lunes, 7 de abril de 2014

(JCA/JCZ) Polémica con el PTD en torno a la línea revolucionaria

En marzo del año pasado publicamos nuestro trabajo “Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico”[1]. En aquella ocasión nos propusimos la tarea de analizar los fundamentos ideológico-políticos de las organizaciones mayoritarias en el ámbito juvenil del movimiento comunista existente, la UJCE y los CJC, con el objetivo de desarrollar la lucha ideológica en torno a sus posiciones. En aquel momento los CJC publicaron una serie de trabajos dedicados a analizar la línea de la UJCE. Ésta última despreció, en su tónica habitual, cualquier debate en torno a cuestiones de índole ideológico, llegando a advertir a propios y extraños, que la sucesión de textos dedicados a desmenuzar la línea de la UJCE eran una “provocación”. Nuestros colectivos ni mucho menos estábamos en acuerdo con los planteamientos de los CJC, así lo expusimos en el trabajo mentado, pero el mero hecho de que desde la dirección de la UJCE se diese el toque de corneta para un repliegue en el campo ideológico, limitándose a señalar cuestiones de forma, muestra lo poco que tienen que aportar a la revolución proletaria los dueños legales de las siglas históricas, que siguen empeñados en confiar su desarrollo interno al equilibrio entre las controversias políticas interrevisionistas (algo que se enmarca en la mejor de las escuelas del oportunismo: liberalismo absoluto para con las tendencias más derechistas, muro burocrático para con los sectores que se acercan al marxismo); mientras su desarrollo externo queda, en consonancia con todo el campo revisionista, al devenir espontáneo de la lucha de clases.  
Por su parte los CJC, una vez finalizaron su “ofensiva” con respecto a la línea de la UJCE, cerraron cualquier tipo de espacio en el cual debatir con el resto de la vanguardia. Ese posicionamiento, da a entender que para tal destacamento el debate ideológico sólo se concibe como una forma de crecer cuantitativamente, rasgando militancia a otros destacamentos (algo totalmente lícito que cualquier organización tiene el derecho a realizar) en coherencia tal vez sobre su auto consideración como “Estado Mayor” de la clase obrera que tanto el PCPE como su organización juvenil vienen esgrimiendo.  
En aquel debate también tocamos la línea política seguida por la antigua Unión de Jóvenes Comunistas de Madrid, cuyo núcleo formó, una vez fuera de los CJC, el Partido del Trabajo Democrático (PTD). Meses después de la publicación de nuestro trabajo, desde el PTD se nos informó sobre su propuesta de crear una “Mesa de Unidad Comunista”, en la que serían partícipes el grupo que se separó en 2013 de CJC Castilla-La Mancha y la Unión Proletaria. Entendemos que la incorporación de ambos destacamentos al proyecto del PTD (que se llevará a cabo estos días)[2] es producto de la mentada “Mesa” si bien hasta el momento el proceso ha sido opaco para el resto de la vanguardia, lo que contrasta con la necesidad que tiene nuestro movimiento de desarrollar la lucha de dos líneas para clarificar todos los aspectos generales de la política revolucionaria y que han de ser expuestos ante el conjunto de la vanguardia y nuestra clase. Aunque esperamos que los camaradas sigan esa sana tradición de hacer públicas a la vanguardia las conclusiones a las que hayan llegado en dicho proceso.
Ante la propuesta de participar en dicha “Mesa”, allá por septiembre de 2013, advertimos a los camaradas que lo más saludable para la vanguardia y para la clase obrera en su conjunto, antes de lanzarse a unificar destacamentos para realizar las labores sindicales que la mayoría del movimiento ya realiza separadamente, era comprender que el aspecto fundamental y el que marca a día de hoy los requisitos prácticos que ha de solventar la vanguardia comunista están en la cuestión de la ideología, auténtico cimiento de unidad partidaria; por lo que en vez de incorporarnos a la Mesa propusimos a los camaradas que respondiesen públicamente a la crítica que les realizábamos, integrada en nuestro trabajo antedicho. Algo a lo que los camaradas accedieron sin ningún problema y que se materializó en el texto que publicaron el pasado mes de diciembre, “Respuesta del PTD al documento “Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico.”, de las JJCC de Almería y Zamora[3], al que contestamos a continuación.
Cabe añadir que en esta ocasión el debate viene acompañado de las aportaciones de un nuevo destacamento, Nueva Praxis[4], con el cual venimos discutiendo en torno al documento de los camaradas del PTD prácticamente desde su publicación. En este sentido llegamos desde la JCA y la JCZ, junto con Nova Praxis, a la conclusión de que el mejor mecanismo para enriquecer el debate y poder dar un desarrollo más amplio y profundo a la lucha de dos líneas, tanto entre nuestros destacamentos como a nivel de toda la vanguardia, era el de publicar nuestras posiciones de forma separada, las cuales son, por otra parte, bastante similares, uno de los elementos que ha propiciado que ambos documentos se publiquen de forma coordinada. 

Brevemente sobre el recorrido de los camaradas

Cuando entablamos hace varios años los primeros contactos (informales o formales) con el núcleo de lo que es actualmente el PTD, tanto unos como otros formábamos parte del entramado del PCE: la JCA y la JCZ integrando su organización juvenil; la UJC-M como organización ligada al partido en la Comunidad de Madrid, situación que venía manteniéndose desde su escisión de la UJCE.
Por aquel entonces considerábamos que la línea política de estos camaradas los situaba en la izquierda dentro del movimiento comunista en el Estado español (MCE). No por su práctica cotidiana como destacamento, que hasta donde conocimos no escapaba a la común tradición sita en el MCE de acudir a los movimientos de resistencia de la clase, reducidos generalmente a ser “frentes” compuestos casi en exclusiva por los diversos sectores de la vanguardia de la clase, para desarrollar labores de organización y propaganda en las luchas inmediatas; sino por su predisposición al debate ideológico, por la importancia que al aspecto teórico daban estos camaradas en un proceso de crecimiento cualitativo en el que tenían en cuenta aspectos importantes para la revolución como la necesidad de la violencia revolucionaria. Algo que por sí solo contrastaba, más allá de las diferencias que pudiésemos tener, con la nula predisposición que el revisionismo hegemónico mostraba sobre estas mismas cuestiones, tanto de la ideología como de la guerra revolucionaria.
Los camaradas del hoy PTD, en su desarrollo como destacamento, influenciado de lleno por la línea del Partido del Trabajo de Bélgica (PTB), darán un viraje en su propuesta política sobre todo a partir de 2011, cuando rompen con el PCE, al que consideraban que estaba atravesando un “proceso cometa” de desintegración partidaria (que explican como un largo proceso histórico en el que incluso llegan a señalar que la línea de “reconciliación nacional” era en apariencia “una política justa y un cambio de táctica correcto”[5] ), haciendo público su plan de integración en la estructura PCPE/CJC. Hasta ese momento parece que los camaradas consideraban al PCE como la estructura funcional para “reconstituir” el P.C., a partir de ahí tal visión recaerá sobre el PCPE. Sólo hasta aquí encontramos un error conceptual bastante grave de los camaradas: confiar en la unidad comunista como base de la reconstitución partidaria, lo que explica que los camaradas hayan dado saltos de un grupo a otro de los ya existentes, hasta crear su propia organización, para desde ellos (fuese el PCE o el PCPE) tomar partido en la reforma del movimiento “marxista-leninista” tal y como existe.
Es particularmente notable que los camaradas a su viraje lo denominasen como algo táctico y no estratégico, a pesar de que iban a asumir cambios, a priori tan trascendentales, como el de pasar de la lucha por la III República a la denuncia de esa fase transitoria para definir como “socialistas” las tareas de la revolución en el Estado español, cosa que comprobaremos más adelante, los camaradas del PTD han vuelto a revocar en su propuesta política.
En esas fechas, finales de 2011, consideramos, más allá de la soberanía que tiene cada organización, un error la decisión de los camaradas por dos cuestiones:
A) En un aspecto estratégico, los camaradas estaban certificando su adhesión a esa oscura línea de “unidad comunista” que no sólo no sirve para la reconstitución del Partido Comunista, sino que es la traslación de una concepción sindicalista a la concepción del P.C. La tesis de “unidad comunista” es antagónica a la tesis de “reconstitución comunista”. La “unidad” implica la unión de los destacamentos ya existentes para formar o adelantar la formación del “partido revolucionario”; este proceso es externo a las masas, a pesar de que sus promotores pretendan que su sumisión al espontaneismo tiene algo que ver con conectar a la vanguardia con las masas de un modo revolucionario, cuando lo único que hacen es llevar a la vanguardia a la categoría de retaguardia de conciencia en sí de la clase. Sin embargo el proceso de reconstitución del P.C. es necesariamente un proceso en el cual la vanguardia comunista, con la restitución de sus principios teóricos, conquista y eleva a cada vez sectores más amplios de vanguardia (la cual se debe observar en su relación a la conciencia revolucionaria, a la ideología comunista) hasta fusionarse, transformándolas con las amplias masas. La “unidad” deja de lado así la concepción leninista del Partido entendido como movimiento político proletario revolucionario y lo reduce bien al viejo partido socialdemócrata o bien a un reducto de militantes que se incorporan a las luchas espontáneas para intentar dirigirlas.
Además la “unidad” sirve para quemar a potenciales cuadros comunistas en tanto los desastrosos resultados que necesariamente genera no hacen sino denostar la imagen del comunismo entre los sectores de la clase más cercanos, pues los infortunios de la “unidad” no se deben a cuestiones de fondo que se dan a conocer a esas masas para que participen de su resolución, sino a debates superficiales, de luchas por cuestiones meramente tácticas, muchas veces entre camarillas, que poco tienen que ver ni con la revolución ni con la realidad de esas masas a las que invocan en cada uno de esos procesos fallidos.
B) En lo táctico comprendíamos que los camaradas se incorporaban por la izquierda (los únicos en todo ese proceso unitario de 2011-2012) al conglomerado hegemónico del sector “marxista-leninista” del movimiento, reforzando a la derecha en un contexto en que ésta hacía gala de su “crecimiento” y “consolidación de proyecto” con la adopción del “Frente Obrero y Popular” y de los “Comités para la Unidad Obrera” y su ligazón fraternal al KKE, partido revisionista, pero que al no caer durante el pasado siglo en las fauces del “eurocomunismo” es seguido acríticamente por buena parte de las bases del MCE. Un momento en que el sector revolucionario de la vanguardia tenía más que nunca que intentar crear un referente auténticamente revolucionario que hiciese de contrapeso a la tendencia del revisionismo a reunirse en un solo bloque. Una tarea, la de constituir esa referencia revolucionaria, que sigue siendo vigente y para la que empiezan a cristalizar unas condiciones muy favorables, dentro de los cambios acaecidos en el seno de la vanguardia. El resultado final de esto, se ha visto en que en su tendencia particular, los camaradas han pasado, más allá de las ambigüedades y los recodos abstractos en que se recogían muchos de sus postulados, de moverse en torno a posiciones de centro-izquierda a estar hoy al ala derecha del movimiento, como comprobaremos a continuación.
Como ya es sabido, el aventurerismo unitario en el ámbito juvenil apenas cumplió unos meses (desde el verano de 2012 hasta finales del mismo año). Y el destacamento que conformaba la antigua UJC-M se convirtió en uno de los protagonistas del último estrepitoso fracaso de la unidad comunista en el Estado español. Fracaso de consecuencias importantes, no por la derrota en sí misma, sino porque el contenido y la forma de la misma viene sucediéndose demasiado tiempo en el Estado español. 

Las andanzas de la Unidad Comunista en el Estado español

Antes de continuar nuestra polémica con los camaradas del PTD y para dar algunas pinceladas sobre la historia más actual de la unidad comunista en el Estado español, pasaremos a resumir los encuentros y desencuentros de la última década en torno a esa línea política, pues más allá del deficitario trasfondo ideológico que sustenta esa tesis; el mero desenvolvimiento de la práctica unitaria por los distintos activos tóxicos que pueblan nuestro movimiento debería llamar la atención sobre las taras que tal tesis arrastra, aplicando aquello de que la práctica es el criterio de la verdad. Además tener presente tales procesos es deber de toda la militancia comunista, pues ni la ignorancia ni la ingenuidad sobre la experiencia de nuestro movimiento (más si cabe por lo reciente que es) pueden exponerse como excusa para seguir repitiendo tales errores, que con un poco de perspectiva no son sino auténticos crímenes del oportunismo contra los intereses de las masas explotadas.
En 2004 el PCE (m-l), el PCPE y la Mesa de Refundación Comunista organizan el Primer Encuentro Estatal Marxista-Leninista”. Llaman a todos los comunistas “marxista-leninistas” a que se unifiquen y acuerdan la “unidad de acción” para construir la “unidad popular” asumiendo como base común un conjunto de reformas “democráticas”. En 2007 se produce el Segundo Encuentro, al que se añaden varias organizaciones más. Entre sus acuerdos públicos: 

El amplio acuerdo alcanzado en el plano teórico debe tener un reflejo en la práctica política. Nuestras organizaciones emprenderán un proceso de colaboración que permita alcanzar la unidad de acción de los marxistas – leninistas en el movimiento por la III República, en el desarrollo de un movimiento antifascista basado en una amplia unidad obrera y popular, y en la puesta en práctica de las propuestas comunistas en el trabajo sindical, como la lucha contra el pacto social”[6]

Y ahí se quedaron estos Encuentros, a pesar del amplio acuerdo teórico, sin que siete años después haya rastro alguno del movimiento de amplia unidad obrera y popular que pomposamente declararon que construirían. En el curso 2007/08 Unión Proletaria rescata los “Diez compromisos de los comunistas españoles” que habían propuesto al finado “Encuentro Estatal”. El PCE (ml) lo suscribe y ambas organizaciones se conjuran por la unidad:

“Es por eso que es necesario conjugar los intereses inmediatos y espontáneos, económicos y políticos, con una táctica y estrategia política revolucionaria, uniendo las necesidades concretas con los objetivos socialistas (…)Nos comprometemos con la unidad de acción de los comunistas y con el avance en la discusión ideológico-política, con camaradería, sin prepotencia ni imposiciones, desarrollando la crítica y la autocrítica, limando diferencias y deslindando campos con todo tipo de revisionismo, con el objeto de concluir en unos mínimos de política revolucionaria común para la práctica revolucionaria de masas, en definitiva, con el objetivo de la unidad comunista y la reconstitución del PCE.”[7]
 
A pesar de los compromisos adoptados por estas organizaciones para con la clase obrera, este proceso unitario se estrella en torno al II Congreso del PCE ML, a finales de 2010, por cuestiones que en gran parte atañen a problemáticas propias de la metodología burocrática que siguen los unitarios en estas ocasiones. En el ocaso de dicho proceso ya se había creado, en marzo de ese mismo año, la Coordinación de Unidad Comunista (CUC) formada por Unión Proletaria (organización laboralista y republicanista, cuya apuesta política se centra en la “unidad” “comunista”), el recién reactivado Partido del Trabajo de España (organización ultra-oportunista que abiertamente reniega de la dictadura del proletariado, del centralismo democrático, etc.) y el Colectivo Comunista 27 de Septiembre (colectivo cuya línea republicana es similar a la del PCE M-L y que se encuentra, a nivel internacional, en la órbita de la Conferencia Internacional de Partidos Obreros ML, la CIPOML). Los planes de trabajo de esta nueva plataforma unificadora eran cuatro, según su manifiesto fundacional: la unidad de los comunistas, la lucha económica, la lucha política y la lucha ideológica. Si bien el contenido de todos ellos estaba subsumido en la segunda, la lucha económica por los intereses y derechos de los Trabajadores[8]. Esta aventura duró lo que tardó Unión Proletaria en integrarse en el PCPE, en un proceso paralelo que este destacamento estaba desarrollando, quedando la CUC formada por las otras dos organizaciones, que entusiasmadas saludaron el proceso unitario:

  Aunque la entrada de UP en el PCPE supone un reforzamiento de este partido y un paso más en la clarificación del movimiento comunista en España, manifestamos que aún tendrán que darse más reagrupamientos de los comunistas, con la desaparición de unos y el reforzamiento de otros, hasta que la clase obrera española se dote de un Partido Comunista que, con la fuerza cuantitativa y cualitativa necesaria, sea capaz de conducirla a la toma del poder político y a la consiguiente construcción de la sociedad socialista, primero, y de la comunista después.”[9]
 
Si toda esta historia es reciente y conocida, más aún lo son sus momentos finales. La unidad orgánica PCPE-UP se cierra finalmente en febrero 2012, aunque es en septiembre de 2011 cuando estas organizaciones sellan su unión mediante un comunicado conjunto:

 El PCPE y UP apuestan decididamente por la unificación orgánica como un paso más en el camino de la unidad comunista en España. Con este importante paso de unificación comunista no cerramos la tarea inconclusa de unir a todos y a todas los/as marxistas-leninistas del Estado Español en un único Partido Comunista. El camino de la unidad sigue abierto tras la unidad PCPE–UP y nuestro objetivo es hacer de este proceso un espejo en el que se puedan mirar la totalidad de los/as marxistas-leninistas.”[10]
 
Es en ese mismo año cuando UJC-M y los CJC cierran por igual su proceso unitario que empieza a escenificarse con la publicación del texto Comunicado de la UJC-Madrid sobre la ruptura con el PCE” y la convocatoria de la Escuela Unitaria de Jóvenes Comunistas (Madrid, diciembre 2011) hasta concluir en el verano de 2012 con una Conferencia de Unidad, cuyo expresivo y optimista titular periodístico fue “La bandera de la unidad juvenil comunista vuelve a hondear en Madrid[11]. Como se sabe la bandera fue arriada entre finales de ese mismo año e inicios de 2013, no sólo con la ruptura UJC-M/CJC, también con la salida de UP del PCPE, que hacía añicos el espejo en que la totalidad de los/as marxistas-leninistas teníamos que reflejar nuestra actitud con respecto a la reconstitución partidaria. El análisis publicitado ante la vanguardia durante más de un año apenas aguanta unos meses. Una vez realizado un nuevo análisis de su ruptura, los camaradas de la antigua UJC-M convertidos en PTD propusieron a la vanguardia lo siguiente (y que nos transmitieron, como ya hemos señalado, en un encuentro informal al que los propios camaradas se refieren en el curso de este debate):

 El PTD trabaja por la unificación de las organizaciones comunistas sobre bases revolucionarias de cara a la constitución del Partido que esté en condiciones de liderar la revolución en España. Para ello el PTD trata de impulsar una Mesa de Unidad Comunista que tenga como contenido la coordinación para la intervención en las luchas de las y los trabajadores, el intercambio de experiencias, así como el debate acerca del programa para la revolución en España.[12]

¡Contra la incapacidad para unificar a los distintos vectores del “comunismo”, una mesa unitaria! Una cuestión que no debe dejarse de lado es, a consecuencia de esta ruptura con el PCPE, la forma con que todos los destacamentos que se unieron al mismo han liquidado la cuestión. Los “comunistas” que siguen la tesis de unidad comunista son unos irresponsables y todas sus proclamas sobre la “unidad” carecen de contenido. Generan constantemente organismos “definitivos” para la “unidad comunista” que supuestamente permitirán avanzar para construir el “partido comunista” y tan pronto los han construido y han realizado su propaganda entre las bases de la vanguardia y entre las masas más cercanas al comunismo, súbitamente esos procesos se vienen abajo. No tienen ningún escrúpulo a la hora de cometer constantemente errores haciendo gala de un empirismo que raya con lo absurdo y transfieren hasta al relato mismo de su propia actividad. Repiten constantemente esos mismos errores pensando que algún día, a base de repetirlos, saldrán bien y para ellos no tiene consecuencias de ningún tipo, reflejo éste de que, a pesar de que hablen constantemente de la clase obrera y de que inmediatamente hay que acudir a ella, ésta no le importa lo más mínimo. Mientras los ejércitos derrotados, aprenden celosamente, el revisionismo español sigue estampándose contra los mismos límites, pues la idea de replantearse sus premisas le resulta inaudita. 

Sobre la conciencia revolucionaria y el movimiento de resistencia de la clase obrera

Los camaradas del PTD proclaman en varias ocasiones la importancia de la teoría revolucionaria y reconocen que los frentes de resistencia (como el Frente Obrero y Popular del PCPE) no pueden ser el embrión del Nuevo Poder. Pero a la par, y de manera constante, socavan el papel de la conciencia revolucionaria en la construcción del proceso revolucionario, buscando el equilibrio entre las tareas del proletariado revolucionario en la actualidad (atravesadas fundamentalmente por situar la ideología a la altura de los desarrollos que la praxis revolucionaria nos legó en el pasado siglo) y las tareas de resistencia, esto es de pugna por elevar el precio de la fuerza de trabajo de la clase trabajadora. Los camaradas se pierden en el intento de cohonestar tradeunionismo y revolución y en tanto el punto de partida está atravesado por una incongruencia severa, el desenlace político de lo que proponen los camaradas a día de hoy no podría ser más elocuente. Como decimos, algunas ideas de los camaradas son coherentes con el marxismo, sin embargo otras vienen a identificar la conciencia revolucionaria con la conciencia sindical:

“El espontaneismo que infiere a las masas la ajena ideología burguesa requiere de este Partido que sea capaz de combatirla e introducir la ideología y conciencia socialista, propia a la clase trabajadora, así como la organización necesaria para afrontar la lucha de clases contra el capitalismo y por el socialismo”.[13]
 
“El instinto de clase, por tanto, es imposible adquirirlo si no se pisa el terreno de las luchas espontáneas de resistencia de la clase, pues tal instinto sólo se adquiere a través de la práctica sobre el terreno en las mencionadas luchas.” [14]

El proletariado es la última clase revolucionaria de la historia, no porque la ideología burguesa le sea “ajena” e “infiera” a nuestra clase un comportamiento político “espontaneísta”; sino porque la posición social que ocupa la clase proletaria, la convierte en la clase cuyos intereses independientes están, para emanciparse como clase social, en la destrucción de todo el orden existente. El movimiento espontáneo de la clase obrera no surge del embrujo ideológico y subjetivo de la burguesía (aunque cada facción de la clase dominante se cuide de desarrollar sus mecanismos ideológicos particulares para atraer a las masas a sus intereses), sino de las dinámicas objetivas del capitalismo. Este movimiento carece por sí mismo de un centro cuyo motor sea esa consciencia socialista, y que se escenifica en que los instrumentos de la Revolución (Partido, dictadura revolucionaria, etc.) tienen que ser constituidos conscientemente: se parte desde fuera de esa envoltura espontánea, en el momento de constituir la ideología revolucionaria como base de acción del movimiento revolucionario y luego se marcha a revolucionar, con la fusión sintética de sujeto y objeto, las condiciones dadas. Como apuntan los camaradas, en sus luchas laborales el proletariado tan sólo comprueba sus relaciones sociales de manera unilateral y es imposible que adquiera conciencia revolucionaria desde éstas, como es imposible además que adquiera esa conciencia revolucionaria por trasladar esas demandas parciales al ámbito de la política inmediata. La conciencia “normal”, fruto de la alienación producto de la sociedad de clases, que puede adquirir la clase obrera es su conciencia burguesa, sindical. Y esto es algo objetivo, que se desprende de la propia realidad material sin que sea, insistimos, una subjetividad burguesa concreta  la que oculte al obrero alguna suerte de instinto de clase, como si el obrero asalariado fuese por sí mismo revolucionario sin saberlo, es decir, como el proletariado no necesita negarse, en sentido dialéctico, como clase en sí para constituir su movimiento como clase para sí. Sin embargo los camaradas escinden la conciencia revolucionaria en teoría revolucionaria e instinto de clase, sólo alcanzable claro, desde la práctica sindical.  
En coherencia con sus tesis instintivas sobre la conciencia “revolucionaria”, el PTD toma las luchas laborales como punto central de la actividad política (también lo es de la “unidad comunista”, ya que el primer punto de la Mesa de Unidad habla de “intervenir en la lucha de clases” que identifican unilateralmente con acudir a las luchas económicas de la clase), que al salir del centro de trabajo se tornan en una propuesta política de reforma social, pues intentan unificar las distintas parcelas en que se desenvuelve la clase obrera pero sin transformarlas en un todo, sin plantear que la vanguardia, constituida como Partido Comunista en su fusión con las masas, tiene que acudir a la base para rehacerla, para construir el Nuevo Poder desde la praxis revolucionaria y no desde la erosión parcial y aislada de esas problemáticas desde la lucha por reformas, sea en el trabajo o en las calles, que al final son el recurso teórico de los “pragmáticos” para hablar del parlamento.
Los camaradas pretenden insuflar un carácter revolucionario a las demandas de la clase obrera, pero esto es imposible sin el Partido reconstituido, que es el mecanismo social desde que se pueden transformar las luchas y demandas económicas de la clase desde el programa revolucionario de la clase. Como los camaradas intentan realizar las tareas del Partido sin la existencia del mismo, se estrellan ante el reformismo y su práctica política se ahoga en aquello sobre lo que llamaban a tener cuidado: se supeditan al movimiento espontáneo de la clase obrera y la planificación que realizan no va más allá de buscar una organización más serena, más meditada de esas luchas. Pretenden restar fugacidad a las luchas espontáneas, haciendo perenne la conciencia que de tales situaciones surge organizándolas mejor que sus propios organizadores naturales, dando una perspectiva más profunda, conquistada académicamente, a los instintos de la clase.
Podríamos señalar igualmente la contradicción que se da en las mismas palabras con las que se expresan los camaradas, el instinto de clase del que hacen uso para justificar su línea. Pues en sus pesquisas teóricas para dar un “nuevo” contenido al concepto de conciencia revolucionaria, han ido a dar con las teorías innatistas de carácter determinista que se han dado en la historia, tanto en calidad científica como filosófica. Pero hablar de instinto es hablar de una suerte de capacidad innata al ser humano, lo cual teniendo en cuenta que ese supuesto instinto es de clase, es decir, que se adquiere dentro de las relaciones sociales de clase en que el ser humano, que no existe en abstracto, se desenvuelve (en este caso de las relaciones que emanan del sistema de producción capitalista), es absurdo. En todo caso, y volviendo al carácter “superficial” del concepto de instinto de clase sobre el que sostiene su tesis el PTD, ligando ese supuesto instinto a la toma de conciencia revolucionaria, es simplemente cambiar unas palabras por otras, para llamar instinto a la conciencia burguesa de la clase obrera, como medio de justificación  de esa práctica tendente a situar a la conciencia revolucionaria bajo la dependencia de las luchas espontáneas de la clase obrera
El factor a analizar que mejor nos permite comprender esta impostura está en lo que los camaradas desarrollan como destacamento, tras la ruptura de la bandera de la unidad. En torno a las recientes Marchas de la Dignidad señala el PTD:

“No comprenden cabalmente que la ideología dominante no puede ser otra que la de la clase dominante. No comprenden que la clase dominada sólo podrá liberarse si los comunistas le damos la oportunidad de comprobar la veracidad de nuestras críticas a sus errores paso a paso, siempre que participemos con ellas y como los primeros en las acciones que hayan decidido emprender.”[15]

Aquí se concentra al inicio una correcta tesis marxista, la de que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante, pero esta tesis se difumina ante la obsesión sindicalista de los camaradas: según su esquema, encerrando en el paradigma sindicalista del revisionismo, el del movimiento por el movimiento, los comunistas no tienen más que ir paso a paso con el movimiento de la clase para ir señalando poco a poco sus limitaciones, situándose a la vanguardia sindical de tales demandas para iluminar con la verdad sobre los errores que el movimiento pueda ir cometiendo, lo que en el momento adecuado hará que el movimiento caiga en manos de los verdaderos y auténticos “revolucionarios”. Claro que para corregir los “errores” u “aciertos” que se cometen en el desarrollo de un movimiento sindical, no hace falta marxismo-leninismo, sino experiencia práctica sindical, de ahí la derivación que los camaradas se ven obligados a realizar para convertir la conciencia en la suma de teoría e instinto. En todo caso la comprobación de la “veracidad” de la Revolución, las amplias masas a las que dice dirigirse el PTD (saliendo de la “cueva”) no pueden realizarla desde la propaganda desde la acción sindical, sino directamente desde la ejecución de la dictadura del proletariado. En resumen, las ingentes masas sólo pueden adquirir experiencia revolucionaria desde la experiencia práctica con la revolución.
Esa formulación para acudir a la conquista de la clase intenta amarrarse mecánicamente, con un déficit importante, a la tesis del frente único formulada por la Internacional Comunista en su III Congreso, cuando la oleada revolucionaria iniciada en 1917 se quedó varada tras las derrotas revolucionarias en Europa. Esa tesis proponía, entre otras cuestiones, que la vanguardia revolucionaria organizada en torno a las secciones nacionales de la IC debía conquistar a las masas de la socialdemocracia participando de sus instrumentos para desenmascarar a sus dirigentes y unir así a esas bases al programa revolucionario. No vamos a entrar aquí a desmenuzar las premisas ideológicas de las que partía tal propuesta, pero sí nos haremos eco de la apreciación de que ningún partido revolucionario tomó el poder desde esa línea de actuación: Los partidos que la implementaron, quizás el mejor ejemplo es, por condiciones cualitativas y cuantitativas, el Partido Comunista Alemán (KPD) oscilaron desde el insurreccionalismo (1923) hasta la envoltura definitiva en las dinámicas electorales y sindicales de la propia socialdemocracia, lo que hizo que, a pesar de conquistar ingentes bases sociales (a inicios de la década de los 30 el KPD cuenta con casi 6 millones de votantes), descuidaran la tarea de la construcción del poder revolucionario (desde los Soviets, mecanismo social que la IC situaba como instrumento elemental de la Revolución Proletaria) para enfrentar al poder de la burguesía, lo que tendría consecuencias muy graves como la incapacidad de aquellos camaradas para convertirse en una fuerza de choque contra el fascismo, lo que sí lograron las masas oprimidas en el Estado español aun con todas las deficiencias políticas que arrastraba aquí el movimiento de masas, comparado sobre todo con esos grandes partidos de la IC en Europa central y que fueron destruidos con relativa facilidad, sin menos cabo del arrojo de miles y miles de militantes combatientes hasta el final, por la reacción.
Claro que tal proposición táctica, que no estratégica, de la Comintern contaba con una clara definición por parte del Movimiento Comunista sobre el salto cualitativo que  suponía el partido leninista con respecto al viejo movimiento socialdemócrata:

“La concepción leninista del partido implica la más tajante ruptura con la vulgarización mecanicista y fatalista del marxismo. No es sino la realización práctica de su más auténtica naturaleza y de su tendencia más profunda: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo en diferentes formas; lo que importa ahora es transformarlo”[16]

Sin embargo, la realidad material actual poco tiene que ver con la de aquella época. Por un lado el bagaje revolucionario que atesora la clase obrera en su pugna histórica con la burguesía ha conocido todo un siglo de revolución proletaria. Por otro, tras la derrota política temporal (pero de gran calado) la vanguardia comunista ni mucho menos se halla en una situación similar, con una clarificación ideológica en lo que a principios se refiere, con un movimiento político internacional en ascenso que pueda suplir las carencias de índole teórico con el rápido desenvolvimiento político de la revolución. Incluso el movimiento espontáneo que parece resurgir a consecuencia de la crisis (situación que habría que comprobar con más detenimiento) es un movimiento a la defensiva. La etapa actual por la que atraviesa la Revolución Socialista, es el período en que tenemos que definir los mecanismos desde los cuales han de resolverse las contradicciones del capitalismo, sintetizando fundamentalmente la experiencia de la revolución mundial hasta hoy; una tesis inserta en el marxismo y que requiere ser retomada para poder abordar con garantías la transformación de la realidad. Este pasaje de Mao Tse Tung, que recoge la importante tesis leninista sobre la necesidad de que el proletariado cuente con una teoría revolucionaria para constituirse en movimiento revolucionario, nos parece muy aleccionadora:

“Cuando el desarrollo de las fuerzas productivas se hace imposible sin un cambio de las relaciones de producción, este cambio desempeña el papel principal y decisivo. La creación y divulgación de una teoría revolucionaria desempeña el papel principal y decisivo en determinados momentos, refiriéndose a los cuales dijo Lenin: “Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario”. Cuando hay una tarea por cumplir (sea la que fuere), pero se carece todavía de orientación; método, plan o política, lo principal y decisivo es determinar una orientación, método, plan o política. Cuando la superestructura (política, cultura, etc.) obstaculiza el desarrollo de la base económica, las transformaciones políticas y culturales pasan a ser lo principal y decisivo. ¿Estamos yendo en contra del materialismo al afirmar esto? No. La razón es que, junto con reconocer que, en el curso general del desarrollo histórico, lo material determina lo espiritual y el ser social determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción que a su vez ejerce lo espiritual sobre lo material, la conciencia social sobre el ser social, y la superestructura sobre la base económica. No vamos así en contra del materialismo, sino que evitamos el materialismo mecanicista y defendemos firmemente el materialismo dialéctico.”[17]

Sobre el análisis de la experiencia revolucionaria

El PTD vierte sobre nosotros la acusación de caer en el “teoricismo”, como contrapeso a nuestra crítica al practicismo sindicalista que gobierna a la vanguardia “comunista” hoy día, un problema que ellos mismo llegan a reconocer. El PTD nos propone que hay que limitar el  trabajo teórico a las circunstancias del momento, focalizando el estudio en la experiencia de construcción de los Partidos Comunistas y del movimiento comunista en el Estado español, pues son estas las realidades más cercanas que afronta la vanguardia. Si estas premisas las llevasen a efecto los camaradas, nuestras posiciones estarían, aun con diferencias, bastante menos alejadas. Pero esta posición alcanza su ocaso demasiado temprano:

“De modo que el punto de partida no se sitúa ni en la teoría revolucionaria ni en las luchas espontáneas de la clase, sino en las tareas prácticas revolucionarias del proletariado consciente en cada momento histórico. Solo un trabajo teórico que sirva para poder guiarnos en estas tareas revolucionarias prácticas puede ser calificado como prioritario. También debe tenerse en cuenta, acerca de las luchas espontáneas de la clase, que, si bien no son el punto de partida ni la prioridad a la que deban supeditarse el resto de tareas, de ningún modo debemos despreciar su importancia”

La pregunta es ¿cuáles son las tareas revolucionarias prácticas de la vanguardia en cada momento para saber priorizar, sistematizar y organizar el análisis de la experiencia revolucionaria? Nosotros partimos de que el análisis y balance de la experiencia histórica es imprescindible para esa reconstitución de los principios del comunismo, entendido como cosmovisión del mundo que ha de recuperar el lugar de referencia en que antaño estuvo situada, necesidad para reconstituir el P.C.
            Para emprender esa labor no podemos limitar el contenido de nuestro trabajo teórico, cuyo desarrollo es algo práctico y pegado a la realidad, a la resolución de las problemáticas políticas más cercanas (por ejemplo, reconstitución del PC) en detrimento de otras más lejanas (construcción del Poder revolucionario), no porque no haya que sistematizar las prioridades de cada momento sino porque partiendo de la actual situación en que el sindicalismo es hegemónico (y con ello su consecuente inmediatismo) esa labor puede reducirse, y por tanto destruyendo la esencia de su contenido particular (que es lo que hacen estos camaradas), a ser el acompañamiento “teórico” del desenvolvimiento de la táctica sindicalista y electoral en cada momento (se limita la “conciencia revolucionaria” a ser la observadora que vigila el paso a paso del instintivo desarrollo de la clase). Además reconstitución partidaria y toma del poder (y desarrollo de la dictadura revolucionaria, etc.) son procesos unidos unos a otros, no se pueden aislar, sino que se tienen que comprender en su conjunto. Si no en vez de extraer enseñanzas universales de cara al ciclo revolucionario extraeremos una suerte de relato histórico más preparado para emular puntual y mecánicamente las experiencias del pasado que para situarlas ante las demandas concretas que depare a la vanguardia el estado de la lucha de clases.
Sirva de ejemplo esa conversación que los camaradas sacan a colación en su escrito. El PTD se hace eco de las palabras de un camarada nuestro en medio de un debate en que se contrapusieron, entre otras cosas, las concepciones sobre el balance de la experiencia histórica de la Revolución Proletaria Mundial. Entre otras cuestiones uno de los camaradas del PTD señaló (más allá de que los camaradas hayan rectificado, a medias, por escrito lo que su portavoz defendió en tal encuentro) que ahora no tendría sentido estudiar la Nueva Política Económica implementada por el gobierno soviético desde 1921. Nuestro camarada dijo que sí, que la construcción del socialismo en la URSS, incluida la NEP, forma parte de ese balance necesario que la vanguardia revolucionaria tiene que realizar como paso previo necesario a la reconstitución partidaria, para que el marxismo ocupe su carácter de vanguardia y por lo tanto alcance la capacidad de dar respuesta a las necesidades de las masas fusionándose con ellas en PC. La cuestión de la NEP, y el que los camaradas lo hayan sacado a colación, nos parece algo más que una anécdota, ya que la NEP, como período específico del proceso revolucionario soviético, nos parece especialmente importante por dos cuestiones:
A) Desde un punto de vista general, nos permite comprender como tomaron forma política concreta las premisas teóricas de las que partieron los bolcheviques ante las novedades históricas que la dictadura revolucionaria fue encontrando en su desarrollo. Porque analizar la NEP sirve para comprender en su conjunto el Movimiento Comunista Internacional (MCI) del momento, la línea de la Internacional Comunista para conquistar a las masas; el fundamental X Congreso del Partido Comunista (bolchevique) y su trato de las contradicciones en el seno del proceso revolucionario, así como la relación que los bolcheviques entendieron que debía tener el campo en relación a la construcción del socialismo y que será determinante para el desarrollo de la lucha de clases en los años 20 y 30, preceptos de los que partirá el resto del MCI y que estarán en el centro de los debates cuando los comunistas chinos, que toman el poder mediante la guerra popular, desarrollen la dictadura revolucionaria, etc.
B) Desde una consideración concreta del desarrollo de la lucha de dos líneas hoy, el período de la NEP y su comprensión dentro del período iniciado con la Revolución de Octubre sirve para deslindar terreno con el revisionismo, en tanto la NEP es utilizada como recurso retórico por el revisionismo más recalcitrante para tapar sus vergüenzas: de la justa pugna del sector del Partido Comunista (bolchevique) encabezado por Lenin contra las diversas corrientes “izquierdistas” y derechistas que se oponían a la NEP, extraen los oportunistas de hoy frases dispersas ajenas al marco político en que se desenvuelve la lucha de clases en general y las tareas de la vanguardia comunista en particular (bastante diferentes a las que tenían por delante los bolcheviques en 1921), para justificar desde la lucha por la III República, “democratizadora” de las instituciones de clase de la burguesía, hasta cualquier política implementada por un Estado reaccionario, caso del Estado chino, por considerarla equiparable al “capitalismo de Estado” emprendido bajo la dictadura revolucionaria de los Soviets en 1921.
¿No hay aquí razones prácticas que nos demanda la lucha de clases, en su forma ideológica, para deslindar con el oportunismo más descarado, para avanzar en el entendimiento de los instrumentos de la Revolución; para evitar que embauquen a la clase obrera y a sus sectores más avanzados, para evitar que nuestra clase sirva a la aristocracia obrera y resto de clases reaccionarias a nivel estatal o cualquier bloque imperialista en el ámbito internacional? Hablar del estudio de la experiencia de la RPM es para nosotros abordar todo un período histórico de forma integral, más allá de la priorización sobre tal o cual elemento, para en el futuro poder desarrollar una auténtica praxis revolucionaria que permita a los comunistas ser tales, transformar la realidad junto a las masas, superando la práctica sindicalista que desarrolla el movimiento en la actualidad.
El poner el acento en el desarrollo teórico no es un capricho subjetivista o una respuesta pendular ante el practicismo reinante en el MCE (anotaremos que la situación de derrota del movimiento comunista no se circunscribe al Estado español, sino que es algo que se da a nivel internacional, por lo que si bien hemos de estudiar la experiencia política en el Estado español, ni mucho menos podemos concebir ese balance de la experiencia como un asunto “nacional” sino que es algo de carácter internacional, por lo que es tarea una tarea que pertenece al MCI), como se nos acusa, sino que se basa en el análisis de que es necesaria la hegemonía marxista-leninista en la vanguardia teórica para que se pueda extender la línea de masas a sectores más amplios. Sólo en la lucha de dos líneas con el resto de la vanguardia se podrá conseguir ese objetivo y se materializará no sólo sobre la cuestión de cómo poder reconstituir el Partido como se nos propone en la carta del PTD, sino en todos aquellos aspectos que han de preocupar a la vanguardia, es decir, en lo que atañe a la Línea General de la Revolución Socialista.
Y no sólo eso. Está claro que por la extrema debilidad que tiene el MC, fruto del fracaso de la primera gran ola revolucionaria, nuestro papel inmediato no es dar respuesta sobre las teorías de la física subatómicas o la psicología desde el marxismo-leninismo, puesto que no podemos extender una línea de masas a sectores que les afecten dichos problemas, y porque la vanguardia seguramente aún no se ha convertido en ese intelectual colectivo que pueda abarcar todos los desarrollos del conocimiento científico (algo, por cierto, muy presente en la biografía de los clásicos). Pero el que no sea la prioridad más inmediata, no significa que no se tenga muy presente de cara al futuro el que en la actividad de generar cuadros revolucionarios, se tienda a una formación lo más holística posible, no por erudición académica, sino para manejar todos los aspectos de la realidad material. Y es que el marxismo-leninismo no puede concebirse como una simple “ciencia de las relaciones sociales” dispuesta a ser la teoría sindical de la clase obrera, puesto que el marxismo desde su concepción materialista-dialéctica, da los instrumentos para comprender no sólo las leyes sociales, también las leyes naturales de la realidad, en una escala superior al aislamiento que sufren los conocimientos y desarrollos científicos bajo la sociedad burguesa y que, además, ha de ir extendiéndose a cada vez más sectores de la clase, hasta la eliminación de la división social entre el trabajo manual e intelectual, que será la seña de la extinción de toda forma de Estado y de opresión del hombre por el hombre.   
            El practicismo y el inmediatismo hacen que se observe el balance de la RPM no como labor integral (estudio de un conjunto de procesos políticos que surgen bajo unas mismas premisas ideológicas) y particular de este período (tras la derrota política de profundo calado del MCI, cuyo gráfico ejemplo encontramos en la caída del Muro). Para el PTD el estudio de la experiencia histórica es un complemento de su labor sindical cotidiana, un resorte del que valerse para desarrollar su táctica-proceso. Es muy lógico (son totalmente consecuentes) que particularicen el balance y lo limiten hoy a cuestiones de índole organizativo. Su postura no va en la dirección de esa sensata idea (sobre la que nadie ha objetado nunca nada, más bien al contrario, y que de hecho entendemos que está presente en las tesis sobre la reconstitución del comunismo) de “priorizar” los contenidos del balance en el sentido de articular colectivamente el estudio y análisis de las distintas experiencias en base a lo que demanda la lucha de dos líneas, la lucha de clases en términos más generales, partiendo de la optimización de los recursos militantes con los que se cuenta. Si hablasen de esto, no tendríamos más que suscribir tal idea, defendida en lo que conocemos por el resto de camaradas que defienden la reconstitución ideológica y política del comunismo. Pero para el PTD, esa priorización se conecta con su comprensión del estudio de la lucha de clases como complemento en el desarrollo de las luchas parciales en las que concentran el núcleo de su actividad. Para evadirse de lo que llaman “teoricismo” plantean el estudio sobre la marcha de las luchas espontáneas, las cuales pueden ser perfectamente encabezadas por la clase obrera sin que los “comunistas” vayan a enseñarle nada. Nos lo ha enseñado por enésima vez Gamonal, como nos lo enseñan a diario las distintas luchas político-económicas que la clase obrera implementa, incluidas esas Marchas de la Dignidad que tanto han entusiasmado a los camaradas del PTD, en las que, por cierto, más allá de que hayan participado en su base sectores de las masas oprimida, su contenido programático, que es lo que define a un movimiento, estaba atravesado por los intereses de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera. 

Sobre la deriva actual del PTD

Como hemos advertido, las contradicciones de la línea política del PTD entre su reconocimiento formal sobre la importancia de la teoría revolucionaria y su práctica fundamentada en el seguidismo del movimiento espontáneo, declinan en favor del segundo elemento. En el breve período que estos camaradas han recorrido como PTD han vuelto a la propuesta republicano-democrática, han aparecido en el escenario del cretinismo parlamentario y han intentado adosarse a cualquier lucha económica de la clase.
Al principio hemos mencionado la influencia del PTB en nuestros camaradas, cuyo dirigente más conocido fue el fallecido Ludo Martens. El PTB es una organización “marxista-leninista” que surge al calor de las luchas espontáneas que se desarrollan desde finales de los 60 en Europa occidental, teniendo en la mayoría de los casos al estudiantado universitario como punta de lanza de esas luchas. En ese período los viejos partidos comunistas de Europa se hayan en bancarrota, convertidos en representantes de la aristocracia obrera que, bien disputan a otras facciones de la clase dominante la gestión de la dictadura del capital (PCF, PCI) o bien navegan amarrados a programas ultra-oportunistas incapacitados para desarrollar un proceso revolucionario (caso del PCE, del PCP o del KKE: más allá de que uno pasase a formar en las filas del eurocomunismo y los otros se quedasen en la estela del PCUS revisionista). El MCI se encuentra dividido entre el ala revisionista y la revolucionaria, con una China que en ese momento vive una gran agitación revolucionaria, gracias a la Revolución Cultural, e influye en algunos sectores de vanguardia en Europa, más que por que éstos asumiesen los principios del marxismo-leninismo cuyo desarrollo práctico alcanza su cota más alta en China, porque ésta se oponía a la deriva soviética. En ese contexto se forma el PTB, influenciado por tanto por el comunismo chino y desprovisto, a priori,  del sectarismo y dogmatismo propios del revisionismo “tradicional” europeo, como muestran hoy los rescoldos de ese “prosovietismo” que  censuran el estudio de la Revolución China y sus aportes a la RPM. Claro que tras el final del pasado ciclo revolucionario, tanto unos como otros se dan la mano defendiendo al imperialismo chino así como recordando el legado más reaccionario del revisionismo soviético, escenificando en muchas ocasiones un folclorismo que raya la histeria (desde la concepción de que Rusia no es una potencia imperialista a la veneración de la población rusa como si en ella estuviese encarnada el “pueblo soviético”).
El desarrollo a lo largo de los años del partido belga ha mostrado la victoria del revisionismo en sus filas: si bien son cuidadosos, en algunos aspectos, con la sistematización de la organización, ésta no rebasa la frontera del sindicalismo y el parlamentarismo, y de hecho se sienten más preocupados porque los cuadros comunistas estén forjados en las luchas sindicales que porque lo estén en el marxismo. Una preocupación digamos “obrerista”, que toma unilateralmente al obrero explotado, partiendo de la cosmovisión burguesa de la realidad, aquella por la que Marx señaló que el burgués no ve en el proletariado más que al obrero que explota. Por supuesto, esto no es algo nuevo en la lucha de clases. La manoseada consigna de “ir con el pueblo” a aprender de las “masas” para hacer la “revolución”, que es lo que oculta el PTD bajo sus consignas en torno al “instinto de clase” y el “sentir” del proletariado, es la que dio el nombre de narodniki a los socialistas revolucionarios rusos en la segunda mitad del siglo XIX. Esta también es la tesis del PTB, al que ya citamos en “Reconstitución y movimiento juvenil…”, de quien comentan desde el PTD, en un sonrojante ejercicio de abstracción histórica, que su experiencia vital “no se diferencia demasiado de la que vivieron los clásicos del marxismo-leninismo.”[18] Decía Ludo Martens lo siguiente:

“La experiencia nos enseña que la formación del núcleo es un proceso de larga duración. Sólo puede llegar a formarse a través de la participación en la lucha de clases y después, a través de las abundantes luchas contra las líneas oportunistas.” [19]    

Es decir, que la lucha teórica contra las líneas oportunistas en un subproducto de la participación en las luchas de resistencia de la clase. En resumen, para el PTB, y parece que esta tesis es asumida por su versión española, los problemas de vanguardia, las cuestiones que atañen a la conciencia revolucionaria, se van a solventar desde la conciencia burguesa de la clase obrera, descendiendo al nivel de las luchas parciales de la clase. Esta concepción procede en primer lugar del papel subordinado que dan a la conciencia revolucionaria con respecto al movimiento en sí de la clase. Por otra parte, ese afán obrerista ha sido también un recurso histórico de movimientos radicales pequeño-burgueses, como esos movimientos estudiantiles de los 60 de los que nació el núcleo dirigente del PTB, que acabaron profesando el culto al espontaneísmo, en su versión sindical/parlamentaria o en la terrorista; o los propios narodniki. Estos, al observar al obrero en su lucha diaria como eje de cambio social (en realidad, de reforma social dado que las luchas en sí, sin Partido de nuevo tipo, no pueden superar los bordes de la reforma) y para desembarazarse de su procedencia ajena al movimiento estrictamente obrero, pretenden ser más sindicalistas que los propios obreros poniendo patas arriba la relación entre vanguardia y masas: en vez de procurar que más sectores de la clase obrera asciendan a la categoría de vanguardia revolucionaria, pretenden que los proletarios se mantengan en la posición política que por sí misma nuestra clase puede alcanzar, la de organizarse eternamente para vender a mejor precio nuestra fuerza de trabajo. 
Sentenciada así la cuestión del rearme ideológico del proletariado revolucionario, los camaradas del PTD se han lanzado a continuar la “práctica” que vienen realizando desde hace años. Como todos aquellos que han invocado a las “masas” para renegar de las tareas de la vanguardia, lo único que han conseguido es rebajar los objetivos de la clase obrera, lo que se observa en su discurso público, huyendo de la propaganda política revolucionaria a la pedagogía ciudadanista y democrático-burguesa, que parte del idealista ideario desde el cual los infructuosos resultados de la línea de masas del revisionismo son producto de la mala aplicación táctica de la estrategia (de hecho esos son los límites que los separan del PCPE/CJC, los de la táctica en la aplicación de la estrategia común: acumulación de fuerzas desde las luchas inmediatas de la clase). Esto hace que los camaradas en vez de preguntarse por las propias premisas en que se fundamenta esa línea de masas vayan a reformar sus defectos más indecorosos cara al público. Lo cual, por cierto es reseñable. Los camaradas plantean distintos niveles de propaganda: para la vanguardia, a modo de “intra-propaganda”, y para las masas, cara al exterior. Lo que pasa es que no hay conexión entre unas y otras. La estratificación de la agitación y la propaganda comunistas no pueden concebirse sin la línea de masas revolucionaria, desde la cual hay que detectar como plasmar tácticamente en cada momento los requerimientos estratégicos para la revolución, como trasladar las labores de la vanguardia hacia las masas, para elevarlas y que participen de las mismas. Sin embargo los camaradas del PTD parecen haber llegado a la conclusión de que por un lado (en coherencia con la tesis de unidad comunista) están la resolución de las tareas de la vanguardia y, por otro, la resolución de los conflictos laborales y parciales de la clase, a los que acude con esa propaganda ciudadanista, extraída del propio movimiento espontáneo (su campaña de “democracia para la mayoría” no es más que la conexión formal del discurso del 15M), con la excusa de que hablar de dictadura revolucionaria o guerra popular haría del discurso comunista algo incomprensible para las masas. También vemos hoy a profesores universitarios que en conferencias a “marxistas-leninistas” hablan de la necesidad de la dictadura del proletariado, pero que al público genérico, le ofertan patria, elecciones y dictadura burguesa.
Lo que tendrían que preguntarse los camaradas del PTD (así como el resto de comunistas que se desentienden de las tareas de la vanguardia desde esa posición) es qué mecanismos sociales se han constituido a lo largo de la historia para que las masas más amplias y profundas sí entendiesen el contenido de la revolución y la llevasen a efecto, pues son las masas las que armadas y constituidas en movimiento político han de llevar a cabo la revolución, lo que sin duda escapa a los límites del neolenguaje al que el PTD se ha adscrito, como si fuesen el lenguaje o la cultura, y no la praxis revolucionaria de las masas, las que modificasen las circunstancias de la realidad. El primer resultado de esta vieja línea retomada por el PTD ha sido el repliegue hacia las posiciones republicanas. En diciembre de 2011, en su ruptura con el PCE los camaradas tenían unas percepciones que merece la pena recordar:

 ¿Es España un país semicolonial y/o semifeudal que necesita una revolución nacional-democrática o es un país imperialista en el que solo cabe ya llevar adelante la revolución socialista, sin etapas intermedias? ¿La alternativa debe ser al modelo económico neoliberal o al modo de producción capitalista? La respuesta para un comunista que viva en la actualidad en nuestro país debe ser clara: España es un país de capitalismo desarrollado en su fase imperialista, cualquier tipo de organización debe aspirar a organizar a la clase obrera para derrocar a la oligarquía imperialista, dirigirla en la toma del poder y comenzar la construcción del modo de producción comunista. El comunista tiene como objetivo superar el modo de producción capitalista para poner en sintonía el desarrollo de las fuerzas productivas con las relaciones sociales de producción, edificando el modo de producción comunista y no oponerse una forma de gestión del capitalismo (Neoliberalismo). Sin duda, hay una clara oposición, intencionada o no, a tomar, con decisión, el necesario camino directo que requiere el Estado imperialista de 2º orden, es decir, la Etapa de la revolución socialista.”[20]

En marzo de 2014 y entre una novedosísima argumentación centrada en luchar contra el “izquierdismo”, que suponemos han tenido que purgar en sus filas durante estos dos años y que parecer ser la desviación táctica fundamental del movimiento comunista hoy, para lo que recuerdan alguna que otra cita de Lenin sobre la táctica ¡tras la toma del poder por parte de los bolcheviques! (etapa sin duda equiparable al momento actual, siempre que no se tengan en cuenta ni el momento actual ni el proceso revolucionario soviético) los camaradas vuelven por las posiciones que criticaban al PCE:

“Bajo la reivindicación de la república democrática, los comunistas englobamos nuestro programa mínimo de luchas por reformas económicas y políticas que preparen a la clase obrera y a sus aliados para el paso a la revolución socialista (…) Esto no quiere decir que la república democrática sea para nosotros un mero señuelo: si no pudiéramos obtenerla antes de conquistar el socialismo, la instauraremos para edificar el socialismo, puesto que la forma del Estado obrero socialista no puede ser otra que la de una república democrática. Así es como la política independiente del Partido Comunista dentro del movimiento democrático-republicano de masas (…)”[21]

Se entremezclan aquí distintas cuestiones. La primera es que, efectivamente, a pesar de la palabrería sobre la “reconstitución”, para el PTD ya existe el PC de aquí que clame por el desarrollo de la “política independiente del PC dentro del movimiento democrático-republicano de masas”. Pero los camaradas deberían saber que la praxis revolucionaria del Partido Comunista no puede suplantarse por la actividad práctica de ningún destacamento, pues la existencia del PC comporta que la actividad práctica se desarrolla en un nivel cualitativamente superior, cuya definición fundamental es que se desarrolla mediante la praxis del programa emancipador de la clase obrera. Es decir, cuando el Partido Comunista está reconstituido, es decir, cuando vanguardia y masas son uno, el P.C. desarrolla su táctica en base a la estrategia de la guerra revolucionaria contra el viejo Estado. 
En segundo lugar, el PTD, en el mejor de los casos, traslada mecánicamente la situación política de la Rusia de finales del XIX y la posición táctica del partido proletario en las revoluciones burguesas de mediados del siglo XIX. Como decían hace apenas dos años, las tareas de la revolución en el Estado español son de carácter socialista, por tanto, elevar una suerte de “movimiento democrático-republicano de masas”[22] como fuerza motriz sobre la que debe apoyarse el inexistente “partido de la revolución” es condenar al proletariado a ser la fuerza subsidiaria de un proyecto político que no es el suyo, en tanto que la independencia política del proletariado se garantiza conectando cualquier desarrollo táctico puntual con la estrategia de la Revolución Socialista que aquí irá en la dirección de someter toda la táctica a la construcción consciente del Nuevo Poder (una vez se haya reconstituido el Partido Comunista). Sin embargo el PTD dice que conectará las demandas democráticas con la perspectiva socialista, sin decir cómo, pues en los países imperialistas lo que demanda la lucha por el poder es la confrontación de la dictadura del proletariado con la dictadura burguesa. Hay que decir además que los bolcheviques, cuando consideraron que las tareas de la vanguardia incluían situarse a la vanguardia del movimiento democrático (nada menos que bajo el yugo del absolutismo zarista), integraron al Soviet y el armamento de las masas como parte de su plan de conquista del poder, cosa de la que el PTD nada dice, pues en su programa electoral plus cuyo último y lejano anhelo es  la “democracia socialista” apenas menta que ese estado contará, parece que una vez instaurado, con una milicia popular ¿Será un decreto el que elimine al ejército burgués? Puede ser, dado que las medidas del “Estado socialista” que propone el PTD aparecen adosadas a su programa de reformas, sin conexión coherente entre tareas inmediatas y objetivos, que por cierto, es una reedición extendida del programa “táctico” y “estratégico” electoral del PCPE de las últimas generales[23].
En tercer lugar, conectado con esto mismo, el PTD es un destacamento que se ha empantanado hasta el tuétano en el reformismo más estridente, identificando el socialismo con la democracia burguesa. Los camaradas utilizan constantemente multitud de frases altisonantes, en lo referente a la reconstitución partidaria o la “democracia socialista”, pero nunca dicen nada, juegan a la confusión e indefenctiblemente toman, entre sus postulados, el que más a la derecha está. En sus palabras la “república democrática” ha pasado de ser la mejor envoltura que puede revestir la dominación de clase de la burguesía a ser la forma del “Estado obrero socialista”. Qué duda cabe que la república democrática burguesa es un punto más elevado, históricamente, para enfrentar la revolución socialista que un régimen semi-feudal. También puede serlo políticamente con respecto a un régimen fascista en tanto, en principio, permite a la vanguardia utilizar instrumentos legales imposibles de utilizar bajo un Estado fascista, sin que ello lleve, ni mucho menos, a que al fascismo (forma particular de dictadura de la burguesía) haya que oponer la democracia burguesa parlamentaria. En todo caso, junto a su III República, los camaradas del PTD tendrían que señalar cuales son las particularidades que hacen que en el Estado español sea necesaria la imposición de una “república democrática”, refiriéndose al régimen parlamentario-burgués. ¿No hay ya en España una “república” democrático-burguesa, en el sentido de que el Estado se estructura en base a un sistema parlamentario dentro del cual las distintas facciones de la burguesía arreglan sus asuntos democráticamente? ¿También tienen que acudir, por ejemplo en la República Francesa, hacia una “república democrática”, como dicen los oportunistas del Front de Gauche[24], previa al socialismo? ¿O es tan solo la casa de los borbones la que pospone la revolución socialista en el Estado español como tarea a la hora de luchar por el poder? En ese caso los camaradas pueden estar tranquilos, pues cuando se desarrolle el movimiento revolucionario del proletariado no dudamos de que las masas, representarán gustosamente en la puerta del Sol, por seguir a Valle-Inclán a la hora de situar el lugar del juicio, la avanzada de la historia sobre las testas de nuestros monarcas.
Claro que parece que el asunto es más grave que todo esto, y que se refiere en realidad a las relaciones de clase que han de mediar en el país antes de que el proletariado conquiste el poder, pues los camaradas llegan a decir, nada menos, que la “república democrática” ha de ser instaurada para construir el “socialismo”. ¿Es el sistema parlamentario originado bajo los intereses exclusivos de la burguesía el que va a ordenar el sistema de dictadura del proletariado? La experiencia histórica nos enseña que la Revolución Socialista tiene que construirse desde el antagonismo radical con el Estado burgués, construyendo un poder revolucionario que se enfrente al poder reaccionario, que destruya la columna vertebral de la burguesía (sus instituciones estatales) y organice a la sociedad sobre la base de la dictadura revolucionaria de las masas armadas (sobre esto iremos en nuestro apartado final). Por supuesto esta tarea no puede realizarse a corto plazo sino que ha de ser producto de la reconstitución comunista que no se va a realizar ni desde las urnas ni desde las luchas inmediatas de la clase.
El inmediatismo parece ser el leitmotiv de nuestros camaradas, de tal suerte que estuvo presente en el arranque unitario con el PCPE/CJC, cuya estrategia a toro pasado, dicen que no han completado de analizar, a pesar de que en desde 2011 se permitían el lujo de indicar a la vanguardia y a la clase que en el PCPE confluían todas las tendencias de desarrollo del marxismo-leninismo español (nos seguimos preguntando, porque como marxistas nos parece inverosímil, cómo es posible haber llegado a tal conclusión sin haber analizado en profundidad la línea del PCPE). En el despliegue de su línea de masas, también parece tener un lugar destacado las prisas por dar algo a la clase obrera, inerme sin su verdadera y auténtica vanguardia sindical. Si los camaradas del PCPE dicen que sólo ellos desde los CUO pueden tener tal categoría[25], desde el PTD piensan que son ellos los destinados a esos honores, aunque eso sí, desde las instancias de la Europa imperialista:

“Sin embargo los trabajadores necesitan soluciones, no consignas. Por ello desde PTD no podemos decirle a la gente que hasta que nosotros no conformemos una alternativa de poder tiene que aguantar y sufrir las políticas miserables y las condiciones de explotación que dicta la Unión Europea.”[26]

Estamos de acuerdo en que el proletariado necesita soluciones, no dramáticos eslóganes electorales. Y esas soluciones sólo pueden venir de la reconstitución del movimiento político revolucionario, porque sólo cuando podamos fusionarnos con las masas dándoles los instrumentos para su liberación, estaremos a la altura de lo que las condiciones de nuestra clase reclaman. El “mientras tanto” que esgrime el PTD es la base del oportunismo. Como no pueden presentar una alternativa de poder a la clase obrera y están tan ensimismados consigo mismos, creen que la clase es incapaz de levantar organizaciones para luchar contra el capital en la defensa de sus intereses inmediatos. Pero al proletariado no le hace falta que una suerte de pequeños destacamentos “revolucionarios” sin ninguna incidencia para transformar la realidad le señalen hasta que altura tienen que pugnar por levantar su sueldo, ni les hace falta que les digan cuándo y cómo tienen que ocupar una finca o un rectorado, luchar contra un desahucio o crear y administrar un comedor social. Y es que la tarea de los comunistas va más allá de estar a la cabeza de las luchas parciales de la clase, pues la propia clase en su marchar genera a esa vanguardia práctica (con la que la vanguardia revolucionaria ha de enlazar, para elevarla, a lo largo del proceso de reconstitución). En la actualidad las tareas de la militancia comunista son internas, en tanto lo que necesita el comunismo es reconstituirse como referente político para las masas obreras, siendo necesaria su previa reconstitución como ideología de vanguardia, para así construir conscientemente su movimiento político, sin dejarse perturbar, aunque teniendo tácticamente en cuenta, el desarrollo general de la lucha de clases. Un movimiento revolucionario que en cada fase de su crecimiento tendrá una dimensión cualitativa concreta que determinará a qué sectores tiene que ganarse y tiene que transformar la vanguardia revolucionaria implementando la línea de masas.
Pero a los camaradas del PTD esto les quiere sonar demasiado extraño porque están empeñados en que “mientras tanto” hay que proponer a la clase obrera todo tipo de reformas y hay que conducirla, con argumentos falseados, tras de cualquier programa de cualquier facción de la clase dominante, en vez de proponerle incertidumbres revolucionarias que hoy no le garantizan un plato para comer… como si a nuestra clase le fuese imprescindible el PTD o cualquier otra organización “comunista” para luchar por su futuro inmediato. Claro que como en todo, los camaradas del PTD no proponen, más allá de las buenas intenciones que les puedan conducir a ello, nada nuevo. Lenin en el período previo a la constitución del Partido bolchevique ya tuvo que combatir tales concepciones, a las que tuvo que oponer, pues es inevitable ante lo alejadas que están del marxismo, ciertas dosis de ironía: 

Las frases de este tipo han sido siempre el arma favorita de los burgueses de Europa Occidental que, en su odio al socialismo, se esforzaban (como el "socialpolítico" alemán Hirsch) por trasplantar el tradeunionismo inglés a su suelo patrio, diciendo a los obreros que la lucha exclusivamente sindical es una lucha para ellos mismos y para sus hijos, y no para imprecisas generaciones futuras con un impreciso socialismo futuro. Y ahora, "los V.V. de la socialdemocracia rusa" repiten estas frases burguesas.[27]

“Tomemos aunque sólo sean los mismos ejemplos citados por el propio Martínov acerca de las "medidas" contra el desempleo y el hambre. Mientras Rab. Dielo se ocupa, según promete, de estudiar y elabora "reivindicaciones concretas (¿en forma de proyectos de ley?) de medidas legislativas y administrativas" que "prometan resultados palpables", Iskra, "que considera siempre más importante revolucionar el dogma que revolucionar la vida", ha tratado de explicar el nexo indisoluble que une el desempleo con todo el régimen capitalista, advirtiendo que "el hambre es inminente", denunciando "la lucha de la policía contra los hambrientos", así como el indignante Reglamento provisional de trabajos forzados, y Zariá ha publicado en separata como folleto de agitación, la parte de su Crónica de la vida interior dedicada al hambre. Pero, Dios mío, ¡qué "unilaterales" han sido esos ortodoxos de incorregible estrechez, esos dogmáticos sordos a los imperativos de la "vida misma"! ¡Ni uno solo de sus artículos ha contenido - ¡qué horror! – ni una sola, ¡imagínense ustedes!, ni siquiera una sola "reivindicación concreta" que "prometa resultados palpables"! ¡Desgraciados dogmáticos! ¡Hay que llevarlos a aprender de los Krichevski y los Martínov para que se convenzan de que la táctica es el proceso del crecimiento, de lo que crece, etc., de que es necesario dar a la lucha económica misma un carácter político!”[28]

Cuando decimos que son falsos los argumentos plus del PTD, nos basamos en sus propios argumentos. Es curioso que la “flexibilidad táctica” de los revisionistas españoles (salvo en algún caso) les lleve siempre a la misma conclusión: hay que participar en cualquier proceso electoral. De esa guisa el PTD plus desea participar en las elecciones europeas apuntando que desde el agrupamiento electoral de Podemos, propuesta nacionalpopulista en la que entra todo lo que camina entre la izquierda del PSOE y la derecha del PCPE, se puede ayudar a la erosión de la oligarquía europea, pues dicen desde el PTD plus que tal agrupación pone en juicio las instituciones de la UE. Pongamos por ejemplo una de las consignas fundamentales de la marca electoral Podemos: la deuda pública y su “ilegitimidad”. Preguntarse si algo que surge de todo el entramado financiero de la burguesía es legítimo o ilegítimo no sólo anima a reconsiderar a las masas que tal vez no es el sistema imperialista mundial el que les aplasta, sino que limita tal cuestión a una serie de individualidades “corruptas” o a algún mecanismo internacional mal concebido que ha restado soberanía a los Estados-nación ¿se pone en juicio a los organismos de la UE en particular o al imperialismo en general? Si lo hacen desde algún resquicio es para colar el nacionalismo imperialista más exacerbado. Entonces ¿quieren los “nuevos” reformistas decir que el Banco de España, como depositario de la soberanía nacional, respondía de alguna forma a los intereses de la clase obrera y las masas explotadas en el Estado español?  
No es nuestro objetivo parar aquí a abordar el despropósito que es participar en el circo electoral europeo en el punto en que mayor grado de descrédito han alcanzado aquellas instituciones del capital. Un descrédito que podría ser utilizado para desarrollar el supuesto empoderamiento popular que “en las calles” llevan hoy día a cabo todos los oportunistas. Sin embargo “empoderamiento” es la nueva traducción de utilizar un movimiento espontáneo para poder acceder a la gestión de la democracia burguesa. Es decir empoderamiento no es más que cretinismo parlamentario. 

“Somos conscientes de que, actualmente, Podemos no representa una alternativa al modelo social imperante. Pero el resultado que obtenga supondrá un debilitamiento de la oligarquía que gobierna y dirige nuestro país y Europa, por lo tanto supondrá un plus, a la hora de encarar nuevos ataques que se produzca  a los intereses de la clase trabajadora.”[29]

La táctica del PTD plus podría sostenerse, haciendo una genial abstracción, sobre la idea general de que los revolucionarios han de utilizar cualquier medio a su alcance para realizar su propaganda. Ese principio, en principio, sigue siendo válido. Pero concretado los camaradas van a utilizar una plataforma electoral a la que conceden la idea de que sus resultados debilitarán a la oligarquía para hacer propaganda por reformas sociales que, no se sabe muy por qué, supondrán un plus ante próximas envestidas del capital financiero. En todo caso para lo que no van a servir es para acumular fuerzas en el proceso de reconstitución comunista, que es el único modo en que hoy podemos acumular fuerzas para la Revolución creando la única alternativa al modelo social imperante. Sólo resolviendo esos problemas, podrá el proletariado organizado caminar hacia el derrocamiento del Estado burgués y preguntarse, sobre la estrategia de tomar el Poder político, cual es la táctica adecuada y si puede o no aprovecharse de alguna institución para desarrollar la lucha revolucionaria. Una táctica que deberá desarrollarse a través de los organismos que el movimiento revolucionario construya concéntricamente en torno a la línea revolucionaria, con unas bases ideológicas independientes del movimiento espontáneo de las masas, es decir, sobre la base del marxismo-leninismo.
Pero ¿por qué Podemos debilitaría a la oligarquía? Que unos resultados electorales debiliten al cuerpo central de la clase dominante es ya de por sí un argumento bastante discutible, por más que en el MCE reine la oportunista teoría de que las elecciones parlamentarias son capaces de modificar el carácter de clase de un Estado, como habría sucedido en febrero de 1936. Pero Podemos en todo caso “debilitaría” a la burguesía monopolista porque representa a otra fracción de la clase dominante, la que está recibiendo fundamentalmente los golpes de la reestructuración política europea: la aristocracia obrera junto a parte de la pequeña burguesía. Es decir, las contradicciones entre Podemos y sus semejantes con respecto a los monopolios financieros, son contradicciones interburguesas. Podemos no va más allá de buscar el sostenimiento de la Europa social y el bienestar ciudadano manteniendo unos servicios públicos de calidad, para lo que pretende rearmar esa Europa imperialista desde un nuevo equilibrio en clave nacional que es la única forma en que puede concebir la política la aristocracia obrera, engordada a costa del expolio al que su oligarquía financiera somete a los pueblos del mundo.  
La anquilosada teoría de seguir la política general amarrándose a la facción “menos mala” de la burguesía lleva a nuestros camaradas a coincidir con toda suerte de elementos reaccionarios, no para boicotearlos y granjear una base de apoyo más fuerte para la revolución, sino para buscar común acuerdo camino de Estrasburgo. Si realmente los camaradas del PTD están por la revolución, marchan en sentido contrario y si realmente buscan la unidad de lo que entienden por “comunistas”, también van bastante mal, al haber creado una organización cuya práctica política es esencialmente la misma que sigue el conjunto de organizaciones que hegemonizan el MC en el Estado español, así como en el ámbito internacional.   

Epílogo: sobre el Nuevo Poder

Los camaradas del PTD en su trabajo nos instaban a dar nuestro posición sobre el Nuevo Poder. Aunque tal cuestión impregna de alguna forma lo hasta aquí mentado, y sucintamente ya lo tratamos en nuestro primer texto (en el apartado titulado “Grecia, un ejemplo”)hemos decidido tratarlo específicamente al final de nuestra respuesta en tanto puede resumir nuestra postura sobre la línea general de la revolución y en torno a las posiciones del PTD. 
 El nuevo poder se resume como el conjunto de organismos que desde los cuales las masas ejecutan la dictadura revolucionaria del proletariado. Tras el ciclo revolucionario desarrollado a lo largo del pasado siglo, con toda la práctica social que nos ha legado, y que tenemos que sintetizar en teoría revolucionaria que alimente el próximo ciclo de la revolución mundial, podemos integrar una serie de principios universales en torno al nuevo poder o, simplemente poder revolucionario, a saber, que en la constitución del mismo confluyen históricamente: vacío de Poder de la clase dominante y masas organizadas y armadas que pueden poner en marcha los mecanismos de su Programa político revolucionario. Nuevo Poder fue la Comuna de París, lo fueron los Soviets y lo fueron las bases de apoyo de la guerra popular china. Por supuesto en cada una de estas experiencias son diversos factores los que permiten a las masas revolucionarias constituirse en Poder, aunque hay elementos universales que, en distinta escala, se repiten (los que hemos enunciado: vacío de poder y masas armadas en torno a su programa) y en donde el papel de lo consciente, de la conciencia revolucionaria, será cada vez más importante: en la Comuna no podía haber “partido de nuevo tipo” y los Soviets surgirán espontáneamente, aunque sólo con el movimiento político organizado constituido podrán separarse de la estela de la burguesía y constituirse en auténticos organismos independientes que desarrollen la dictadura del proletariado. En la experiencia china va a ser directamente el Partido Comunista quien desarrolle los organismos del nuevo poder, demostrando que en el desarrollo de la Revolución Proletaria Mundial la conciencia revolucionaria va a desplazar al factor espontáneo, para ocupar el centro del proceso revolucionario, lo cual es posible gracias a la síntesis de la experiencia previa por parte de la vanguardia revolucionaria: de Marx y Engels sobre las revolución burguesa; de los bolcheviques de la Comuna y el propio desarrollo de la revolución democrática en Rusia; del Partido Comunista de China sobre la experiencia de Octubre; etc. con la salvedad que en nuestra época hay una serie de premisas históricas que han caducado, aquellas surgidas al calor de la revolución burguesa y que legítimamente la revolución proletaria en fase ascensional tomó para sí, y que han provocado el derrumbe de todo lo construido desde tales premisas que fueron dadas en momento histórico concreto.
Esto no implica que la Revolución Socialista, haya caducado, que la necesidad de la violencia revolucionaria para la conquista y desarrollo del Poder, con el Partido Comunista dirigiendo el proceso hayan caducado. Al contrario, estos principios siguen estando vigentes. Sin embargo analizar la experiencia histórica para desarrollar esa síntesis teórico-política, nos permitirá ordenar correctamente en un plan político todos esos principios. Por eso nos parece tan fundamental tener claro lo que enunciábamos en este mismo texto al definir, algo que no hemos inventado nosotros, la tarea de análisis de la práctica histórica del proletariado internacional como un todo y no como una sucesión de historias desconectadas, ya que los movimientos particulares y aparentemente aislados de la RPM forman parte de un único y mismo proceso general.
En el momento actual, que las organizaciones revisionistas hegemonizan el movimiento comunista, es decir, que la ideología burguesa nutre programas y líneas de actuación, que mediatiza la formación de los cuadros de vanguardia, comprobamos que lo que se entiende por “poder popular” (que vendría a ser un palabro diferente para definir el poder revolucionario)es la traslación mecánica de la concepción laboral/sindicalista al problema del poder. El campo revisionista contempla las organizaciones de defensistas ante el capital como “organismos de poder” (de empoderamiento para el sector más recalcitrante del reformismo). Pero es que esos órganos de resistencia económica de la clase obrera no representan ninguna suerte de poder, y menos, de poder revolucionario, pues no están preparados para destruir la dictadura del capital mediante la imposición de un programa revolucionario (insistiremos en la idea de que  esos organismos han de construirse desde el PC, una vez lo hayamos reconstituido). Y utilizamos aquí “clase obrera” condescendientemente pues la mayoría de esos destacamentos se refieren muy particularmente a los medios de defensa de la aristocracia obrera, de la facción burguesa de entre los asalariados, y cuyos intereses siguen siendo, por más que los monopolios les aprieten las tuercas, antagónicos a los de la masa proletaria.
No obstante esta reconversión de la acepción del “nuevo poder” o “poder popular” entendemos que está integrada en toda una corriente histórica que coincide en buena parte (como casi todo lo que hoy es hegemónico entre la vanguardia no revolucionaria: caso del feminismo) con la crisis del Movimiento Comunista Internacional. Las distintas corrientes pequeño burguesas que afloran en todos los campos a partir de la segunda mitad del pasado siglo, con el estancamiento de la RPM en la posguerra de la II Guerra Mundial, van a concebir el poder estatal bien como conjunto de relaciones individuales aisladas (en su sentido más filosófico) o bien como una suma plana de parcelas sociales (en un ámbito más político). En todo caso van a romper definitivamente con la tesis marxista del Poder como totalidad social en la que cristalizan intereses particulares de clase. Así cualquier huelga, cualquier lucha económica que se radicaliza mínimamente se observa como expresión de “poder popular”, lo que sin duda nada tiene que ver con el concepto marxista de dictadura del proletariado, porque viene a concebir, desde una concepción burguesa-liberal el “poder” que surge en cada lucha parcial en que se escinde la lucha de clases como una especie de “contrapoder” vigilante del verdadero Poder constituido, que no es otro que el de la burguesía. Es decir, se refiere a los microorganismos sociales que, institucionalizados o no, reproducen el orden existente.
El hecho de que los camaradas del PTD no tengan problema en identificar “república democrática” en general con “socialismo”, tal como hacen en el artículo citado, les sitúa en ese campo reaccionario que pretende hacer de la erosión del Estado burgués el programa de los explotados. El PTD no sobrepasa los bordes en que se encuentran encerrados esos programas que caminan entre el reformismo electoralista y la insurrección y que tienen por objeto la toma del viejo Estado (la república democrática burguesa) para desde ahí construir su supuesto “socialismo”. Sin embargo la dictadura del proletariado no puede constituirse desde el viejo Estado, sino contra éste. Más en concreto, desde la construcción consciente de los instrumentos del Nuevo Poder mediante la guerra civil revolucionaria, lo que destruye el armazón burocrático del Estado burgués, esa maquinaria estatal capitalista, y sienta las condiciones de un Estado revolucionario centralizado organizado en torno al sistema de Estado-Comuna, compuesto, valga la redundancia, por esos órganos de Nuevo Poder, por todos aquellos instrumentos sociales que permiten a las masas destruir la base del sistema de opresión clasista, la división social del trabajo, hasta convertirse en humanidad emancipada; lo que conecta tanto con el desarrollo histórico de la revolución proletaria como con todas las advertencias que al respecto ha hecho la vanguardia ideológica del proletariado:

 
“La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de "extinción"[31].

            Los camaradas del PTD señalan que el concepto de “nuevo poder” es algo que están estudiando. Sin embargo su postura sobre el tema es muy clara, dicen que ellos se unen a las reivindicaciones democráticas del movimiento espontáneo de la clase, que en todo caso luchan por una reforma de la dictadura de la burguesía para que se convierta en república democrática, que según el PTD es la forma del Estado obrero socialista. Nada más falso, nada más cercano a las viejas teorías de la socialdemocracia alemana que inducir a la idea de que la democracia parlamentaria es la forma que tomará el Estado obrero socialista, que sólo puede construirse pasando por encima de las formas estatales de la burguesía, destruyendo las instituciones burguesas y sustituyéndolas por las de la clase proletaria. Y no pueden los camaradas decir que se refieren a otro tipo de república democrática más que a la burguesa, pues pretenden acudir hasta desde ese supuesto “movimiento democrático” que no es otra cosa que el conjunto de organizaciones reformistas amparadas bajo el programa de las distintas fracciones de la burguesía.
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Hay un sector de la vanguardia, ciertamente hoy todavía minoritario, que considera, al calor del balance de la experiencia histórica, que la esencia de las tareas de los comunistas están inscritas en la realización de ese análisis que nos permita reconstituir los instrumentos de la Revolución para dotar a nuestra clase de las armas de su liberación. De otra parte hay una mayoría que lastra a lo nuevo, que se desentiende por completo de aquella premisa marxista por la que la práctica es el criterio de la verdad, y se condena así misma (e intenta embaucar a la clase con su propósito) a repetir constantemente los mismos errores, que no se plantea las premisas teóricas de las que parte y se postra ante el espontaneísmo y los dictados del capital, incapaz de elaborar una política propia, que puede sumar al proceso de reconstitución comunista. Los camaradas del PTD no tienen un déficit de formación pues son militantes formados. Su problema es mucho más profundo y responde a la situación general del movimiento comunista. Se puede utilizar la fraseología que se quiera, se puede utilizar la dialéctica como recurso literario, pero otra cuestión es comprenderla y aplicarla en la realidad. Los camaradas del PTD comprenden la realidad como ese conjunto de elementos terminados en que la burguesía estrella su visión del mundo. Aunque hablen de tendencias y desarrollos en constante transformación, etc. su línea política va en dirección adversa. En realidad conciben el movimiento espontáneo en general (lo llamen movimiento sindical o movimiento democrático) como el punto de partida de la “revolución”; de ahí que su práctica sea cualitativamente similar a la de todo el campo revisionista (en todo caso variará su intensidad, el empeño que puedan poner a la consecución de su táctica-proceso). Del mismo modo observan como algo terminado al “movimiento comunista”, no ven más allá del movimiento existente y con él pretende hacer la “revolución”.
Ello lo ocultan hablando de tendencias del desarrollo “m-l” y demás, desatendiendo la forma y contenido revisionistas de todas esas tendencias. Superficialmente creen que el MC es un proceso en transformación, sin embargo actúan como si fuese algo acabado: unidad de los destacamentos existentes para realizar la práctica inmediata que ya realizan todos los grupos. En consecuencia se da una especie de suplantación de las tareas que sólo pueden desarrollarse desde el Partido Comunista, cuya existencia permite que la actividad práctica sea actividad práctica revolucionaria al ser el movimiento político de transformación social.  Siguiendo esta cadena de consecuencias, con las que el PTD es muy coherente, el Estado burgués se convierte en el organismo social al que las masas han de peregrinar tanto para arañar reformas económicas como para preparar la base del socialismo. Por último, y también en congruencia a toda su línea, su capacitación militante, dentro de los límites del revisionismo, les lleva a la conclusión de que para acudir al movimiento espontáneo de la clase no es necesario vestir los ropajes de la “revolución”, como folclóricamente hace el resto del revisionismo, para lo que han hecho de esa suerte de “neolenguaje” ciudadanista su sello de identificación frente a vanguardia y masas, con el cual le deseamos la mayor de las suertes posibles en su tarea, a fin de que puedan rendir cuentas de su línea política ante la clase obrera lo antes posible. 

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Juventud Comunista de Almería
Juventud Comunista de Zamora
Abril de 2014


[2]El Partido del Trabajo Democrático, los exCJC Castilla La Mancha y Unión Proletaria anuncian que se unificarán en una sola organización” http://lamanchaobrera.es/el-partido-del-trabajo-democratico-los-excjc-castilla-la-mancha-y-union-proletaria-anuncian-que-se-unificaran-en-una-sola-organizacion/

[4] Los camaradas de Nueva Praxis publican el texto “El sacrificio del nonato. Respuesta al PTD

[5] Los camaradas señalan al hacer su análisis sobre el desarrollo del movimiento comunista en el Estado español, que la adopción de la línea de “reconciliación nacional” (1956) y el momento en el cual Pasionaria y Carrillo se hacen con la dirección del PCE (Carrillo es elegido secretario general en 1960) son los puntos en que se inicia el declive del PCE y su conversión en partido socialdemócrata. Creemos que tal posición se aclimata a las tesis del revisionismo español que circunscriben la deriva revisionista del PCE a su adopción del “eurocomunismo”, salvando cualquier análisis crítico sobre el Frente Popular, la línea de la Comintern, la Guerra Civil y las dos décadas que median entre ésta y la línea ultra-oportunista del eurocomunismo . Para profundizar algo más en esta cuestión nos remitimos al artículo “A vueltas con Carrillo. El revisionismo en el PCE y el MCI” publicado en REVOLUCIÓN PROLETARIA en Octubre de 2012:  http://revolucionprolet.blogspot.com.es/2012/11/a-vueltas-con-carrillo.html
 
[6]Conclusiones del II Encuentro Estatal Marxista-Leninista” http://www.nodo50.org/gazkom/spip/spip.php?article37
 
[7] “Diez compromisos de los comunistas españoles”

[8] “Comunicado sobre la unidad de los comunistas. Coordinación de Unidad Comunista”, UP, CC27S, PTE, 29 de marzo de 2010.  http://www.partidodelostrabajadores.es/index.php/the-news/190-creada-la-coordinacion-de-unidad-comunista
 
[9] “Comunicado del CC27S y del PTE ante la integración de UP en el PCPE” (2012)
[10] “Documento de Unidad PCPE-UP. Por la unidad comunista sobre la base del marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario”

[13] UJC-Madrid, “Comunicado de la UJC-Madrid sobre la Ruptura con el PCE”

[14] Respuesta del PTD al documento “Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico.”, de las JJCC de Almería y Zamora.

[15] PTD, “Vivan las Marchas de la Dignidad” http://trabajodemocratico.es/vivan-las-marchas-de-la-dignidad/
[16] G. Lukács, “Lenin: La coherencia de su pensamiento”

[17] Mao Tse Tung “Sobre la contradicción”. IV La contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción

[18]Respuesta del PTD al documento “Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico.”, de las JJCC de Almería y Zamora”

[19] Ludo Martens, “El partido de la revolución

[20] UJC-Madrid, “Comunicado de la UJC-M sobre la ruptura con el PCE” Las notas resaltadas en la cita son nuestras (N. de la R.)

[21] PTD, “La república democrática y el socialismohttp://trabajodemocratico.es/la-republica-democratica-y-el-socialismo/
 
[22] ¿Dónde está ese movimiento democrático al que se va a adosar el PTD, en la Junta Estatal Republicana, en Podemos, en Izquierda Unida, en las luchas contra los E.R.E., etc.?)

[24] El “Front de Gauche”, el Frente de Izquierdas, es el movimiento electoral creado por el PCF en 2012. Perteneciente al Partido de la Izquierda Europea (PIE), sus consignas pasan por una “revolución ciudadana” que reponga los ideales republicanos organizando un nuevo proceso constituyente en el paso, como no, al socialismo.   

[25] Consultar: Unir a toda la clase obrera para luchar por sus derechos y por el avance hacia una sociedad socialista.” I Encuentro Estatal de los CUO. Documento Aprobado. Asturias, 26/05/2012

[26]El Partido del Trabajo Democrático participará en las primarias de Podemos para las elecciones Europeas” http://trabajodemocratico.es/el-partido-del-trabajo-democratico-participara-en-las-primarias-de-podemos-para-las-elecciones-europeas/
 
[27] V.I. Lenin, ¿Qué hacer? II La espontaneidad de las masas y la conciencia de la socialdemocracia

[28] V.I. Lenin, ¿Qué hacer? III. Política tradeunionista y política socialdemócrata. El periódico “Rab. Dielo” era un órgano de expresión del ala “economicista” del POSDR. Iskra en esos momentos es el órgano desde el que Lenin defenderá la línea revolucionaria. 

[29]El Partido del Trabajo Democrático participará en las primarias de Podemos para las elecciones Europeashttp://trabajodemocratico.es/el-partido-del-trabajo-democratico-participara-en-las-primarias-de-podemos-para-las-elecciones-europeas/

[30] J. Stalin, “Cuestiones del leninismo”

[31] V.I. Lenin, “El Estado y la Revolución”

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