EL PCE Y EL REVISIONISMO EN EL MCI
Los
voceros
del
capital
y
el
adiós
a
Carrillo
En
septiembre,
asistimos
a
uno
de
esos
momentos
en
los
que
la
burguesía,
a
coro,
se
lamenta
por
la
pérdida
de
uno
de
los
suyos.
Carrillo
(Santiago)
se
murió.
Todos
los
representantes
del
régimen,
desde
los
electos
derechosos
hasta
la
inteligentsia
de
la
izquierda,
se
unieron
para
dar
el
último
adiós
al
finado.
La
televisión
pública
volvió
a
mostrarse
como
un
NODO
parlamentado
en
donde,
como
en
cualquier
otro
de
los
organismos
de
la
dictadura
del
capital,
las
distintas
facciones
de
la
clase
dominante
dirimen
democráticamente
como
van
a
realizar
su
propaganda.
Y
con
este
muerto
no
hay
dudas:
político
de
inusitada
envergadura
que
supo
medir
las
dificultades
de
su
tiempo
y
velar
por
los
intereses
de
la
nación,
para
dotar
al
conjunto
del
pueblo
español
de
otros
40
años
de
paz
y
concordia,
como
gesta
reconciliatoria
en
que
ha
de
acabar
el
currículum
de
todo
luchador
que
quiera
ser
llorado
por
un
rey.
Cualquier
acontecimiento
en
una
sociedad
divida
en
clases
se
torna
en
político
y,
qué
duda
cabe,
ante
el
adiós
de
Carrillo
los
portavoces
de
las
distintas
corrientes
políticas
que
atraviesan
a
los
“movimientos
de
izquierdas”
han
tomado
palabra.
Algunos
han
hecho
un
“balance
crítico”
de
la
vida
del
ex
contertulio
del
grupo
PRISA,
concluyendo
que,
a
fin
de
cuentas,
Carrillo
es
de
los
de
abajo,
del
pueblo,
de
“los
nuestros”1.
Llama
la
atención
como
machaconamente,
a
través
de
los
“huecos”
que
“les
deja”
el
sistema,
los
representantes
de
la
pequeña
burguesía,
que
busca
reedificar
su
discurso
democrático,
intentan
pasar
sus
intereses
por
los
del
proletariado.
Si
bien
esta
situación
responde
a
un
marco
social
y
político
enraizado
en
los
orígenes
de
la
misma
clase
obrera
como
sujeto
político
envuelto
en
las
contradicciones
de
la
sociedad
en
donde
trabajo
y
capital
son
la
partera
de
lo
existente:
Cuando
la
burguesía
accedió
al
Poder
durante
el
siglo
XIX
su
revolución
implicó,
de
forma
expansiva,
al
conjunto
de
las
clases
que
la
auparon
a
clase
dominante.
El
proletariado
sirvió
como
arma
entre
las
disputas
de
las
distintas
fracciones
de
las
clases
burguesas
en
toda
Europa
hasta
que
no
alcanzó
a
comprender,
a
través
de
la
acumulación
de
su
propia
experiencia,
que
era
una
clase
con
intereses
propios
que
podía
llevar
a
cabo
su
Revolución.
Esto
confinó
al
proletariado
al
marco
programático
de
la
pequeña
burguesía
radical
en
toda
una
época
iniciada
en
1789
y
que
empezaría
a
perder
su
sentido
histórico
a
medida
que
el
proletariado
se
confirmaba
como
clase
independiente
(desde
la
Revolución
de
1848
hasta
la
Comuna
de
París).
Período
de
maduración
que
culmina
con
la
sintetización
teórica
de
la
experiencia
práctica
de
la
lucha
de
clases
acometida
por
los
marxistas
revolucionarios
rusos,
que
se
enfrentarán
desde
un
punto
más
elevado
a
su
realidad
concreta
al
extraer
las
conclusiones
universales
de
la
experiencia
del
movimiento
obrero
europeo:
la
necesidad
del
partido
obrero
de
nuevo
tipo.
Entre
la
oferta
política
actual
se
encuentran
las
terceras
repúblicas,
los
proyectos
constituyentes,
las
democracias
participativas
y
toda
suerte
de
titulares
que
pretenden
devolvernos
a
la
época
en
que
el
proletariado
era
el
ala
radical
de
los
movimientos
democrático-burgueses,
con
la
“novísima”
excusa
de
sostener
el
bienestar
a
través
de
un
Estado
garantista
que
defienda
la
igualdad,
la
libertad
y
la
fraternidad.
Bonitas
armas
anti-feudales
con
las
que
la
radicalidad
del
sistema
se
atreve
a
tildar
a
la
dictadura
del
proletariado
y
al
marxismo
de
antiguallas.
De
quienes
gestionan
este
país
y
de
los
que
están
agazapados
a
su
izquierda
preparando
la
“syrización”
de
la
política
estatal
han
venido
loas
de
distintos
grado
hacia
nuestro
protagonista,
de
tal
modo
que
han
plasmado
en
ellas
su
punto
de
vista
de
la
realidad:
la
historia
la
hacen
los
individuos;
línea
argumental
de
lo
que
significa
el
culto
a
la
personalidad,
que
desde
un
punto
de
vista
marxista
significa
elevar
a
individuos
por
encima
de
los
intereses
sociales
de
los
que
eran
portadores
para,
en
última
instancia,
negar
las
contradicciones
de
clase
(como
hecho
objetivo)
y
rebajarlas
a
confrontaciones
entre
sumas
de
individuos.
Se
olvidan
estos
cuentacuentos
que
la
lucha
de
clases
encumbra
a
individuos,
más
éstos
solo
representan
los
intereses
de
una
clase
social
porque
surgen
en
una
determinada
época
de
la
historia
que
los
condiciona
y
en
donde
la
lucha
de
clases,
por
ser
motor
de
la
historia,
los
lleva
a
uno
u
otro
lado
de
la
barricada.
Carrillo,
por
supuesto,
es
un
enemigo
de
los
asalariados,
pero
es
inconcebible
pensar
en
Carrillo
como
individuo
por
encima
de
las
clases
sociales
y
portador
de
unos
determinados
intereses
de
clase
que
se
transcriben
socialmente
en
forma
de
programa
político.
Pero
este
modo
de
operar
nos
lo
encontraremos
siempre
al
repasar
la
historiografía
burguesa
(en
la
que
incluimos
a
anarquistas,
trotskistas
y
revisionistas
“ortodoxos”).
¿Qué
pasa
cuando
se
habla
de
la
Unión
Soviética?
Que
se
reduce
la
lucha
de
clases
a
una
lucha
interpersonal
(entre
Stalin
y
Trotski,
durante
los
años
20)
o
a
las
decisiones
de
un
pequeñísimo
grupo
(en
la
cúspide
y
a
la
vez
sin
relación
alguna
con
el
resto
del
conjunto
social)
que
“deformaría”
al
Estado
Soviético:
lo
dicen
los
trotskistas
para
explicar
la
derrota
de
su
líder;
lo
dicen
los
anarquistas
para
explicar
la
inoperancia
de
sus
predecesores
en
la
Revolución
Rusa;
lo
dicen
los
revisionistas
“ortodoxos”
para
definir
todo
el
proceso
de
lucha
que
se
encumbró,
para
desgracia
del
proletariado,
en
el
XX
Congreso
del
PCUS.
El
PCE
y
el
camino
hacia
la
“transición”
Volviendo
a
don
Santiago
y
su
adiós.
¿Qué
es
lo
que
debe
surgir
de
las
filas
del
comunismo
ante
este
acontecimiento?
Sobre
su
figura
se
ha
dicho
tanto,
desde
todos
los
puntos
del
mapa
político,
que
al
menos
hemos
de
plantear
una
reflexión
colectiva
que
nos
sirva
para
analizar
el
desarrollo
histórico
del
MC
en
España
pero,
por
supuesto,
para
ello
habrá
que
superar
con
creces
la
vida
de
este
señor.
Es
cierto
que
Santiago
Carrillo
fue
una
de
las
principales
figuras
del
PCE
a
lo
largo
de
su
historia
y
por
ello
su
vida
es
tan
controvertida
como
la
del
mismo
partido,
que
empezó
siendo
la
sección
española
de
la
Internacional
Comunista,
faro
de
la
Revolución
Proletaria
Mundial,
y
terminó
como
baluarte
de
las
aspiraciones
imperialistas
del
capitalismo
español.
Iniciado
en
la
organización
juvenil
del
PSOE,
Carrillo
no
encuentra
dificultades
en
convertirse
en
dirigente
de
las
JSU
para
luego
encaramarse
al
PCE.
Acabada
la
guerra
es
cuando
Carrillo
se
erige
en
pieza
clave
para
el
PCE,
pues
se
le
encarga
la
tarea
de
organizar
al
Partido
en
España.
Una
época
dura
en
que
los
militantes
antifascistas
trabajan
en
la
clandestinidad
y
donde
cualquier
obrero
podía
ser
prendido
y
asesinado
por
la
policía
fascista.
En
el
Movimiento
Comunista
Internacional
se
estaba
desarrollando,
aunque
en
forma
solapada,
la
lucha
de
dos
líneas
que,
precisamente,
va
a
significar
la
antesala
del
ya
mentado
Congreso
del
PCUS.
Los
partidos
comunistas
occidentales
están
embarcados
en
la
suicida
alianza
con
la
burguesía
monopolista
(en
Francia
e
Italia)2
siguiendo
las
pautas
que
dejó
escritas
la
IC
(gobiernos
de
unidad
nacional):
“La
guerra
mundial
desencadenada
por
los
hitlerianos
ha
agudizado
aún
más
las
diferencias
en
las
condiciones
de
los
distintos
países,
trazando
una
línea
divisoria
profunda
entre
los
países
que
se
convirtieron
en
portadores
de
la
tiranía
hitleriana
y
los
pueblos
amantes
de
la
libertad
que
se
unieron
en
la
poderosa
coalición
contra
Hitler.
Mientras
que
en
los
países
del
bloque
hitlerista
la
tarea
básica
de
los
trabajadores
y
todas
las
personas
honestas
es
contribuir
en
todas
las
formas
imaginables
hacia
la
derrota
de
este
bloque,
al
socavar
la
maquinaria
de
guerra
hitleriana
desde
el
interior,
ayudando
a
derrocar
a
los
gobiernos
responsables
de
la
guerra,
en
los
países
de
la
coalición
anti-Hitler,
el
deber
sagrado
de
las
más
amplias
masas
del
pueblo,
y
en
primer
lugar
de
los
trabajadores
progresistas,
es
apoyar
en
todos
los
sentidos
a
los
esfuerzos
de
guerra
de
los
gobiernos
de
esos
países
por
el
bien
de
la
rápida
destrucción
del
bloque
hitlerista
y
asegurar
la
colaboración
amistosa
entre
las
naciones
sobre
la
base
de
la
igualdad
de
derechos”.
Comunicado
del
Comité
Ejecutivo
de
la
Internacional
Comunista
presentado
a
las
secciones
nacionales
en
Mayo
de
1943.
(Una
vez
recibido
y
aprobado
este
comunicado
por
las
secciones
nacionales,
la
Comintern
se
autodisolvió.
Entre
quienes
apoyaron
esta
decisión
estaba
Dolores
Ibárruri,
representando
al
PCE).
El
comunicado
sigue,
designando
la
tarea
de
llevar
a
cabo
la
lucha
armada
en
los
países
“hitleristas”.
Pero
acabada
la
II
Guerra
Mundial
las
organizaciones
armadas
se
convierten
en
un
problema
para
las
direcciones
de
los
países
vencedores
que
han
de
presentarse
ante
la
burguesía
internacional
como
“partidos
de
gobierno”
o
Estados
aliados.
Y
este
hecho
embarga
al
conjunto
del
MCI:
El
Ejército
Democrático
Griego
(1946-49),
organismo
generado
por
el
KKE,
se
queda
sólo
en
su
lucha
contra
el
imperialismo
angloamericano
y
el
gobierno
burgués
(con
el
que
intentó
una
alianza
multitud
de
veces
antes
de
ser
empujado
a
la
guerra
civil).
Los
cuadros
comunistas
que
comandaron
al
pueblo
griego
en
su
guerra
serían
purgados,
ya
en
el
preludio
de
1956,
por
el
revisionismo
soviético
(PCUS)
y
el
heleno
(KKE),
acusados
de
“izquierdistas”
y
“agentes
alemanes”3.
Las
agrupaciones
guerrilleras
en
España
significan
la
persistencia
del
conflicto
armado
y
el
PCE
quiere
presentarse
ya
como
el
lapidador
de
toda
herida
abierta
por
la
guerra
civil
en
aras
de
crear
un
gobierno
de
unidad
nacional
contra
Franco
(consigna
ya
esgrimida
durante
la
Guerra,
mantenida
tras
el
golpe
de
Casado
y
que
tomará
nueva
forma
tras
el
fin
de
la
IIGM):
“La
política
de
Unión
Nacional
preconizada
por
el
PCE
se
basaba
en
el
hecho
de
que
la
gama
de
las
fuerzas
opuestas
a
la
política
franquista
de
apoyo
al
hitlerismo,
era
más
amplia
que
la
de
las
fuerzas
que
habían
luchado
por
la
República.
Existía
la
posibilidad
de
un
reagrupamiento
de
las
fuerzas
políticas
que,
poniendo
fin
a
la
división
abierta
por
la
guerra
civil,
incorporase
a
la
acción
contra
la
dictadura
a
sectores
que
antes
la
habían
apoyado,
pero
que
en
1942
se
pronunciaban
en
favor
de
la
coalición
antihitleriana
y
de
la
neutralidad
española.”
Historia
del
Partido
Comunista
de
España4
La
dirección
del
PCE
en
aquel
entonces
no
hace
más
que
seguir
las
directrices
que
predominan
en
el
MCI.
Con
el
“viraje”
de
19485
liquida
la
lucha
armada
y
aborda
la
tarea
de
infiltrarse
en
el
sindicalismo
vertical
para
contactar
con
las
masas.
Tras
años
trabajando,
sin
resultados
notorios,
con
la
política
de
Unidad
Nacional,
se
pasa
a
la
tesis
de
la
Reconciliación
Nacional
aprobada
por
el
Comité
Central
(en
1956,
cuatro
años
antes
de
que
Carrillo
sea
designado
secretario
general
en
el
VI
Congreso
del
Partido):
“…el
Partido Comunista de España declara solemnemente estar dispuesto a
contribuir sin reservas a la reconciliación nacional de los
españoles, a terminar con la división abierta por la guerra civil y
mantenida por el general Franco.
(…)
Existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de
terminar con la artificiosa división de los españoles en «rojos»
y «nacionales», para sentirse ciudadanos de España, respetados en
sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo
nacional su esfuerzo y sus conocimientos” Declaración
del Partido Comunista de España “Por la reconciliación nacional,
por una solución democrática y pacífica del problema español”
Junio de 1956
Una
política
que
definitivamente
tiró
por
la
borda
la
lucha
de
clases,
además
de
presentar
un
análisis
sesgado
de
la
realidad
española,
donde
según
el
PCE,
apenas
una
vieja
camarilla
ligada
a
Franco
estaría
beneficiándose
del
régimen,
lo
que
posibilitaba
la
creación
de
ese
frente
interclasista.6
En
este
sentido
abría
que
apuntar
que
el
fascismo
se
caracteriza,
más
allá
de
sus
vestiduras,
por
centralizar
el
poder
de
la
clase
dominante
en
un
aparato
corporativista,
reconduciendo
todas
las
formas
de
representación
social
a
través
del
Estado
burgués
sin
“sociedad
civil”
ajena
a
ese
cuerpo,
como
sucede
bajo
las
dictadura
parlamentaria.
Este
papel
corporativista
se
imbricó
durante
un
largo
período
a
través
de
la
Falange
y
el
sindicato
vertical.
Claro
está,
esto
hacía
que
en
el
Estado
español
las
contradicciones
en
el
seno
de
la
clase
dominante
hiciesen
temblar
al
régimen
fascista
en
donde
la
composición
clasista
del
poder
era
más
rígida
y
estática,
ofreciendo
menos
posibilidades
tácticas
a
la
fracción
dirigente
(amparada
sin
fisuras,
eso
sí,
por
el
corpus
central
del
Estado:
el
Ejército).
Frente
a
la
flexibilidad
parlamentaria
que
permite
a
la
burguesía
mejorar
su
máquina
política
para
solventar
las
contradicciones
“de
arriba”
democráticamente
y
no
mediante
la
imposición
directa
de
uno
u
otro
sector,
ya
fuesen,
durante
el
régimen
fascista,
los
falangistas,
los
militares
o
los
tecnócratas
del
Opus.
No
obstante
esta
nota
sobre
el
adelanto
que
supone
para
la
dictadura
del
capital
el
régimen
parlamentario
está
más
que
señalada
por
Lenin
en
“El
Estado
y
la
Revolución”
cuando
trata
la
cuestión
de
la
“república
democrática”
burguesa:
“La
omnipotencia
de
la
"riqueza"
es
más
segura
en
las
repúblicas
democráticas,
porque
no
depende
de
la
mala
envoltura
política
del
capitalismo.
La
república
democrática
es
la
mejor
envoltura
política
de
que
puede
revestirse
el
capitalismo,
y
por
lo
tanto
el
capital,
al
dominar
(a
través
de
los
Pakhinski,
los
Chernov,
los
Tsereteli
y
Cía.)
esta
envoltura,
que
es
la
mejor
de
todas,
cimenta
su
Poder
de
un
modo
tan
seguro,
tan
firme,
que
ningún
cambio
de
personas,
ni
de
instituciones,
ni
de
partidos,
dentro
de
la
república
democrática
burguesa,
hace
vacilar
este
Poder.”
El
desarrollo
de
la
lucha
de
clases
en
el
Estado
español
también
nos
ofrece
esta
conclusión.
La
transición,
más
allá
del
“mito
fundacional”
que
han
creado
a
base
de
invertir
millones
en
tinta
para
los
escribanos
del
régimen
constitucional
(una
vez
más
expuesto
en
el
episodio
Carrillo)
supuso
el
paso,
bien
marcado
y
delimitado,
de
la
burguesía
monopolista
española
junto
a
los
sectores
en
que
se
sostenía
(Ejército,
Iglesia...)
hacia
un
régimen
más
abierto
en
el
que
la
democracia,
como
poder
de
dictar
y
ejecutar
programas
políticos,
contase
con
las
burguesías
periféricas,
la
pequeña
burguesía
y
la
aristocracia
obrera,
al
estilo
de
los
parlamentos
de
Europa
occidental,
para
facilitar
la
paz
social
y
un
mercado
interno
“activado”
por
el
Estado
pero
gestionado
por
los
distintos
estratos
del
capital.
Esta
nueva
correlación
de
fuerzas
permitía
al
capital
español
desarrollarse,
en
aras
de
convertirse
en
potencia
imperialista
(dejar
de
ser
país
receptor
de
capitales
para
ser
exportador)
dentro
de
los
límites
marcados
por
la
Comunidad
Económica
Europea.
Nos
devuelve
este
repaso
a
1956
para
ver
mejor
que
lo
que
proponía
el
PCE
era
una
engañifa
desde
el
punto
de
vista
revolucionario;
una
buena
maniobra
desde
el
punto
de
vista
reformista
para
postular
al
PCE
(como
así
ha
acabado,
aunque
por
debajo
de
las
expectativas
que
tenían
Carrillo
y
compañía)
como
gestor
de
la
dictadura
de
la
burguesía
bajo
las
condiciones
de
un
régimen
parlamentario.
El
revisionismo en el MCI
Insertada
la
historia
del
PCE
en
la
del
MCI
podemos
valorar
que
no
son
ni
un
líder,
ni
unos
dirigentes
descarriados
los
que
imponen
la
política
revisionista
en
el
PCE.
También
observamos
que
no
es
ante
la
elaboración
de
la
Constitución
del
78
o
ante
los
Pactos
de
Moncloa
cuando
el
PCE
da
“el
paso
atrás”
con
la
famosa
rueda
de
prensa
bajo
la
bandera
monárquica
y
las
consecuentes
“anécdotas”
que
se
sucedían
con
los
“cordones
de
seguridad”
del
PCE
cada
vez
que
aparecía
en
sus
manifestaciones
una
bandera
tricolor
que,
a
modo
de
risa,
tuvo
su
hueco
en
la
capilla
ardiente
del
ex
secretario
general.
Pero
desentrañemos
algo
más
la
cuestión
para
interesarnos,
más
allá
de
la
biografía
de
algunos
individuos,
por
las
causas
que
llevaron
a
que
la
línea
revisionista
vertebrase,
para
liquidarlos,
a
los
partidos
nacidos
un
día
de
la
Internacional
Comunista
y
que
terminaron
por
convertirse
en
su
contrario
para
ser
aparatos
al
servicio
de
la
reacción.
De
forma
principal,
aunque
no
absoluta,
está
la
cuestión
ideológica.
La
clarificación
ideológica
en
las
secciones
de
la
IC
venía
dada
por
los
bolcheviques
que
fueron
los
impulsores
del
deslindamiento,
primero
en
Rusia
y
luego
a
nivel
internacional,
con
la
vieja
socialdemocracia,
que
se
coronaría
con
la
constitución
de
la
Internacional
de
nuevo
tipo,
la
Comintern.
Las
diferencias
teóricas
con
la
socialdemocracia
donde
eran
detectadas
por
las
bases
de
los
partidos
comunistas
era
en
lo
político:
democracia
burguesa
o
dictadura
del
proletariado.
Sin
duda
una
diferencia
nada
baladí
y
que
permitía,
desde
ese
elevado
punto
de
discusión,
descender
a
la
problemática
de
cómo
llevar
a
cabo
las
tareas
de
la
Revolución
Proletaria
(debate
sobre
sindicatos,
parlamentos,
cuestión
nacional,
clandestinidad,
lucha
armada,
etc.)
En
el
desarrollo
de
la
lucha
de
clases,
en
forma
de
lucha
de
dos
líneas,
en
el
seno
del
partido
soviético,
vanguardia
del
proletariado
mundial
a
través
de
la
Comintern,
se
abre
camino
la
tesis
sobre
el
fin
de
la
lucha
de
clases
en
la
URSS
(el
arduo
período
de
guerra
de
clase
abierto
contra
los
kulak
cicatriza
con
la
Constitución
Soviética
de
19367).
Esta
postura
revierte
en
el
contexto
internacional,
a
través
de
las
tesis
del
frente
popular
(en
1935
Dimitrov,
en
el
VII
Congreso
de
la
IC,
viene
a
validar
en
el
plano
teórico
lo
que
ya
era
realidad
en
varios
países,
el
acercamiento
a
la
socialdemocracia
para
luchar
contra
el
fascismo.
En
Francia
el
PCF
converge
con
el
partido
socialdemócrata,
la
SFIO,
y
sectores
de
la
burguesía
radical
para
enfrentar
al
fascismo).
La
enorme
falla
política
que
distinguía
al
comunismo
de
la
socialdemocracia
empequeñece.
Se
abre
la
puerta
a
la
teoría
sobre
etapas
intermedias
(parlamentarismo
“de
nuevo
tipo”)8
entre
la
dictadura
del
capital
y
la
dictadura
revolucionaria
del
proletariado.
Las
organizaciones
comunistas
acceden
a
perder
su
independencia
en
el
plano
político
(a
nivel
partidario,
con
el
modelo
de
la
JSU
o
el
PSUC;
a
nivel
gubernamental
con
las
políticas
colaboracionistas
de
Italia,
Francia,
etc.)
y
en
el
militar
(El
Quinto
Regimiento
ingresa
en
el
Ejército
Republicano.
El
Ejército
de
Liberación
Griego
que
combatió
la
invasión
alemana
es
disuelto
por
el
Partido;
más
tarde
el
propio
KKE
se
verá
obligado
a
crear
el
Ejército
Democrático
durante
la
guerra
civil.
La
Svolta
di
Salerno
del
PCI
desarma
a
los
partisanos
italianos,
etc.).
Y
con
este
nuevo
período
en
que
el
interclasismo
ocupa
los
programas
de
los
partidos
comunistas,
el
énfasis
se
centrará
en
las
cuestiones
de
índole
organizativo
cayendo
en
el
organicismo
que
posibilitará
a
las
direcciones
entregadas
al
revisionismo
manejar
a
su
antojo
los
aparatos
de
los
partidos,
máxime,
ante
las
dificultades
que
la
burguesía
pone
a
los
comunistas
para
que
realicen
sus
reuniones
(aunque
esta
no
sirve
de
excusa,
pues
los
revolucionarios
rusos
conformaron
su
movimiento
político
en
medio
de
un
Estado
autocrático.
Y
nunca
jamás
la
burguesía
permitirá
que
una
organización
revolucionaria
lleve
su
vida
“con
normalidad”).
Organicismo
y
burocratismo
propios
de
las
organizaciones
de
viejo
tipo
y
que
son
el
justo
correlato
a
la
derrota
de
la
línea
revolucionaria
en
los
partidos
comunistas
y
que
explican
como
los
destacamentos
anti-revisionistas
que
se
desgajan
de
los
partidos
oficiales
los
forman
grupos
minoritarios
ya
que
las
amplias
bases
militantes,
“por
disciplina”9,
se
mantienen
en
la
estructura
orgánica
original
a
pesar
de
ser
ésta
ya
un
arma
al
servicio
de
la
burguesía:
es
la
falta
de
claridad
ideológica
y
el
organicismo
que
envuelve
a
ésta
la
que
determinaron
el
desarrollo
del
MCI.
Esto
trasluce
en
el
seguidismo
que
los
partidos
comunistas
realizan
a
las
tesis
del
PCUS,
como
quedó
sentado
en
la
Conferencia
de
los
81
Partidos
Comunistas
y
Obreros
de
Moscú,
en
1960.
Seguidismo
que
se
trasladó
a
los
contextos
nacionales
donde
las
escisiones
“pro-albanesas”
y
“pro-chinas”
apenas
tendrían
recorrido,
con
independencia
de
la
justeza
de
sus
críticas
al
revisionismo
soviético.
Es
más,
las
críticas,
al
menos
en
Europa,
por
donde
tendrán
cierta
incidencia
será
por
la
derecha
con
las
tesis
eurocomunistas,
las
cuales,
no
implicaron
ningún
cambio
cualitativo
con
respecto
a
las
del
“campo
del
Este”
(abandono
de
la
dictadura
del
proletariado,
de
la
necesidad
de
la
violencia
como
partera
de
la
revolución,
del
internacionalismo
proletario,
etc.)
y
que
tan
solo
suponían
el
encajonamiento
de
la
línea
revisionista
(dirigir
estados
burgueses)
a
las
particularidades
de
la
Europa
occidental
donde
el
revisionismo,
en
vez
de
estar
instalado
en
el
centro
político
del
Estado,
era
sólo
un
puntal
de
los
regímenes
parlamentarios
de
la
burguesía
monopolista.
O
aspiraba,
como
en
España,
a
serlo:
“El
testamento
que
Togliatti
lega
al
PCI
y
que
hace
suyo
la
dirección
del
PCE
se
puede
resumir
en
los
siguientes
aspectos:
reformas
no
reformistas,
satisfaciendo
las
reivindicaciones
obreras
más
inmediatas
en
un
plano
de
desarrollo
económico
alternativo
al
capitalismo
como
forma
y
medio
para
alcanzar
el
socialismo;
todo
planteamiento
de
socialismo
estará
ligado
a
una
concepción
pacífica
del
mismo;
la
lucha
por
la
democracia
plena
se
convierte
en
el
principal
objetivo
de
los
comunistas,
ya
que
el
capitalismo
siempre
va
ligado
a
tendencias
antidemocráticas…”
Amadeu
Sanchís
i
Labiós
“Influencia
del
PCI
sobre
el
PCE
al
final
del
franquismo.
Utopías/Nuestra
Bandera
Nº
200.
VOL.
II/2004
Caracteres,
como
decimos,
que
ya
habían
sido
plenamente
asumidos
por
la
mayoría
del
MCI:
parlamentarismo,
sindicalismo,
vía
pacífica
al
socialismo,
etapas
intermedias…
“la
clase
obrera,
uniendo
en
torno
suyo
a
los
campesinos
trabajadores,
a
los
intelectuales,
a
todas
las
fuerzas
patrióticas,
y
dando
una
réplica
decidida
a
los
elementos
oportunistas,
incapaces
de
renunciar
a
la
política
de
conciliación
con
los
capitalistas
y
los
terratenientes,
puede
derrotar
a
las
fuerzas
reaccionarias,
antipopulares,
conquistar
una
sólida
mayoría
en
el
parlamento”
Nikita
Jruschov,
Informe
del
Comité
Central
del
Partido
Comunista
de
la
Unión
Soviética
ante
el
XX
Congreso
del
Partido,
febrero
de
1956.
Comprender
el
desarrollo
del
movimiento
comunista
internacional
no
puede
limitarse
a
observar
la
historia
como
un
conjunto
de
sucesos
aislados.
Los
avances
y
los
retrocesos
de
nuestro
movimiento,
durante
todo
el
siglo
XX,
han
de
ser
observados
en
el
contexto
de
la
lucha
de
clases
internacional
y
nacional,
partiendo
del
corpus
ideológico
del
que
se
alimentó
el
movimiento
comunista
para
poder
convertirse
en
la
avanzada
de
la
revolución
mundial
y
guía
de
todos
los
procesos
de
liberación
que
ha
emprendido
la
humanidad
desde
la
Revolución
de
Octubre.
Si
centrásemos
nuestro
análisis
en
unas
cuantas
figuras
(como
Carrillo)
y
las
tomásemos
aisladas
del
proceso
histórico
y
político
en
el
que
actuaron
no
podríamos
avanzar
en
la
lucha
por
comprender
las
contradicciones
que
hoy
atenazan
al
comunismo.
En
este
texto
se
han
resaltado
algunos
de
los
resultados
de
la
línea
revisionista
que
se
erigió
en
mayoritaria
en
el
MCI
y
que
aún
persiste.
Pero
entendemos
que
realizar
un
balance
de
la
experiencia
histórica
implica
no
simplemente
resaltar
los
problemas
y
efectos
que
se
tradujeron
en
línea
política
del
MCI,
sino
acudir
a
sus
causas
que
son,
en
última
instancia,
las
bases
ideológicas
sobre
las
que
se
formuló
nuestro
movimiento,
nacido
de
la
pugna
del
marxismo
con
las
tesis
economicistas
y
metafísicas
que
pudrieron
a
la
II
Internacional.
REVOLUCIÓN
PROLETARIA
OCTUBRE
2012
Notas
1
Ver, por ejemplo, “El último secretario general”, artículo de
Pablo Iglesias, publicado en Público.es el 18/09/2012
2
También esta situación se da en América: “Por
ejemplo, en 1946, el
Partido Comunista de Chile
apoyó al Partido Radical,
un partido burgués, en
la consecución de la
victoria en las
elecciones, y se formó
un gobierno de coalición
con participación de los
comunistas. Los dirigentes
de este partido fueron
tan lejos que describieron
a ese gobierno manejado
por la burguesía como
un “gobierno democrático
popular”. Pero en
menos de un año,
la burguesía obligó a
los comunistas a retirarse
del gobierno, realizó
detenciones en masa y
en 1948 declaró ilegal
al partido.” “La
Revolución Proletaria y
el renegado Jruschov”,
compendio de artículos
publicados por la
Redacción del Renmin
Ribao y la
Redacción de la revista
Hongqi (órganos del
PCCh) en marzo de
1964.
3
El caso más notorio es el de Nikos Zachiaradis, secretario general
del KKE durante la guerra civil, que moriría en Siberia en 1973, 20
años después de ser deportado por el revisionismo soviético. El
KKE ha rehabilitado su figura recientemente.
4
Esta “Historia
del PCE”
es un trabajo realizado por una comisión encargada por el Comité
Central del propio partido y que fue publicado en 1960 por Éditions
Sociales, en París. Esta obra puede
consultarse fácilmente, ya que está disponible en internet.
5
“La aprobación de la
nueva táctica en 1948
inició un viraje en
la vida del Partido;
representó la superación
de cierto subjetivismo que
había existido anteriormente
en la apreciación de
algunas realidades del
país, particularmente en
la insuficiente apreciación
de las consecuencias
desmoralizadoras que la
derrota había tenido en
amplios sectores del
pueblo, llevándoles a
perder la confianza en
sus fuerzas.” Historia
del Partido Comunista de
España, Editions Sociales,
París 1960
6
“No es otro Frente Nacional, otra coalición, aunque en
determinado momento pueda adquirir esas formas. Representa más:
tratar de ser el comienzo de toda una transformación de hábitos y
costumbres arraigados en la vida política española durante más de
un siglo de guerras civiles, pronunciamientos y represión
terrorista que la dictadura intenta perpetuar” Santiago
Carrillo, discurso de
clausura del III Pleno
del CC del PCE,
1957. Citado en las
resoluciones del
IX Congreso
del PCE (1978)
7
“Marx decía que para
que el proletariado pueda
emanciparse tiene que
aplastar a la clase
de los capitalistas,
quitar a los capitalistas
los instrumentos y medios
de producción y destruir
las condiciones de
producción que engendran
el proletariado. ¿Puede
decirse que la clase
obrera de la U.R.S.S.
ha alcanzado ya estas
condiciones de su
emancipación? Indiscutiblemente, puede
y debe decirse.”
J. Stalin, Sobre el
proyecto de Constitución
de la URSS (1936)
8
Durante la guerra civil en España y sobre todo tras la II GM el
Movimiento Comunista expresa constantemente la caducidad del régimen
democrático burgués (por permitir al “oscurantismo” fascista
su desarrollo que implicaría una regresión social) y el nacimiento
de un nuevo tipo de república (tras el 18 de Julio en España) en
donde la clase obrera estaría al mando del proceso “revolucionario”
pero éste no estaría determinado ni por la dictadura del
proletariado ni por la de la burguesía.
9
Una “disciplina” que antepone la organización a la línea
política (de ahí que hablemos de organicismo) y que, lejos de
haberse solventado, es una lacra que arrastra el movimiento
comunista, copado por el revisionismo. Cualquiera que conozca el
movimiento a nivel juvenil sabrá de numerosos grupos de militantes
que “por disciplina” no critican a su organización y no son
capaces de articular una respuesta al revisionismo, por claro que
aparezca.
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