaño y la paz social. Esta reforma supone una
estocada fatal para estos sindicatos que, fieles a su tradición, morirán
negociando algunos de sus propios despojos, con los que alimentar su propia
agonía. No en vano, los sindicatos mayoritarios no sólo ejercen como
capitalista colectivo, sino que también tienen intereses privados propios
(manejan millones de títulos en acciones en bancos, aseguradoras, fondos
privados de pensiones...).
Es de
toda esa basura burguesa de la que se alimenta la propaganda de la derechona
para lanzar sus vomitivas invectivas contra el sindicalismo. Por nuestra parte,
nada tenemos contra que los obreros pujemos lo más alto posible por nuestra
fuerza de trabajo. Es nuestro derecho, y si renunciáramos a luchar por nuestro
pan nos desacreditaríamos moralmente para lanzarnos a misiones más ambiciosas.
Pero éstas son precisamente las que nos interesan a los comunistas: un
horizonte donde las clases sociales sean un recuerdo de una etapa de desarrollo
de la humanidad felizmente superada.
Sin embargo, el sindicalismo, incluso el auténtico,
no puede ser un camino hacia ese horizonte, porque reproduce, aunque sea
a mejor precio para el trabajo, lo que se
trata de superar: el capital y el trabajo asalariado. Además, como estamos
viendo, esta forma de lucha no sólo no ayuda a preparar la revolución,
sino que tampoco sirve para resistir, para frenar la ofensiva del
capital sobre nuestras condiciones de vida. Mienten quienes dicen a la clase
obrera lo contrario: las numerosas huelgas generales en Francia y en Grecia en
los últimos años, con un tejido social mucho más amplio y menos dependiente del
Estado que el español, y su incapacidad para detener las medidas anti-sociales,
lo atestiguan.
Realmente,
frente a la mistificación de tanto oportunista, lo que históricamente ha posibilitado
la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, de la mayoría de la
población, no han sido principalmente sus luchas inmediatas, sino el eco sobre
éstas del avance del movimiento revolucionario. Así lo atestigua la historia,
donde las fechas emblemáticas del pacto social que daría lugar a ese Estado
del bienestar, tan adulado como burgués,
coinciden con las de la pujanza del movimiento comunista revolucionario.
Inversamente, la crisis y la derrota temporal de éste supuso el inicio del
desmontaje de ese modelo sociopolítico, desmontaje cuyo acto final tenemos ante
nuestros ojos. Así, la reforma, la mejora de nuestras condiciones
de vida bajo el capitalismo, ha sido un resultado indirecto de la revolución:
una cesión de la clase dominante ante la amenaza cierta de perderlo todo.
Por
eso, la única opción realista que tiene nuestra clase es volver a construir
ese movimiento revolucionario. Es una tarea histórica que interpela
primeramente a sus elementos más concienciados. Debemos recuperar una palabra
tan denostada como Revolución, volver, como ya se hizo una vez, a
fundamentarla científicamente, a demostrar su posibilidad y necesidad. El
material para esta tarea debemos buscarlo en nuestra propia historia, en la
historia de lucha revolucionaria del proletariado. Ésa es la primera tarea,
ideológica por fuerza, sacudirnos y vencer el
espíritu de una época derrotista, precisamente porque está fundada en la
derrota del primer intento histórico de emancipación del proletariado.
Volver
a levantar el movimiento revolucionario de la clase obrera, reconstituir el
comunismo; o bien la miseria y el oscurantismo de la barbarie que ya se
entreve frente a nosotros: he ahí, como ayer y como mañana, la disyuntiva.
“Si no actuaran las fuerzas radicales, los factores
del compromiso seguirían otros derroteros”
Karl Liebknecht
Este texto es una octavilla elaborada para la jornada de Huelga General
¡Lee y Difunde!
REVOLUCIÓN PROLETARIA
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