(ADELANTO DEL PRÓXIMO NÚMERO DE "REVOLUCIÓN PROLETARIA")
Un discurso prefabricado
Un discurso prefabricado
Ser un dirigente revisionista, en cuanto a trabajo ideológico, ha de ser sencillo. Debe ser similar a lo que hacen los curas. Basta con representar a Lenin como a un dios y al marxismo como una biblia para tener a la parroquia, léase militancia de base, ensimismada e impotente para la crítica. Las herejías políticas del joven obrero se atajan bajo la inquisitorial acusación de “izquierdismo”, convertido, hasta llegar al absurdo, en el único y principal pecado capital del movimiento comunista. Erradicada la capacidad ideológica de los bienaventurados militantes, éstos ya se hayan dotados para difundir el revisionismo entre las masas y capacitados para recoger firmas, “agitar” en las elecciones o adentrarse en los sinfines del sindicalismo de salón, aunque tengan que sufrir primero las pegadas en la calle y las esperas en la puerta de una fábrica para repartir el panfleto reformista de turno.
Para cualquier marxista-leninista coherente es repugnante ver como amparándose en V.I. Lenin y en la Revolución Proletaria Mundial, oportunistas de todo pelaje ahondan en su cretinismo parlamentario y emponzoñan a la clase obrera y a algunos de sus elementos más válidos (la juventud que se interesa en la lucha y decide organizarse), con su ilusionismo pequeñoburgués. Porque ante el debate sobre participar o no en unas elecciones ¿quién no ha oído recitar de memoria alguna frase descontextualizada de “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”?
En este libro, el camarada Lenin exponía algunas cuestiones de orden táctico, una vez la vanguardia se haya en el proceso de conquistar a amplias capas de la clase proletaria. En este aspecto incidía en la necesidad de combinar, por parte del Partido Comunista, el trabajo legal con el ilegal, concretado ello en la posibilidad de participar en algunas instituciones burguesas (sólo para tribuna, al estilo de K. Liebknecht o los bolcheviques, y no para su gestión: eurocomunistas, bolivarianos, reformistas pintados de m-l…) y en la obligación que tiene la vanguardia revolucionaria de actuar, allí donde se encuentren las que determine que son sus masas, que en la Europa occidental de inicios del s.XX, era en los sindicatos[1], dado que se daban por resueltas las tareas de constitución de los partidos obreros de nuevo tipo. Pero antes de esa exposición táctica, y durante el transcurso de la misma, Lenin enfatiza sobre el desarrollo y largo proceso de construcción ideológica y política que han sido necesarios para constituir el Partido bolchevique, el sujeto revolucionario, y sólo así, con la existencia de un Partido que fusione en un movimiento organizado a vanguardia y masas, se enfrenta a algunos de éstos problemas de índole táctica con respecto al Estado burgués. La táctica se somete a la estrategia. Cuando no existe Partido, la táctica se concentra en la estrategia de constituirlo.
En el sentido de la comprensión del sujeto revolucionario, del “núcleo sólido del partido revolucionario”, Lenin criticará a un sector, dentro del movimiento revolucionario, que denominará “izquierdista”[2]. El “izquierdismo” se caracteriza por su incomprensión de las tareas objetivas que en cada momento ha de resolver la vanguardia proletaria para su propio desarrollo político y acercamiento a las masas, concepto, el de masas, que varía conforme lo hace el propio estado de la vanguardia. El “izquierdismo” se desentiende de las mediaciones necesarias entre el proletariado como clase social y el Comunismo, esto es, se olvida o deforma, los organismos sociales y las configuraciones políticas que ha de desarrollar el proletariado revolucionario (Partido Comunista, Dictadura del Proletariado…) para hacer la revolución y transformar radicalmente la sociedad. El líder bolchevique desarrolla lucha ideológica, como hizo siempre, contra el “izquierdismo” para que sus mejores elementos retornen a la justa línea de la Revolución y para desenmascarar al confusionismo pequeñoburgués que tarde o temprano se pondrá junto al revisionismo y contra la revolución. En medio de esta polémica Lenin, diferenciando al reformismo socialdemócrata del “izquierdismo” que defiende el Poder Soviético, escribe:
“Pero en el fuego de la lucha revolucionaria, los hombres que se dedican a conciliar lo inconciliable no serán más que pompas de jabón. Así lo mostraron todos los adalides “socialistas” de 1848, así lo mostraron sus hermanos carnales, los mencheviques y socialistas-revolucionarios de Rusia, en 1917-1919, así lo muestran todos los paladines de la II Internacional de Berna o amarilla. Las discrepancias entre los comunistas son de otro género. La diferencia radical sólo pueden dejar de verla quienes no deseen ver. Son discrepancias entre los representantes de un movimiento de masas que ha crecido con rapidez inusitada. Son discrepancias sobre una base fundamental común, firme como la roca: sobre la base del reconocimiento de la revolución proletaria, de la lucha contra las ilusiones democrático-burguesas y el parlamentarismo democrático-burgués, del reconocimiento de la dictadura del proletariado y del Poder de los Soviets.” [3]
Un discurso que hay que combatir
De la cuestión parlamentaria, tal y como es comprendida por la amplia mayoría de nuestro movimiento, se desgajan dos problemas que están necesariamente unidos. Primero, que el revisionismo da por sentada la existencia del sujeto revolucionario y, segundo, que el revisionismo pretende que el sujeto revolucionario gestione el Estado capitalista.
El discurso contra el “izquierdismo”, como ya hemos dicho, se sobresalta con cada cita electoral. Un epíteto, el de izquierdista, que igual que se usa contra los marxista-leninistas que llamamos al boicot de las elecciones, se utiliza contra organizaciones electoralistas de corte posmoderno como Izquierda Anticapitalista, con un programa keynesiano parejo al de IU y el PCE. Multitud de organizaciones comunistas llaman a la participación escudándose ante los elementos más avanzados de nuestra clase en viejas palabras pues temen analizar la verdad objetiva. Y ocurre que los revisionistas, el derechismo y el centrismo que supura nuestro movimiento, se convierten en los principales solidarios con el “izquierdismo”. En la actualidad las tareas de la militancia comunista son de orden interno, en cuanto a que, lo que necesita el comunismo es reconstituirse como referente político para las masas obreras, siendo primordial su previa reconstitución como ideología de vanguardia. Sólo resolviendo éstos problemas, el proletariado organizado podrá ir directamente al derrocamiento del Estado imperialista y preguntarse, sobre la estrategia de tomar el Poder político, cual es la táctica adecuada y si puede o no aprovecharse de alguna institución para desarrollar la lucha revolucionaria.
Una táctica que deberá desarrollarse a través de los organismos que el Partido construya concéntricamente en torno a una línea revolucionaria, sobre unas bases ideológicas independientes del movimiento espontáneo de las masas, es decir, sobre el marxismo-leninismo. Contra esto el revisionismo, que se esconde bajo los símbolos de la clase obrera, da por finiquitada la construcción del Partido Comunista (que no ve como una unidad dialéctica y objetiva entre la vanguardia y las masas) o la reduce a un proceso de unificación voluntarista entre los que ya se autodenominan comunistas, mandando al movimiento obrero espontáneo a enfrentarse con el Estado, no para destruirlo sino para reformarlo a base de programas “tácticos” o “estratégicos” de confrontación sindical/electoral. Y en éstas al no poder dotar al movimiento de programa revolucionario, por no haber abordado con sinceridad las tareas de construcción ideológica y política que corresponden a nuestro tiempo, las organizaciones revisionistas se presentan ante la clase sobre unas bases reformistas alimentadas por el devenir de las luchas espontáneas de la clase que para colmo ni encabeza ni puede influenciar. Es decir, que bajo el discurso parlamentarista, más allá del programa que se envíe por correspondencia al electorado, lo que está es la incomprensión de las tareas actuales del movimiento revolucionario, reconstituirse como tal, que se desarrolla políticamente en una vulgarización de la Revolución Proletaria convertida en mera suma de reformas del capital y en una re-estatalización del orden burgués, es decir, se pasa de luchar por la dictadura revolucionaria del proletariado al Estado del bienestar con tintes “rojos”. Siendo generosos es como pasar de la URSS de Lenin a la del XX Congreso del PCUS y de la China de la Revolución Cultural Proletaria a la de Deng Xiao Ping.[4]
El revisionismo se contenta con la teorización fosilizada y la práctica reformista cuyo máximo exponente lo encontramos en el parlamentarismo, en el trabajo legal convertido en culto del institucionalismo y el posibilismo bajo el Estado burgués. Cuestión ésta para la que no es necesario estar integrado en el Estado, como ocurre con IU y el PCE/UJCE los mejores practicantes del parlamentarismo desde ayuntamientos, consejos de juventud y otros órganos burocráticos del Estado…, sino que éste se puede cultivar desde la teoría programática como ocurre con el resto de camaradas que siguen viendo en las elecciones una fuente de acumulación de fuerzas para la Revolución Socialista.
Para la clase obrera las elecciones burguesas tan solo muestran una actividad más a través de la cual la burguesía pretende alienar a los explotados. Solo la aristocracia obrera y sus representantes pueden obtener de la participación electoral una “acumulación de fuerzas” que sirva a sus intereses de clase. Las elecciones burguesas no sirven para acumular fuerzas con vistas a la Revolución. La participación en las elecciones, al no existir un referente revolucionario fuera de las instituciones solo sirve para ahondar en las ilusiones pequeñoburguesas de las masas obreras. Lo ejemplifica bien la nefasta consigna electoral del PCPE que con su “¡Todo para la clase obrera!” sólo está dando a entender a los obreros que con su delegación electoral pueden alcanzarlo “todo”, algo, bajo el punto de vista marxista, falso pues para alcanzarlo “todo” la clase obrera ha de destruir la máquina del Estado burgués y constituir uno sobre nuevas bases, las de la dictadura proletaria emanada de organismos ajenos al Estado burgués, es decir, surgidos del Nuevo Poder. Y para salvar esta oportunista consigna electoral, esperemos que no haya camaradas que se remitan a los bolcheviques y su ¡Todo el Poder a los Soviets! pues en el Estado español ni hay partido obrero de nuevo tipo, ni Soviets que actúen como Nuevo Poder. Aquí lo que hay, lo que demanda el momento político que atraviesa el proletariado no es ni desgastarse en el economicismo ni justificar el cretinismo parlamentario de las direcciones revisionistas, sino enfrentarse a la lucha por la reconstitución de la teoría marxista-leninista en aras de hacerla converger con las masas de la clase para constituir Partido Comunista.
[1] En España, por ejemplo, cuando se constituye el P.C., la CNT y la UGT cuentan con varios centenares de miles de afiliados. Ambas organizaciones habían participado en la Huelga General de 1917 y otros sucesos revolucionarios. La condición inequívocamente proletaria de sus masas de afiliados era clara, a pesar de, por ejemplo, la dirección reformista de la UGT. Hoy no hay partido de nuevo tipo. Las centrales mayoritarias de nuestro tiempo, CCOO y UGT, poco o nada tienen que ver con aquellos sindicatos. Los sindicatos modernos agrupan, en su mayoría, a una amplia gama de sectores de la aristocracia obrera, bien acomodada y sólo interesada en acaparar más poder bajo el régimen burgués.
[2] Cuando Lenin escribe “La enfermedad infantil…” se está desarrollando todavía un grave enfrentamiento entre los comunistas, forjadores de la Comintern, y las organizaciones socialdemócratas, tanto las derechistas como las centristas. En ese contexto de combate con el revisionismo los bolcheviques entienden que el “izquierdismo” es una enfermedad de crecimiento que se da en el seno de la Revolución frente a la decrepitud del revisionismo reformista, principal enemigo de la Revolución Socialista.
[4] No resulta extraño que quienes exponen ante la clase un programa reformista, sean los mismos que defienden a capa y espada el parlamentarismo, los mismos que conciben el Partido Comunista como la unificación formal de los diferentes destacamentos comunistas, los mismos que siguen admirando al revisionismo soviético de los Breznev, Kosygin, Podgorni y cía. Y los mismos que ponen mil excusas para conciliar con el social-imperialismo chino. Y todos, por supuesto, son los primeros en gritar contra lo que denominan, en ausencia de análisis marxista, “izquierdismo” que para ellos es la línea política marxista-leninista que hace boicot a las elecciones o se preocupa por aplicar el marxismo al movimiento comunista, defendiendo principios básicos del marxismo como la dictadura del proletariado y la violencia revolucionaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario