Hoy, celebrando el Día Internacional de los Trabajadores, recordamos
los sucesos de mayo de 1886 en la ciudad estadounidense de Chicago, en donde unos
trabajadores fueron condenados a muerte y ejecutados en el contexto de una
serie de luchas obreras, cuyo nexo era la reivindicación de la jornada laboral
de 8 horas. Aquellos hechos impactaron al movimiento obrero internacional que
tomó entonces el Primero de Mayo como un día marcado no sólo como recordatorio
de los mártires de nuestra clase, sino también como un día de lucha. De hecho la
jornada de 8 horas, si bien nunca ha llegado a materializarse por completo en
los Estados capitalistas, hubo de ser adoptada formalmente por la clase
dominante en muchos países para frenar el empuje del movimiento obrero y revolucionario.
La juventud trabajadora tiene en nuestro tiempo la necesidad de
estudiar, analizar y comprender no sólo los acontecimientos puntuales, sino la
historia de la lucha de clases en su
conjunto para que ésta pueda servirnos como referente en las tareas inmediatas
que ha de enfrentar en la actualidad el movimiento revolucionario y para evitar
que fechas como la de hoy sean vaciadas de contenido por los enemigos de
nuestra clase y utilizadas para apuntalar aquello contra lo que los obreros de
Chicago se levantaron hace más de un siglo. Por ello, aunque sea brevemente,
nos parece importante repasar, precisamente hoy, el desarrollo político de la
clase obrera.
La formación de la clase obrera
El proletariado se formó como clase social a lo largo del siglo XIX: el
desarrollo del mercantilismo capitalista, el acceso de la burguesía al Poder,
la creación y rápida extensión de la gran industria, la migración en masa del
campesinado a la ciudad y el empobrecimiento del viejo artesanado abrieron el
paso a una nueva clase, que no tenía, y no tiene, más remedio que vender su
fuerza de trabajo para subsistir, en tanto los medios de producción están en manos de la clase capitalista. Las
deplorables condiciones de vida de aquellas capas populares hacinadas en las
periferias de las ciudades, donde generaciones enteras morían una tras otra de
inanición, sin derechos políticos ni sociales, impusieron a éstas la necesidad
de asociarse y organizarse en torno a sus condiciones económicas y sociales más
inmediatas (salariales, de salubridad en el trabajo). En este contexto de asociación
en torno a luchas económicas, a lo que se une la influencia política de la
democracia radical, se forja la clase obrera que toma la conciencia en sí que se
expresa en el surgir del movimiento obrero. El desarrollo de éste y la
experiencia de la clase obrera al participar en las insurrecciones y crisis
revolucionarias que se darán en Europa a lo largo de aquel siglo (es
significativo el año 1848) politizarán y dotarán de conciencia a cada vez más
capas de la clase obrera, cuya cohesión definitiva como clase social vendrá
determinada no sólo por su posición económica con respecto a los medios de
producción, sino por su toma de conciencia política, aun dentro de los
parámetros establecidos, como sujeto social con unos intereses particulares
frente al resto de clases sociales.
En la segunda mitad del siglo XIX tenemos ya a un amplio movimiento
obrero que se está organizando internacionalmente mediante la acción sindical,
que a su vez va recogiendo las enseñanzas de su actividad política. El mejor
ejemplo de ello es la creación, en 1864, de la I Internacional, la Asociación
Internacional del Trabajo (AIT). El proletariado seguirá adquiriendo
experiencia en la lucha de clases y, a la vez que, ya en ese último tercio de
siglo, crea los grandes partidos obreros de masas, los partidos socialdemócratas de la II Internacional, aprende (con la mentada
revolución de 1848 y con la Comuna de París, 1871) que para alcanzar sus
intereses políticos no puede utilizar el Estado erigido por la clase
capitalista (cuyos intereses son diametralmente opuestos a los de los
trabajadores), sino que éste ha de ser destruidos mediante la imposición de la dictadura revolucionaria del proletariado,
la democracia más amplia que puede existir en tanto deja todo el poder en manos
de la mayoría de la sociedad y crea las condiciones para socializar los medios
de producción y acabar con las clases sociales.
La clase obrera y la revolución
Sin embargo aquellos partidos socialdemócratas no serían más que la
extensión y consolidación de un tipo de organización que se identificaba con el
período de formación de la clase obrera. Estos partidos ayudaron a politizar a
la clase e incluso expandieron el marxismo como visión del Mundo de los
oprimidos. Pero actuaban desde los viejos métodos, luchando por reformas y
planteando que éstas debían ser implementadas por la propia clase obrera desde
el Estado burgués.
Al agotamiento político de ese
tipo de organización se le une, en el plano económico, que el final de siglo
verá como el capitalismo entra en su
fase superior y se convierte en imperialismo,
al repartirse todo el planeta y al convertir al capital financiero (como fusión
del capital bancario e industrial) en director general de la sociedad burguesa,
dividiendo el Mundo a imagen y semejanza de su propia sociedad: con unos
cuantos Estados imperialistas y con una mayoría de países oprimidos. Esto es
muy importante para observar la política de nuestro tiempo pues esas
condiciones son las que permiten que en los países privilegiados surja una
capa, dentro de la clase obrera, que se beneficia de la posición de su clase
dominante en el plano internacional, y se alíe e integre en su Estado,
gestionando la dictadura capitalista y aprovechando tal situación (la mejor
representación de esto son hoy los sindicatos oficiales y los partidos
reformistas). Esta capa se define como aristocracia obrera y sus intereses de
clase cuadran perfectamente con la reforma del capital que proponía la
socialdemocracia histórica y cuyas concepciones erróneas, dogmáticas y
unilaterales con respecto al marxismo le dan el título de revisionista.
En este contexto, ya a inicios del siglo XX, surgirá el movimiento
comunista. En Rusia se da una enorme lucha ideológica y política entre las
distintas tendencias dentro de la vanguardia obrera, siendo la más solícita la
que divide al partido socialdemócrata en mencheviques y bolcheviques. Los primeros identificaban las tareas de la
revolución rusa de forma mecánica, en base a los postulados reformistas de la
II Internacional. Los bolcheviques por su parte, ven las limitaciones de la
táctica socialdemócrata y consiguen ir más allá: recuperan la tesis marxista sobre la necesidad de destruir la máquina estatal
burguesa y la conectan con la forma de organización política que para ello
necesita el proletariado. Sobrepasan al viejo partido de reformas y constituyen
el partido obrero de nuevo tipo, el Partido Comunista, que es un amplio
movimiento político organizado en el cual la vanguardia de la clase obrera
expresa sus vínculos con el resto de la clase al hacer que tomen en sus manos
el Poder y lo desarrollen desde los organismos de dictadura del proletariado,
que por las condiciones concretas de Rusia tomarían forma en los Soviets.
El partido proletario entonces deja
de ser mero receptáculo de las demandas inmediatas de la clase obrera, para ser
el sistema de organizaciones que unifican a los oprimidos con la puesta en
marcha del programa revolucionario, ocupando la conciencia para sí, la
conciencia revolucionaria el papel central en el desarrollo del plan
político de la clase obrera, en detrimento de los postulados socialdemócratas y
revisionistas que situaban la lucha por reformas, el movimiento espontáneo tal
y como se expresa frente al capital, como el centro de su actividad práctica. Este
desarrollo cualitativo que situó al proletariado revolucionario a la altura de
sus tareas históricas dotándolo de los instrumentos de la revolución socialista
(el partido comunista, la dictadura del proletariado), permitió tomar el poder
a los obreros y campesinos rusos, siendo ésta la base sobre la que se
constituye la Internacional Comunista y el Movimiento Comunista Internacional, en
cuyo seno se desarrollarán importantes experiencias, como la Revolución en
China, que permitió al proletariado mundial comprender la guerra revolucionaria como parte integral de la construcción de su
movimiento político.
La revolución, hoy
La lucha de los mártires de Chicago, a los que recordamos este día, se
circunscribe en el período en que el proletariado aún se cohesionaba como clase
social y en donde las reivindicaciones económicas y, derivadas de éstas,
socio-políticas, ocupaban el papel central del movimiento obrero. Sin embargo
el desarrollo histórico nos ha mostrado que la centralidad de nuestro
movimiento ha de partir de la conciencia revolucionaria, de la constitución del
Partido revolucionario como reflejo de la unión entre la vanguardia y nuestra
clase en aras de la lucha por la Revolución Socialista. El período actual se
caracteriza porque nuestra clase carece de sus organizaciones revolucionarias.
El movimiento obrero existente, incluidas aquí la mayoría de organizaciones que
se definen “comunistas”, define su línea política en base a posiciones
revisionistas, esto es, hacen girar su actividad política en torno a las
reivindicaciones inmediatas de nuestra clase y pretenden desarrollar la
“revolución” desde el reformismo. Esto cristaliza en su énfasis exclusivista en
las huelgas o en elecciones parlamentarias, práctica que no sólo no conduce a
la “revolución” sino que, como estamos viendo especialmente con la actual
crisis, tampoco nos sirve para defendernos de las agresiones del capital.
El mejor homenaje que se puede empuñar para continuar el legado de los
obreros de ayer y para luchar hoy y en el futuro por la emancipación de los
oprimidos, anida junto a las tareas de la revolución. Éstas a su vez pasan por la
organización sobre la base de la
síntesis de la experiencia práctica revolucionaria y mediante la lucha
ideológica y política en el seno de la misma clase organizada, la vanguardia.
En definitiva, la revolución no está ni en volcarse
en la siguiente huelga ni en presentarse a las próximas elecciones, la
revolución pasa por organizarse y luchar por la reconstitución del comunismo.
Juventud
Comunista de Almería
Juventud
Comunista de Zamora
Primero
de Mayo 2014
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