La extensión de la crisis económica y
política que viven los regímenes burgueses en Europa está facilitando que asome
la cabeza el discurso social del
fascismo. Tal es así que allí donde se encuentra el ojo del huracán, en Grecia, la formación fascista Chryssi Avghi (Amanecer Dorado) pasó en
menos de un año de no aparecer en las encuestas a tener más de 400.000 votantes,
que representan a un 7% de aquellos que todavía acuden a votar[1].
El avance de este “fascismo clásico”
(racista, ultra nacionalista, que se moviliza en las calles implantando el
terror parapolicial y autoproclamado, sin complejos, heredero de los Hitler,
Metaxas…) no puede entenderse sin la fricción que está generando la crisis en
las fuerzas políticas griegas (LAOS, anterior receptor del voto ultra participó en los gobiernos de la Troika junto a PASOK y ND) y que está
llevando a sectores de la burguesía hacia el discurso nacionalista (Amanecer
Dorado busca la salida de la UE) que garantice el orden y la propiedad (las labores parapoliciales de los fascistas
griegos se circunscriben al ámbito de la defensa de la propiedad privada, la
colaboración con la policía en manifestaciones, el acoso a los obreros más
débiles, los inmigrantes, apaleándolos y dando algunos medios “asistenciales” a
los obreros nativos con el fin de fomentar la fractura en la clase obrera). Mas
el fascismo, como movimiento político, tampoco puede reducirse a estos tiempos
de crisis: mientras el imperialismo
europeo disfrutaba de su fiesta de
expansión, aparecía con total tranquilidad Le
Pen en la segunda vuelta de las presidenciales francesas de 2002; crecía
pujante el voto nacional en Austria;
el revisionismo histórico se hacía un hueco en el Báltico marchando en honor a
las tropas de la Wehrmacht; o iba conformándose el neofascismo magiar
que entrelaza a los paramilitares de la Guardia
Húngara con el partido Jobbik y a su vez con numerosos grupúsculos nazis y fascistas
que actualmente encuentran no pocas simpatías en el gobierno conservador de Orban.
Pero el fascismo es más que un movimiento
político. Es un modo de dominación política de la burguesía, que reviste unas
características que lo sustantivizan con respecto a las formas parlamentarias
en que el capital ejecuta su dictadura de clase. Y es por ello que adquiere
importancia realizar un análisis, aunque sea breve, sobre su carácter de clase
para no caer en las elucubraciones del oportunismo y el revisionismo con
respecto a esta cuestión.
El fascismo como relación entre las clases dominantes
El fascismo es un producto histórico de
una determinada época. El rápido crecimiento del capitalismo, el surgimiento de
los monopolios y, tras éstos, el monopolismo de Estado. La carrera
internacional por controlar mercados, por garantizar las exportaciones de
capitales, puso en pie, desde finales del s. XIX, las fuerzas de todas las
potencias mundiales. Éstas, entre otras cosas, no hacían más que exacerbar el
nacionalismo y con él, el discurso de la supremacía racial se convertía en
sustento ideológico que nutría a cada patria
de la consciencia necesaria para luchar por ser la luminaria de la Humanidad[2]. Estalló la I Guerra
Mundial. Y acabó. En las trincheras quedaron decenas de millones de
trabajadores mandados como carne de cañón con el objeto de lograr un buen botín
para sus burguesías. La II Internacional secundó la carnicería. La guerra
permitió el reparto de unas cuantas colonias de los derrotados entre los
vencedores y el desmembramiento de los viejos imperios alemán, austro-húngaro y
otomano. Pero la necesidad de expansión del imperialismo seguía intacta. Todas
las potencias huían, aun sin saberlo, de la gran crisis económica que llamaba a
las puertas del sistema imperialista mundial, que estallaría en 1929. Y a esta
se unía otra crisis que el imperialismo si conocía, una mucho más grave, que
amenazante se acercaba desde el este: la
crisis política que el ascenso de la Revolución Proletaria Mundial imponía a
los dueños del Mundo. Si el viejo y tosco imperio ruso había sucumbido al
Poder revolucionario de los Soviets, el eco de esta gesta estaba haciendo
temblar a todos los poderes de la refinada y burguesa Europa: en Alemania, en
Hungría… pero también en el sur, en Italia, e incluso España[3]. Los regímenes con
elementos parlamentarios mostraban su desgaste. El proletariado, como clase
independiente, ya no jugaba a la farsa del parlamento sustentando a esta o
aquella fracción de la clase dominante. Por el contrario, se lanzaba a romper aquel
estadio político de dominación del capital. El liberalismo, como ideología de
la clase dominante y como sistema estatal que se había asentado en la época del
capitalismo concurrencial, estaba en quiebra: el imperialismo ponía en tensión
a todas las fuerzas sociales, generando tales contradicciones en el mismo marco
nacional, que el Estado liberal,
comprendido como aquel que reconoce a las distintas facciones de la burguesía
la capacidad de representar sus propios intereses (cuestión cubierta
formalmente con la división de poderes)
como base política de la dictadura del capital, no podía solventar democráticamente los conflictos que sacudían
a las clases dominantes (entre los distintos grupos monopolistas, entre las
distintas industrias, entre el capital financiero y la pequeña burguesía, etc.)
Así quedan sentadas las bases para que
opere desde el Estado capitalista el fascismo, como forma concreta que toma la
dictadura de la burguesía, en el momento en que la democracia se limita a tan
sólo algunas fracciones de la burguesía y en dónde éstas ponen todo el peso del
Poder en la ejecución de sus designios económicos y políticos. Es decir, cuando
el poder del capital se centraliza (con respecto al mismo capital), cuando se estrecha la democracia burguesa,
implantando el corporativismo para reducir al máximo las colisiones entre las
fracciones del capital. Reducir las colisiones
en el único sentido que puede hacerlo el capital, arrancando a una parte de esas clases los medios de gestión del Estado (parlamento,
etc.), situándolas, políticamente, en la misma situación en que se encuentra el
proletariado y las masas explotadas cuando el capital marcha bajo su normalidad democrática. Decimos
“políticamente” porque aquellas facciones expulsadas del marco de gestión de la
dictadura burguesa siguen manteniendo su posición de privilegio como poseedores
de medios productivos: en 1950, aunque un proletario madrileño y un empresario
vasco podían ser aliados tácticos en la lucha contra el fascismo español (y tan
sólo en el supuesto de que el proletariado tuviese garantizada su independencia
política a través de su partido de nuevo tipo, cosa que no ocurría ya en el
Estado español[4])
no podían ir por mucho tiempo de la mano, más allá de acabar con el fascismo,
dado que los intereses de uno estarán por la destrucción de toda forma de
propiedad privada sobre los medios de producción (dictadura del proletariado) mientras
que los del segundo estarán en afianzar, potenciar y desarrollar su capital
(democracia para la burguesía nacional vasca).
El fascismo, tal y cómo lo retrató en su
momento la Internacional Comunista, no es más que un arma al servicio de la
clase capitalista[5], y más en concreto, del capital monopolista (o
del grupo capitalista que sea el pilar de la alianza estatal, pues el fascismo
se ha dado en países dependientes). Los objetivos del fascismo son los de
defender los intereses de clase de una facción concreta del capital. Es ésta la
razón que impronta a todas las formas
nacionales que ha adoptado el fascismo y que permiten realizar de éste una
radiografía universal:
“(…)la unidad orgánica de la burguesía en el fascismo no se realiza
inmediatamente después de la conquista del poder. Fuera del fascismo quedan los
centros de una oposición burguesa al régimen. Por una parte, no queda absorbido
el grupo que tiene fe en la solución giolittiana[6]
del Estado. Este grupo se vincula a una sección de la burguesía industrial y,
con un programa de reformismo "laborista", ejerce influencia sobre
estratos obreros y de pequeña burguesía. Por otra parte, el programa de fundar
el Estado sobre una democracia rural del Sur y sobre la parte "sana"
de la industria septentrional tiende a convertirse en programa de una
organización política de oposición al fascismo con base de masas en el Mediodía
(Unión Nacional)” Tesis de Lyon, III Congreso del
Partido Comunista de Italia, 1926.
Lo que adelanta correctamente el Partido
Comunista de Italia en los años 20 es que el
fascismo es una forma de poder de la burguesía, pero no de ésta en su
conjunto si no que es producto del grado
de agudización a que llegan las contradicciones entre esta clase.
Cuando el nacional-socialismo toma el poder en Alemania, esta no ha dejado de
ser una potencia imperialista: los objetivos del capital monopolista alemán
están por un lado en deshacerse del peligro de la Revolución Socialista, el
cual ha estado sobrevolando a la sociedad alemana desde el fin de la Gran
Guerra (sobretodo entre 1918-19, con el Spartakusaufstand,
hasta el derrocamiento de los gobiernos soviéticos en 1923) y que se
mantiene vivo a través del KPD, la mayor organización comunista de Europa, tras
el comunismo soviético. De otra parte, y fundamental para que surja el
fascismo, los monopolios alemanes necesitan superar las trabas internacionales
(derrota bélica que relega al imperialismo alemán en beneficio de Francia, el
Imperio Británico y EEUU) y nacionales (obligatoriedad legal de resolver “democráticamente” los conflictos en el seno del
capital alemán.) para alzarse como principal bloque imperialista mundial. Por
esto en la Alemania fascista el Estado monopolista realiza la planificación
económica, tomando en sus manos, las decisiones económicas de la nación (es decir, unifica la producción capitalista conforme a las aspiraciones de los
grandes monopolios alemanes de la guerra). Realiza el capitalismo de Estado para mantener la propiedad, para
sacar de la crisis a los capitales del país: dota de fuertes inversiones a la
industria pesada y la organiza a través de los planes cuatrienales. Garantiza
la expansión del mercado alemán a través de la ocupación militar, siguiendo los
pasos de toda potencia imperialista. Corporativiza al conjunto de la sociedad
alemana a través del NSDAP (el partido nazi). Despoja a las capas inferiores de
la burguesía de sus organismos de representación y de su capacidad para decidir
libremente en sus asuntos mercantiles
(esto último es una tendencia inherente al imperialismo, que al reunir
elementos de planificación impone cuotas de mercado a los propietarios
particulares. La diferencia es que bajo el fascismo esta circunstancia se
impone de forma ejecutiva, mientras que bajo condiciones parlamentarias, la
burguesía se permite negociar estos asuntos).
Cuatro décadas más tarde es en Chile donde
la principal facción de la burguesía se agarra al fascismo para resolver sus
contradicciones e imponer sus intereses de clase. Si el capital monopolista
alemán utilizó al fascismo para integrar a toda la economía bajo su dominio, la
burguesía chilena realiza la operación contraria: los sectores estratégicos del
capital nacional son desmantelados y puestos a disposición de capitales extranjeros.
El Ejército hace las veces de partido “orgánico” en torno al que se une el gran
capital chileno para realizar estas políticas, seguidas minuciosamente por el
capital norteamericano, (pronto ocuparán carteras ministeriales los Chicago Boys). Una burguesía dependiente
(por su posición en el sistema imperialista mundial) es la explicación material
de esta determinada política “neoliberal” que para la socialdemocracia[7] significaría algo así como
“desmantelar el Estado” cuando en el Chile fascista lo que el Estado hizo fue
convertirse en máquina ejecutoria de los designios del capital nacional en
unión al capital extranjero, llevándose por delante a miles de militantes
obreros.
Los “socialfascistas”
De aquí cabe reseñar algo sobre la
cuestión del fascismo y del Estado que atañe directamente al revisionismo. Para
el fascismo el Estado (nacional) significa la armonía entre las clases sociales
mientras que para el marxismo la existencia de éste es la prueba material de la
existencia de la lucha de clases. Consecuente con esto, el fascismo niega la
lucha de clases y comprende al Estado (aparte de para garantizar los intereses
nacionales) como sujeto que representa la patria
y dota a sus componentes de bienestar,
sean proletarios o patrones. Esto permite la “corporativización” de las clases
sociales, su representación única a través del Estado (capitalista), la unidad
de todas las clases como “clase dominante”. Así es el marco teórico del
fascismo. Si al frente colocamos los postulados del revisionismo es harto
sencillo comprender el epíteto de “socialfascistas” que acuñó el movimiento comunista
para referirse a los exégetas del marxismo: Los socialdemócratas, al negar la dictadura revolucionaria del proletariado,
proponían (y así lo sigue marcando el revisionismo “moderno”) que la clase
obrera entre a gestionar el Estado burgués, es decir, que la clase trabajadora
acceda al poder como clase reaccionaria (así ha pasado hasta hoy en los
Estados imperialistas occidentales) generando el reparto de cuotas de poder
entre las distintas facciones del capital, lo que supone una tendencia hacia la corporativización
de los Estados burgueses la cual se
desarrolla, con altibajos, desde que el capitalismo entró en su fase superior (con este “Estado para
todos” que corporativiza a los sujetos políticos y niega la lucha de clases
podemos comprender porqué se puede denominar socialfascismo a los Estados revisionistas, caso actual de China).
Si a esto le añadimos el papel de la
socialdemocracia en la primera gran guerra imperialista (ningún pudor al
posicionarse por las glorias nacionales y contra la clase obrera) y su labor protagónica al abortar procesos
revolucionarios, con el caso de la Revolución Alemana de 1918-19 en donde
la socialdemocracia se situó a la vanguardia de la matanza uniéndose a las
fuerzas embrionarias del fascismo, los freikorps;
tenemos ya un escenario en que denominar
socialfascistas a los revisionistas no es más que referirse a lo testarudo de
los hechos.
En la crisis de los años 30, con la
exacerbación de las contradicciones sociales la burguesía monopolista tenderá,
caso de Alemania, a deshacerse de sus aliados “democráticos” y la
socialdemocracia, representante de la aristocracia obrera (eslabón más débil de
la alianza de dominación), será la primera en caer en las filas de los perseguidos
por el fascismo. Esta situación será partera para que la socialdemocracia sea,
desde un punto de vista táctico, un aliado del proletariado revolucionario en
la pugna contra el capital, términos sobre los que iremos más adelante.
Un esbozo sobre la Comintern y los frentes populares
Volviendo sobre la caracterización que la
Comintern hizo del fascismo, si bien era justa en cuanto a señalarlo como
producto de la burguesía, erraba a nuestro a entender en determinar que era la
“dictadura abierta y terrorista” de los elementos más reaccionarios del
capital. Cierto es que los elementos de represión sistemática de los que se
dotó el fascismo significaban una “mejora” frente a lo visto con anterioridad (aunque,
verdaderamente, las decenas de miles de communards
asesinados pueden decir lo contrario). Y cierto es igualmente que el fascismo,
como ideología y como movimiento, sacudía a los elementos más reaccionarios de
la sociedad pues era un asalto contra los propios valores políticos emanados de
la revolución burguesa (liberalismo, democracia parlamentaria, división de
poderes…). Pero el racismo, el nacionalismo, las parafernalias imperiales que
el fascismo acercaba eran la cosecha de la siembra que el imperialismo había
realizado en su época de expansionismo.
El acento que la Comintern pone en el
“terror” (represión) como característica del fascismo, unido al viraje político
de la asunción del frente interclasista con los socialdemócratas y el resto de
partidos burgueses[8]
y a la tesis sobre estados intermedios entre la dictadura burguesa y la del
proletariado, estaban sellando la separación teórica y política de dos formas
de ejecución de la dictadura del capital (símil de las teorías kautskianas contra las que se erigió el
comunismo): de un lado el fascismo que “reprime”, de otro lado la “democracia”
(en abstracto) capaz de permitir la libertad de acción política a todas las
clases sociales. Confusión grave que se ha mantenido de tal modo, no sólo entre
la vanguardia, sino entre las masas sin organizar, que cualquier acto represivo
de las fuerzas del capital se identifica como “fascismo” y la respuesta popular
que encuentra es la de “depurar” y “democratizar” a esos cuerpos armados al
servicio de la democracia burguesa:
“El hecho de que los detenidos, es decir, gente que el poder del Estado ha
tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados impunemente por oficiales
y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas, evidencia que la
república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la
burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto
o bien tis pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las
repúblicas mas libres y adelantadas del mundo en la república alemana, es la
libertad de asesinar impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no
puede ser de otro modo mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo
de la democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en virtud
de todos los resultados e influjos de la guerra y de sus consecuencias ha
alcanzado el punto de ebullición.”[9]
Efectivamente, para que la burguesía
desate toda su fuerza represiva no es necesario que su Estado esté organizado
bajo los postulados del fascismo: ya hemos hecho referencia a la Comuna. La
incipiente República de Weimar, sentada sobre el asesinato de los
espartaquistas, era una república democrática, de hecho una de las más
avanzadas de todo el s. XX. Para que el KPD fuese, por segunda vez, ilegalizado
no fue necesario que la Constitución de
Bonn cambiase su base liberal. Algo similar ocurrió en EEUU,
la persecución de militantes obreros desde inicios del s. XX era una lógica de
la democracia burguesa, como lo era el régimen de segregación racial que hasta
bien entrado el siglo pasado se mantuvo en ese país a nivel institucional. Para
asesinar a los jornaleros de Casas Viejas o a los insurrectos de Asturias, la
II República tuvo los mismos reparos que ha mostrado la monarquía
constitucional para encarcelar, torturar y asesinar a militantes vascos y
antifascistas. Podríamos decir algo parecido de la Francia republicana, que
vistió a su Marianne con el uniforme
de los paracaidistas para, vuelta de Indochina, verter la sangre del pueblo
argelino en África y en el centro de París. Mismas fuerzas, pero con vestimenta
británica, que aun someten hoy a una parte de Irlanda. Y podríamos seguir
recitando los crímenes de todos los regímenes democrático-burgueses (es decir,
democracia para los explotadores, dictadura para los explotados) sin tener que
hacer una sola referencia al fascismo. Porque ahogar en sangre a los proletarios conscientes, someter a través del
terror a los pueblos, es la única ley que respeta la burguesía. Es justo
señalar el terror que sigue al fascismo. Es reduccionismo, y contrario a la
tesis marxista del Estado, enfrentar al fascismo el régimen parlamentario. Aquí
entran en colusión los principios con la táctica. Se entra en el simplismo
político al denominar fascismo a cualquier forma represiva que adopte un Estado
burgués. Este signo, que se ha mantenido en el seno del movimiento comunista,
lleva en la actualidad a observar, que las tareas políticas de la vanguardia
comunista no han de estar encaminadas a reconstituir el Partido Comunista sino
a forjar una especie de frente anti-fascista con otras clases que,
consecuentemente no tendrán por objeto la construcción de las bases de apoyo
(tarea del partido revolucionario), de la Revolución Socialista, sino que se
pondrán por meta (aunque sea “volante”) la lucha por alguna suerte de Asamblea
Constituyente o etapa republicana intermedia, repitiendo punto por punto, aunque
esta vez con la experiencia suficiente para no caer en ella, la deriva por la
que navegó el movimiento comunista. Por ello la cuestión del fascismo ha de
quedar perfectamente clara. Una mala interpretación del carácter de clase del
Estado lleva al proletariado a estrellarse contra el muro de la realidad y ha
convertirse en apéndice de algún sector de la burguesía.
El frente interclasista, el Frente
Popular, reviste el siguiente problema: Sólo cuando el proletariado está
constituido en Partido Comunista puede permitirse hablar de alianzas en torno
al poder, sean tácticas o estratégicas. Podemos partir de la premisa de que las
secciones nacionales de la I.C. eran partidos de nuevo tipo, sino por sí
mismos, por la existencia de la propia I.C. como partido mundial (aunque la consigna de “bolchevización” de los
partidos comunistas lanzada por la I.C. en 1924 invita a reconocer los límites
de tal premisa). En este caso un Partido Comunista puede y debe tener en cuenta
el estado de la lucha de clases en el marco en que se desenvuelve, la
correlación de fuerzas existentes y los objetivos por los que lucha cada clase
social, incluidos los intereses concretos por donde navegue la Revolución. Un
P.C. puede y debe manejar su táctica teniendo presente las contradicciones de
la clase dominante y donde puede abrir la
brecha, en un momento determinado, para debilitar la unidad del campo de la
burguesía. Todo esto es válido y está en la esencia de toda organización
revolucionaria. Pero todo esto parte de la premisa de la existencia del
Partido, esto es, la incorporación del proletariado a la política como sujeto
revolucionario, como sujeto independiente. La actividad del Partido Comunista (bolchevique) es un
gran ejemplo. Los bolcheviques no tuvieron mayor problema en aliarse con
sectores del campesinado y la pequeña burguesía (adopción del programa agrario eserista) para llevar a cabo la
Revolución de Octubre. Esta alianza (con los eseristas de izquierda) no significaba que los bolcheviques
renunciasen a implantar el socialismo en el campo de la mano de la dictadura
revolucionaria de la clase obrera, es más, esta alianza tenía por objeto sentar
las bases de tal socialización al permitir
el derrocamiento del Poder burgués y el sometimiento de las clases poseedoras
al Poder de los Soviets, ganados
para la Revolución Socialista gracias a la labor bolchevique. Los
bolcheviques no tomaron el Estado “burgués”, sino que lo destruyeron y las
alianzas las gestionaron desde la imposición de la dictadura proletaria. Si seguimos
el hilo histórico de la RPM nos encontramos con la revolución en China. El Partido Comunista de China se forjó
entre el debate ideológico y el balance de las duras derrotas a que lo sometió
la burguesía nacional china unida en el Kuomintang: El Partido, fundado en 1921[10], se alió con el
Kuomintang en 1922 para forjar el frente
unido que desarrolló la guerra civil contra los elementos de la burguesía
burocrática china aliada del imperialismo. Pero esta organización inicia en
1927 la persecución de los cuadros comunistas, iniciándose el segundo período
de guerra civil en la cual el P.C. va asentar su base en el campo movilizando a
las masas con la guerra de guerrillas. En medio de la guerra civil, China ha de
enfrentarse a un nuevo reto: la invasión del imperialismo japonés. Ante estos
hechos la Comintern insta al P.C. a que vuelva a unirse al Kuomintang del mismo
modo en que estuvo en 1922-27, como forma de aplicar en China el “frente
popular” ¿Qué hicieron los comunistas chinos? Sellar una alianza
anti-imperialista con el Kuomintang, ¿significaba esto bajar las bandera rojas
y declinar ante un régimen burgués? Todo lo contrario, supuso mantener
enfrentadas a dos fuerzas contrarrevolucionarias (el Kuomintang chino y el
imperio japonés) permitiendo al Partido
mantener intacta su independencia política y desarrollando, más y mejor, su
trabajo propio en el terreno militar (el Ejército
rojo desarrolla guerra popular contra Japón) implantando en las zonas donde
se fusiona con las masas el Nuevo Poder, la democracia de los obreros y el
campesinado.
En el caso ruso y chino se manejan las alianzas de tal modo que el
proletariado revolucionario no queda atado a programas que le son ajenos, por
el contrario, queda liberado para desarrollar su línea revolucionaria.
¿Qué es lo que hace la Comintern cuando
propone y desarrolla los Frentes Populares?
La unidad inminente (en frentes únicos o incluso
en partidos únicos proletarios) con
la socialdemocracia de la II Internacional. Aun así, las tesis del frente
popular siguen haciendo referencia a la cuestión de la independencia política
de los comunistas:
“Naturalmente, los comunistas no pueden, ni deben
renunciar, ni por un solo minuto, a su labor
propia e independiente de
educación comunista, de organización y movilización de las masas. Sin embargo,
para asegurar a los obreros el camino hacia la unidad de acción, hay que
conseguir sellar al mismo tiempo acuerdos a corto y a largo plazo sobre acciones comunes con los partidos
socialdemócratas, los sindicatos reformistas y las demás organizaciones de los
trabajadores contra los enemigos de clase del proletariado.”[11]
Pero todo el trabajo de los P.C. se
circunscribe al ámbito de la organización de las luchas de resistencia de las
masas, a que los comunistas sean los que mejor organizan la lucha sindical, la
lucha por la defensa de los derechos democrático-burgueses, etc. Y la ofensiva,
una vez se hallan “acumulado” las fuerzas necesarias (en la unidad de acción
con la socialdemocracia) se lanzará en forma de huelga política, la táctica proletaria de la época previa a la
existencia de los partidos de nuevo tipo:
“Debemos
preparar sin descanso a la clase obrera para los cambios rápidos de formas de lucha, al variar las circunstancias. A
medida que crezca el movimiento y se fortalezca la unidad de la clase obrera,
tendremos que ir más lejos y preparar el paso de la defensiva a la ofensiva contra el capital, poniendo proa a la
organización de la huelga política de
masas. Condición obligada de una huelga semejante es que los sindicatos
fundamentales de cada país sean enrolados en ella.”[12]
Ocurre con la cuestión del Poder algo
similar. En las tesis del VII Congreso, la IC no reniega del poder soviético:
“(…)
los comunistas somos partidarios del poder soviético, único poder capaz de
emancipar a los obreros del yugo del capital. Pero, ¿queréis un gobierno
laborista? Perfectamente. Nosotros hemos luchado y luchamos mano a mano con
vosotros por derrotar al "gobierno nacional". Estamos dispuestos a
apoyar vuestra lucha por la formación de un nuevo gobierno laborista, a pesar
de que los dos gobiernos laboristas anteriores no han cumplido las promesas
hechas por el Partido Laborista a la clase obrera. No esperamos de este
gobierno que se realicen medidas socialistas. Pero, en nombre de millones de
obreros, le formulamos la exigencia
de que defienda los intereses económicos y políticos más apremiantes de la
clase obrera y de todos los trabajadores. (…)”[13]
Pero sin embargo propone el apoyo a un
gobierno progresista con la esperanza
de que este frene las medidas reaccionarias que está imponiendo la burguesía o
en todo caso, si así no lo hiciese, las masas obreras que arrastraba el laborismo (la socialdemocracia
británica), caerían tranquilamente en el colchón de los comunistas. Así se
situaba la acción comunista totalmente subordinada a los intereses de otras
clases sociales que por defecto
darían a los comunistas la dirección de las masas. No hay construcción
independiente de los mecanismos de la Revolución. El problema cardinal aquí es
que los comunistas no sobrepasaban la labor de organizar las luchas por
reformas junto a otras clases (la socialdemocracia ya hemos dicho, encuentra su
base material en la aristocracia obrera) y no está construyendo paralelamente
ninguna base política ni de Poder independiente de la burguesía y en los casos
que lo hace (el Quinto Regimiento en España) pronto lo diluye en las formas de
acción de otra clase (Ejército republicano). Y se espera de todo esto que las
masas, por la justeza de las
consignas, por el desarrollo de las cosas, caigan en brazos de los comunistas.
El problema de la IC no proviene de
orquestar la alianza táctica con sectores de la burguesía (incluidos los
socialdemócratas) en la lucha contra el fascismo, sino en elevar esta alianza a
bloque de poder atando así las manos de la vanguardia revolucionaria y
obligándola a cumplir con los programas de otras clases deshaciéndose de sus
propios objetivos (contrario a la experiencia pretérita rusa y a la coetánea
china). En vez de ser una alianza en la perspectiva de crear Poder
Revolucionario se convierte en la alianza hacia un poder en el que se mantiene
dicha alianza: en otras palabras; la alianza no se concibe como modo de
permitir la ejecución de la dictadura revolucionaria del proletariado
(independencia política de la clase obrera) sino para garantizar la pervivencia
de una forma de dictadura de la burguesía (a lo sumo adjetivada de “nuevo tipo”[14]).
Fundamentos para el debate
La cuestión del fascismo
y la lucha antifascista es parte fundamental en la historia del Movimiento
Comunista Internacional. La valentía con la que millones de comunistas se
lanzaron a la victoria frente a aquel, tiende a poner un velo ante muchos
militantes que observan en el análisis marxista sobre aquel periodo un
“peligro” para la memoria. Ver así las cosas es producto de la debilidad de
nuestro movimiento, tomado por el oportunismo y cuya práctica política
desatiende a las bases mismas sobre las que se constituyó el comunismo. Pues
hacer balance de nuestra experiencia revolucionaria no debe plantearse ni como
un medio para renegar de la historia ni como una forma de autocomplacencia.
Hacer balance de la experiencia de la Revolución significa entresacar los
elementos concretos y los generales de todo proceso, para poder abordar el
próximo período de la Revolución Socialista desde las cotas ideológicas más
elevadas, que son la garantía previa para cualquier empresa proletaria que se
ponga por objeto no solo el derrocamiento del poder burgués, sino el desarrollo
de la revolución socialista hasta sus últimas consecuencias. Frente a esto aún
se erigen aquellos que se atan a una u otra “tradición” del movimiento para
trasladar mecánicamente cualquier estrategia o táctica (incluso aunque
demostrase su invalidez) para lo que suelen desembarazarse del análisis marxista
y la contextualización que nos llevan siempre a unos elementos comunes que se
han dado en cualquier proceso revolucionario: la construcción de la vanguardia
a través de la lucha teórica y programática, la independencia política del
partido comunista y la necesidad de ir construyendo un Poder revolucionario
(que movilice a las masas) para destruir el poder del capital.
REVOLUCIÓN
PROLETARIA
DICIEMBRE
2012
NOTAS
[1]
En las generales de 2009, los nazi-fascistas griegos apenas consiguieron el 0,3
% de los votos. En mayo de 2012 llegaron al 7% (21 escaños) y en junio se
mantuvieron en el 6,9% (18 escaños).
[2] Los imperialistas
británicos a lo largo del siglo XIX defendían que la raza “anglosajona” por su
superioridad estaba llamada a ser la raza civilizadora
de los bárbaros. Tras la II GM Churchill mantendría esa lógica discursiva en la
que los pueblos “de habla inglesa” debían extender su dominio global para
frenar al bolchevismo. Los fascistas alemanes no hicieron más que acogerse a
esta “tradición” y ponerla a funcionar bajo sus particulares intereses.
[3] Entre la Revolución de
Octubre y el año 1923 se suceden gobiernos revolucionarios en varias regiones
de Alemania, en Bulgaria, Hungría, Finlandia. En Italia este período se conoce
como el Bienio Rosso, surge el
movimiento de ocupación de fábricas y se produce la rebelión de Bersaglieri. En
España los tres primeros años de la década del 20 se conocen como “trienio
bolchevique” por la elevada y continuada capacidad de combate que mostró el
proletariado del campo y la ciudad, todo esto precedido por los choques
revolucionarios de la Huelga General de 1919.
[4] En un artículo anterior “A
vueltas con Carrillo: El PCE y el revisionismo en el MCI” (Octubre 2012) realizábamos
un análisis sobre la línea política del PCE tras la guerra civil, cuando el
Partido asume todos los elementos “tácticos” y “estratégicos” del revisionismo:
reniega de la dictadura del proletariado y de la lucha de clases para
postularse como fuerza de orden para gestionar el desarrollo del capitalismo
español.
[5] “Bajo las condiciones de la profunda crisis económica desencadenada, de
la violenta agudización de la crisis general del capitalismo, de la revolucionarización
de las masas trabajadoras, el fascismo ha pasado a una amplia ofensiva. La
burguesía dominante busca cada vez más su salvación en el fascismo para llevar
a cabo medidas excepcionales de expoliación contra los trabajadores, para
preparar una guerra imperialista de rapiña, el asalto contra la Unión
Soviética, para preparar la esclavización y el reparto de China e impedir, por
medio de todo esto, la revolución.” G.
Dimitrov, Informe ante en VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2
de agosto de 1935
[6] La solución giolittiana, se refiere a la época de principios del siglo
XX en la que Giovanni Giolitti gobernó
intermitentemente el país. Político liberal, su gestión se centraba en
conciliar los intereses de la burguesía con los sectores organizados de clase
obrera para suprimir las aspiraciones del proletariado revolucionario. Llegó a
proponer a Palmiro Togliatti una cartera ministerial a la que renunció. No dudó
en defender la acción fascista contra las organizaciones revolucionarias. (Nota de REVOLUCIÓN PROLETARIA)
[7] En la actualidad la
política de reestructuración que lleva a cabo la burguesía ante su crisis se
define como “desmantelamiento” del Estado, ya que se ve a éste como un
dispensador de servicios públicos y no como un instrumento al servicio de la
clase dominante. En esto se dan la mano revisionistas y socialliberales,
siempre pendientes de la defensa de “lo público”.
[8] La socialdemocracia
converge con la burguesía desde su bancarrota, en algunos casos antes. Cierto
es que sociológicamente habrá sectores de la socialdemocracia que alberguen en
sus filas a sectores proletarios que incluso se van a situar a la izquierda de
la IC, caso de la izquierda del PSOE durante la guerra civil. Aunque, para ver
el dificultoso marco de la época, quienes representaban a aquella izquierda,
entre ellos Largo Caballero, venían de haber participado en los gobiernos
primorriveristas.
[9]
Tesis e Informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado,
V.I. Lenin, 1919.
[10] El Partido Comunista de
China se funda oficialmente en 1921, mas su constitución como partido de nuevo
tipo se realiza tras la experiencia 1921-1927. Para una interpretación marxista
de este período es recomendable estudiar el trabajo “China 1927. De la insurrección a la guerra popular” El Martinete nº 20, 2007.
[11]
G. Dimitrov, Informe ante en VII Congreso Mundial de la Internacional
Comunista, 2 de agosto de 1935
[12]
Ibídem
[13]
Ibíd.
[14] “Ese régimen, por el establecimiento y desarrollo del cual luchó el
Partido Comunista era la República Democrática que en el transcurso de la
guerra fue convirtiéndose, en virtud de las transformaciones realizadas, en una
República de nuevo tipo: no era la del 14 de abril, pero no era tampoco una
República Socialista.” Historia del PCE, EditIons Sociales, 1960
el fascismo es la antesala o salida del estado burgués ante su crisis evidente, que se manifiesta, con medidas antipopulares, de igual forma, con todo su aparato militar para destruir las aspiraciones de las clases populares, con terror, asesinatos selectivos, escuadrones paramilitares para torturar desaparecer, y poner su brazo armado el ejército nacional al servicio de los dueños del país.como sucedió con mayor énfasis en el gobierno del señor uribe
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