El texto que se presenta
sirvió de base para la charla-debate “La revolución burguesa y el paradigma de
la revolución proletaria”, organizada por la Juventud Comunista de Almería y la
Juventud Comunista de Zamora durante el pasado mes de abril. Esta charla, y el
posterior debate que tuvo lugar, hicieron las veces de cierre de unas jornadas
más amplias en las cuales, entre otras cuestiones, se realizó un taller de
estudios sobre la Comuna de París, del cual este texto es también expresión de
algunas de las conclusiones. Desde JCA y JCZ aprovechamos la ocasión para saludar a los y las
camaradas y simpatizantes que colaboraron y participaron en el desarrollo de
esas jornadas, ya que encuentros como éste son de vital importancia para el
desarrollo del trabajo político de la clase obrera organizada.
La revolución burguesa y el paradigma de la
revolución proletaria
- La revolución burguesa
La consigna de la revolución burguesa, cuyo proceso
paradigmático es la revolución francesa iniciada en 1789, fue libertad, igualdad y fraternidad. Estas
premisas condensaban las necesidades que las características de la producción
capitalista demandaban: derribar el Antiguo Régimen para permitir a la burguesía tomar el poder para ajustar la sociedad a sus
ritmos, marcados por la expansión de
la propiedad privada, por el desgarramiento
entre los medios y la fuerza de trabajo y por la articulación del sistema mercantil capitalista y la particular división del trabajo que esta llevaba
consigo.
La tarea política de la revolución burguesa, por
tanto, se situaba en sustituir a una
clase explotadora por otra, conquistando el poder estatal. La base de la
revolución burguesa eran las propias relaciones
sociales capitalistas, que en su desarrollo habían ido cohesionando espontáneamente, dentro del Antiguo
Régimen, las condiciones para el asalto al Poder de la burguesía, que
utilizaría a las clases populares, asalariados y campesinos, como base para sus
batallas con el feudalismo. En Francia,
a finales del s. XVIII coinciden el
mantenimiento de la estructura política feudal-absolutista con el rápido
desarrollo de la producción mercantil. El proceso revolucionario será
hegemonizado en cada momento por distintas fracciones de la clase burguesa: la
gran burguesía moderada, defensora del monarquismo
constitucionalista, agota su protagonismo revolucionario en 1789-91. Su testigo es
recogido en 1791-92 por los republicanos
moderados, los girondinos, que
pronto se verán desbordados: no desarrollan las demandas del pueblo, pero se
ven obligados a movilizarlo mediante la lévee en masse (la leva en masa, implantada en febrero y que los jacobinos, a
partir de julio, utilizarán para formar el gran ejército revolucionario
francés) para defender la revolución de los ataques de las potencias
absolutistas. Precisamente el inminente peligro de invasión de Francia por
parte de esas fuerzas obligará a poner en marcha la llamada “guerra total” en
la que la sociedad en su conjunto, civil y militar, se convierte en una
maquinaria dispuesta para la defensa de las conquistas de la revolución. Para mediados de 1793 el poder recae en los jacobinos, que, apoyados por los sans-culottes (expresión
armada de los intereses de las masas más empobrecidas) y desde, principalmente,
el Comité de Salud Pública, instauran el control de precios, eliminan la
esclavitud colonial y entregan la tierra a los campesinos, todo ello basándose
en el Terror contra los enemigos del pueblo y la revolución, a los cuales
logran espantar hasta el golpe de Termidor en 1794.
Las características que imprime el paradigma francés
a la historia de la revolución, las cuales no pueden tomarse de forma aislada,
pues se desarrollan a lo largo de un mismo proceso, son: la insurrección como forma de tomar el
control del Estado, la centralización
del poder y el Terror político como forma de ejecutar el programa
revolucionario y defenderlo de sus enemigos, el control y planificación de la economía, la movilización general de
las masas (la leveé en masse), la “guerra total” y la internacionalización de la revolución a través de la guerra como forma de sostenimiento de la misma
frente a la reacción.
- La clase obrera y la experiencia revolucionaria de 1848
El proletariado se forma como clase social al calor de la revolución
burguesa y se cohesiona como clase en sí
desde las luchas por sus condiciones inmediatas. La
revolución burguesa moviliza a las capas populares, obreras y campesinas. El
primer movimiento obrero de masas es el cartismo. En él no predomina aún la
clase obrera industrial, sino las capas asalariadas provenientes de la
pauperización del artesanado, que se han convertido en fuerza de trabajo del
sistema manufacturero. En consecuencia, y no solo en el cartismo inglés, el
movimiento obrero se inicia sobre la base política de la combinación entre el
asociacionismo obrero socialista, propugnado por el socialismo utópico, con el
ideario jacobino. Toda esta mezcolanza confluirá en el blanquismo, en gran medida el propulsor político del movimiento
obrero en Francia desde los años 30 (en 1839 se produce un infructuoso golpe
insurreccional en Paris) hasta los 60-70 del s. XIX, cuando se convierte en una
de las corrientes principales entre los comuneros de Paris. Como decimos, en el
ideario de August Blanqui se inserta
el jacobinismo radical, que observa la insurrección como método central de
lucha. Integra una concepción del Estado revolucionario basado en una dictadura
centralizada desde la cual la clase obrera y las capas populares, fuerza
fundamental de la revolución para Blanqui, realizarán su emancipación. Pero el
blanquismo, forjado junto a la experiencia jacobina, concibe que el acto
insurreccional pertenece a una organización sectaria y clandestina, formada por
los elementos más avanzados e instruidos que una vez tomen el Estado impondrán
su programa al conjunto de la sociedad. No tiene fe por tanto en la capacidad
de acción de las grandes masas, como tampoco tiene un programa real de
transformación de la sociedad, más allá de la previsión de que el grupo conspirador tome por la fuerza la
maquinaria estatal de la burguesía.
En febrero de 1848 se produce en Francia una
insurrección que pone fin a la monarquía de Luis Felipe de Orleans (el rey burgués) y proclama la II República.
Esta insurrección hará que inmediatamente se extiendan por toda Europa
levantamientos democráticos contra el absolutismo (en Alemania, Austria,
Italia, Hungría), pero mientras en el resto de países tendrá ese carácter
democrático-burgués, en Francia el proletariado encabezará el proceso. En
febrero, la clase obrera toma el Poder y tras proclamar la república social entrega el gobierno a la burguesía. Las peticiones
del proletariado se reducirán a reformas que le otorguen mayores derechos
políticos y sociales. Dos socialistas participarán en el gobierno, Louis Blanc y el obrero Albert (Alexandre Martin). Fue de las tesis
del propio Blanc, que pretendía la formación de un Ministerio de Trabajo dentro
del gobierno burgués, de donde se extraería la idea de organizar los Talleres
de trabajo nacionales, para
los burgueses un engendro del “socialismo” (como también lo son hoy los
pírricos subsidios de 400 euros que el gobierno otorga a los parados de larga
duración), pero que no era más que una institución para paliar la miseria de
los obreros desempleados. La “República Social” de 1848 apenas se sostiene un par de meses. En
las elecciones de mayo triunfan los monárquicos, convertidos en moderados
republicanos y elevados al poder mediante el voto campesino, convertido en
propietario por la I República. El 15 de Mayo el proletariado intenta restaurar
la República Social, pero es aplastado. Y nuevamente, a finales de junio, el
proletariado se alza en armas cuando los talleres
nacionales son cerrados y a los obreros “se les da a elegir” entre ingresar
en el Ejército o trabajar forzosamente en las obras públicas. En dos días el
Paris revolucionario es ahogado en sangre: más de 3.000 fusilados, casi 4.000
deportados y 25.000 obreros condenados a prisión. Como vemos, en los tiempos
del libre cambio y del democratismo burgués también se asesinaba impunemente a
los explotados, sin que esto hiciese que el parlamento se tornase en fascista.
El proletariado francés es derrotado, pero adquiere
una valiosa experiencia. Un año más tarde, en 1849, quien es aplastada es la Guardia Nacional. Nacida en 1789 de la
mano de la burguesía moderada, dicha formación se irá radicalizando en tanto en
ella participarán segmentos sociales cada vez más bajos: de la burguesía del
primer período, a la pequeña burguesía de 1848, que apoya la revolución de
febrero de ese mismo año para luego dejar que los obreros sean derrotados en
mayo y junio (y que es aplastada por el capital industrial y bancario en 1849 y
disuelta tal como estaba configurada en 1850). Finalmente serán las clases proletarizadas
las que formen sus filas cuando se reconstruya en 1870, en medio de la guerra
franco-prusiana. Al cerrarse en Francia el ascenso revolucionario de la
burguesía e instaurar definitivamente su poder, se muestra también su
antagonismo con los intereses del proletariado. En 1848 el proletariado francés descubre que no puede usar el Estado
burgués para llevar a cabo sus intereses, que la fórmula de tomar la vieja
estructura estatal para desde ella imponer su programa revolucionario, es una
fórmula inviable. Apenas unos meses atrás la Liga de los Comunistas presentaba su programa de acción, el Manifiesto del Partido Comunista, en el
cual Marx y Engels ya indicaban la necesidad de la dictadura del proletariado.
Pero la experiencia de la lucha de clases todavía no había mostrado qué faz
tendría la misma. Así, en 1848, aparece el proletariado como clase
independiente, con un programa de acción propio. La Revolución Proletaria se revela como un proceso
de aprendizaje consciente del proletariado, del
conocimiento de las leyes de la sociedad y la voluntad de transformarlas.
- La Comuna de Paris
El II Imperio francés (1850-1870), con su desarrollo
del capital industrial, deja a Francia en condiciones de afrontar desde una
posición de privilegio la era del imperialismo. No en vano, Marx denomina a
este Napoleón como el rey lumpen en
tanto basa la explosión económica de Francia en el parasitismo del capital
bancario, base necesaria para el enorme desarrollo del capital industrial que
caracterizó la época. Cuando Napoleón III declara la guerra a Prusia en 1870,
el ejército francés es rápidamente derrotado y el Imperio cae. Se forma un
gobierno de salvación nacional que huye de París y se esconde en Versalles. Es
la Guardia Nacional la que queda a cargo de la defensa de Paris. Como hemos
adelantado, este cuerpo militar está formado en 1870 por las masas proletarias
y la pequeña burguesía parisiense, que sufre los desmanes causados por el auge
del capital financiero.
Bajo el ideal de defender a Francia de la invasión
prusiana (lo que se identifica con defender la “revolución” frente al
“absolutismo”), se moviliza a la Guardia Nacional y las masas populares de París.
Cuando el gobierno cede París a los prusianos, la Guardia Nacional y las masas
se rebelan: en ese momento en la capital francesa existe un vacío de Poder provocado por la crisis
político-militar anclada en la derrota frente a Prusia y el desmoronamiento
del poder imperial en la capital. Las
masas han sido movilizadas políticamente
para la guerra nacional, en defensa de la República contra el enemigo
extranjero y su monarquismo. Las masas
se encuentran armadas. Se presenta así un cuadro de crisis revolucionaria
que no parte de un plan consciente del proletariado, sino que es fruto de la
crisis política del régimen imperial-republicano. Pero el proletariado francés
es la vanguardia de la clase obrera internacional, se ha curtido en casi un
siglo de insurrecciones: la Guardia Nacional se convierte en organización
proletaria, se organiza democráticamente, elige a su Comité Central y se pone a
disposición de la clase obrera. No cede las armas al gobierno burgués y esto es
el detonante de la revolución proletaria, en el mes de marzo de 1871 (la
república se había proclamado en septiembre de 1870). Las corrientes políticas
que hegemonizan la dirección comunera son: el blanquismo, mayoritario, y el
proudhonismo, profesado por los elementos adheridos a la Asociación
Internacional del Trabajo, en cuya dirección se encontraban, entre otros, Marx
y Engels. Los blanquistas solo
eran socialistas por instinto revolucionario y proletario y
Proudhon era el socialista de los
pequeños campesinos y maestros artesanos. En pocas palabras, el
proletariado revolucionario se encuentra en París desprovisto de una dirección
consciente que le permita aplicar y desarrollar un plan. Pero aun con todo, y
desde la experiencia conquistada, sobre todo con 1848, la Comuna disuelve las
instituciones de la clase dominante y ejerce sus medidas revolucionarias desde
organismos nuevos, cuya característica central es que son directamente las
masas revolucionarias, en armas, las que deciden su destino: acaban de
instaurar la primera dictadura del
proletariado de la historia. Aquellas ideologías pequeño burguesas, que no
han sabido dirigir ni extraer conclusiones de la experiencia comunera, sucumben
y su testigo lo recoge el socialismo científico que, además de extenderse
dentro de la AIT, logra avanzar en la comprensión de las leyes de la lucha de
clases e integra coherentemente la dictadura proletaria en el esquema de la
revolución social. La experiencia de la Comuna es vital para comprender el
marxismo y el desarrollo de la ideología proletaria durante su propia
conformación.
Por otra parte,
la Comuna muestra que cuando el
proletariado logra desembarazarse de la traslación mecánica del paradigma
revolucionario burgués para desarrollar su programa de emancipación es cuando avanza
en sus conquistas y aprendizaje revolucionario. Si la Comuna se sostiene es porque en vez de pretender tomar el viejo Estado,
sigue su camino construyendo las bases de una nueva forma del mismo. Claro que,
como decimos, esto no es parte de un
plan ideado previamente por la vanguardia de la clase, sino que son elementos
ajenos al proletariado los que se conjugan en un momento determinado y permiten
el asalto al enemigo. En la Comuna el proletariado aún no cuenta, pues aún
no se han dado las condiciones socio-históricas pertinentes, con su partido de
nuevo tipo.
- De la socialdemocracia al comunismo
Tras la Comuna de París será el movimiento obrero
alemán el que se erija en vanguardia efectiva del movimiento obrero mundial. El
Partido Socialdemócrata Alemán se funda en el Congreso de Gotha en 1875 y será
el núcleo de la II Internacional. Marx y Engels nunca se integrarán en él. La
figura clave para entender la socialdemocracia es el alemán Karl Kautsky. Él es uno de los grandes
precursores del marxismo en el movimiento obrero. Pero acarrea insuficiencias
de fondo, tanto porque el socialismo científico está aún perfilando muchos de
sus elementos, como, principalmente, porque la socialdemocracia aúna por un
lado ciertos recursos propios del marxismo, pero no ha roto con la pequeña
burguesía (por ejemplo, con las concepciones blanquistas sobre la utilización del Estado burgués por parte de la
clase obrera). Por otra parte, se encuentra encadenada históricamente a los
elementos sobre los que se conformó el asociacionismo obrero: la lucha por los
intereses inmediatos de la clase. Por esta razón, la socialdemocracia crea los
grandes partidos obreros de masas que no son sino la politización consecuente
del movimiento sindical. Asumen la revolución
como horizonte, pero prevén que esta no será más que el resultado de la erosión
natural del régimen capitalista mediante la lucha reformista de la clase
obrera, algo sintetizado en la famosa frase de Eduard Bernstein de el movimiento
lo es todo, el objetivo final no es nada. La utilización del viejo Estado
se traduce en base de la política socialdemócrata (el ministerialismo inaugurado en Francia), y la conquista del voto
universal masculino en algunos países de Europa anima aún más a los líderes
socialdemócratas.
En estas circunstancias, en la socialdemocracia
rusa, en cuyo seno se desarrolla la lucha de dos líneas entre marxismo y
revisionismo (que adopta diferentes formas conforme al desarrollo de la lucha
de clases en el plano ideológico: “marxismo legal”, “economicismo”,
“menchevismo”) se forja el Partido
obrero de Nuevo Tipo. Desde su II Congreso la socialdemocracia rusa,
organizada en el Partido Obrero Social Demócrata
Ruso (POSDR), está escindida en bolcheviques y mencheviques. Los
bolcheviques, recogiendo toda la experiencia de la actividad política
revolucionaria en Europa (donde los medios pacíficos y la legalidad permiten a
la socialdemocracia avanzar) y Rusia (donde la reacción zarista ha permitido
que la vanguardia revolucionaria, desde los primeros narodnikis, haya perfeccionado el arte de la clandestinidad)
perfilan las bases de la organización revolucionaria que requiere el
proletariado para alcanzar sus objetivos, coherente con la tesis en torno a la
praxis revolucionaria desarrollada por Marx, lo que condiciona las necesidades
particulares de la articulación orgánica del movimiento obrero revolucionario:
el Partido obrero ya no puede funcionar como simple receptor político de las
luchas económicas de la clase obrera, sino que debe ser, ante todo, la suma de organizaciones que permita a la
vanguardia revolucionaria estrechar sus lazos con las amplias masas de la clase,
llevando a cabo su programa político. La revolución de 1905 pone a prueba esa
tesis, desarrollada por Lenin, y los bolcheviques son los que logran armar un
movimiento insurreccional (en Moscú durante el mes de diciembre) que, aunque
derrotado, señala el camino de la revolución; revolución que pasa por otro
instrumento fundamental, los Soviets,
creados espontáneamente por la clase obrera y abrazados por las masas
campesinas, los marinos y los soldados, y desde los cuales debían sentarse las
bases de la revolución en Rusia. Tras 1905, bolcheviques y mencheviques se
reunifican nuevamente en un solo partido, aunque manteniendo en gran medida la
independencia política de cada fracción. Los mencheviques siguen representado
el mecanicismo y el determinismo de la II Internacional. Lo demostrarán cuando,
convertidos ya los bolcheviques en organización independiente desde 1912,
participen en el gobierno republicano de febrero de 1917. Como en la ruptura
del II Congreso, los bolcheviques van a seguir perfilando su línea
revolucionaria en pugna ideológica y política contra el revisionismo, al calor
de la cuestión nacional y la toma del Poder, la cuestión de la guerra
imperialista y la estrategia y táctica de la Revolución.
Cuando el zarismo cae y, posteriormente, los
bolcheviques derrocan al gobierno republicano con la Revolución de Octubre, se
dan unas circunstancias en cierta medida parejas a las vistas en la Comuna: crisis política y militar del poder
establecido, unas masas armadas,
movilizadas y politizadas que
cuentan con los instrumentos adecuados para ejercer el Poder, etc. Pero encontramos aquí al partido proletario como
base central de la acción revolucionaria. Solo mediante el plan consciente
del Partido bolchevique todas aquellas circunstancias que se cruzan en la Rusia
de 1917 permiten que la dictadura del proletariado (en este caso como dictadura
democrática del proletariado y el campesinado) se alce triunfante. Es el partido en la conquista de las masas
el que hace que los Soviets tomen el programa revolucionario, provocando en
éstos el viraje necesario para que la revolución triunfase, pues los Soviets de
febrero seguían la vieja línea de las masas parisinas en 1848 que ofrecían el
poder a la burguesía. Es el partido el
que crea el destacamento armado que será vanguardia del proceso insurreccional
primero y base, posteriormente, del Ejército Rojo. Es el partido el que desarrolla la alianza democrática con las masas
campesinas. Es, en suma, el elemento
consciente el que, desplazando a los elementos espontáneos, permite a la
revolución triunfar. Los bolcheviques parten de la tesis insurreccional de
toma del Poder, pero solo mediante el control de los instrumentos de la
dictadura revolucionaria, los Soviets, junto al desenvolvimiento de una
encarnizada guerra civil contra la reacción, se sostiene el poder
revolucionario en Rusia. Los
bolcheviques escapan de la tesis que constriñe al partido revolucionario a ser
un vasto partido de reformas y también evitan la limitación del partido a mero
grupo de avezados elementos de vanguardia. Lenin maneja y construye la
dialéctica de la organización de nuevo tipo, del Partido Comunista, y sobre
esta base los bolcheviques, junto al resto del ala izquierda de la II
Internacional, forman la Internacional Comunista y crean el Movimiento
Comunista Internacional. De hecho, será sobre la correcta relación entre estos
elementos sobre los que avance o se estanque la revolución durante el siglo XX.
- Sobre el Movimiento Comunista y las tareas de la Revolución
El análisis teórico de la experiencia
revolucionaria, lejos de ser ajeno a la práctica revolucionaria, es un elemento
primordial y constitutivo de la misma. El marxismo, como cosmovisión de la
realidad que nos permite comprender las leyes sociales para revolucionar el
orden existente, se ha desarrollado a lo largo de la historia mediante el
propio accionar revolucionario de las masas. Sin embargo hoy, para que los
mecanismos de esa acción revolucionaria se pongan en marcha es necesario
rearticularlos, partiendo de la reconstitución del marxismo como teoría de
vanguardia, dado que nuestra época viene marcada por una derrota, temporal pero
general, del movimiento comunista, lo que se traslada también al ámbito de la
ideología, pues ésta no es ajena a la práctica social, salvo para el idealismo
y el materialismo vulgar.
Del período tratado en este texto, básicamente el de
la experiencia revolucionaria previa al siglo XX, por más que introduzcamos
brevemente la Revolución de Octubre, debemos comprender qué elementos de la
revolución burguesa están presentes en la revolución proletaria, cómo se
tomaron por parte de la clase obrera y cuáles fueron tanto las condiciones
históricas de ello como sus consecuencias finales. Solo así podremos deslindar campos
entre revolución y reacción, comprendiendo los elementos históricos en su
concreción y extrayendo los principios, leyes si se prefiere, que han de ser la
base de la rearticulación del proyecto revolucionario de la clase obrera.
Quizás lo más importante al calor de este período, y
en general al abordar toda la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial,
sea la relación entre el factor consciente, la conciencia revolucionaria, y el
factor espontáneo, el movimiento de la clase en sí. Antes de Octubre y durante
la experiencia política del siglo XX, encontramos que la revolución avanza en la medida en que el factor consciente desplaza
al espontáneo. Así, el surgimiento del Partido obrero de nuevo tipo supone
un salto cualitativo en la historia de la lucha de clases, lo que está
inmediatamente ligado a que el proletariado no puede tomar la maquinaria
estatal de la burguesía para su utilización, sino que debe destruirla. De este
modo, el esquema insurreccional de la burguesía, incluso aunque sea asumido por
el proletariado y aunque éste no logre ver inmediatamente la trascendencia del
Partido Comunista y las consecuencias teóricas y políticas de su necesidad, en
la medida en que este exista como fusión del socialismo científico y el
movimiento obrero, logrará llevar adelante el proceso revolucionario. Así
sucede en la Revolución Rusa, que representa un antes y un después en la
historia, y así sucederá en la otra gran experiencia del pasado siglo, la Revolución
China, donde el proletariado se muestra como clase dirigente de la revolución
democrática, y basándose en la alianza con las masas de millones de campesinos,
desarrolla la práctica de Guerra Popular creando las bases del socialismo en
China.
Este avance de lo consciente, de la necesidad del
Partido Comunista unido a la imposibilidad de utilizar la vieja maquinaria
estatal para desarrollar la dictadura del proletariado, lleva la cuestión de la
independencia política del proletariado también al terreno militar. Paso a
paso, desde 1848 hasta la revolución china, vemos como la organización política
y militar del proletariado son cada vez más dependientes, hasta el punto de que
es la clase obrera la que tiene que construir su Ejército revolucionario sin
esperar a que el enemigo de clase le “preste” su Estado. Es decir, la
construcción del Ejército revolucionario depende estratégicamente del Partido
Comunista, pues solo desde la construcción consciente del mismo se garantiza
que es el Partido el que manda sobre el fusil y, por tanto, que la organización
armada de la revolución forma parte de ese sistema de organizaciones que es el
movimiento proletario revolucionario. Asimismo, esa forma armada de
organización es la base y garantía de que el “Estado” que se construye es el de
la dictadura del proletariado, pues como la Comuna nos enseña este no es sino
la organización armada de las masas explotadas ejecutando su programa político.
Sin duda, son muchos más los elementos que traspasan
el ámbito revolucionario burgués y se adosaron al plan proletario, aunque hemos
querido resaltar la diferencia fundamental entre estos dos procesos históricos:
la burguesía sustituye a una clase explotadora, por lo que el esquema de
asaltar el Estado le sirve y la organización de que se dote para llevar a cabo
sus tareas es un problema táctico y puntual. El proletariado debe destruir
primero la máquina estatal burguesa, lo que implica que debe constituir desde
la base el movimiento de transformación general de la sociedad, cuyos
instrumentos fundamentales son el Partido Comunista, el Ejército Revolucionario
y los organismos de la dictadura del proletariado.
Una de las características generales del movimiento
comunista hoy en día es que la hegemonía revisionista en nuestras filas
desatiende por completo estas enseñanzas históricas. El movimiento se encuentra transitando entre los ideales de la vieja
socialdemocracia, pero más de un siglo después. Las organizaciones
revisionistas entienden que la relación entre Partido Comunista y movimiento
armado ha de ser una formalidad: bien porque consideran que la revolución es
imposible y solo puede ser un agregado de reformas “radicales” de la democracia
burguesa, con lo que bastaría con ganar a parte del aparato policial y militar
del capital para garantizar su proceso; bien porque consideran, haciendo una
traslación ridícula de otros procesos históricos, que surgirán de entre las
fuerzas armadas de la burguesía los elementos que, en el momento decisivo, se
alzarán junto al pueblo; bien porque consideran que la política y lo militar
están disociados, por lo que a lo sumo la organización política solo debe
“aconsejar” o “ayudar” a la militar de tal modo que cualquier expresión de
lucha armada (con independencia del plan político al que se sirva) se concibe
como “revolucionaria”. Todos renuncian
de una u otra forma a la Revolución Socialista, porque niegan la iniciativa del
elemento consciente, niegan que sea en torno al Partido Comunista sobre el que
se haya de crear el movimiento político y militar que derribe las viejas
estructuras sociales para construir el comunismo. Se amarran a lo viejo, al
paradigma revolucionario burgués y a la interpretación que en un momento
histórico concreto realizó el propio proletariado para guiarse teóricamente en
su práctica sindical y de observancia de la lucha de clases en la que intentan
intervenir hoy nuestros revisionistas sin ninguna capacidad real de
transformación.
Juventud Comunista de Almería
Juventud Comunista de Zamora
Junio 2014
Bibliografía consultada
E. Hobsbawm, “La era de las revoluciones 1789-1848”
E. H. Carr, “La revolución rusa. De Lenin a Stalin”
K. Marx, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, “Las
luchas de clases en Francia 1848- 1849”, “La guerra civil en
Francia”
F. Engels, “Revolución y Contrarrevolución en
Alemania”
V.I. Lenin, “El Estado y la Revolución”
I. Stalin, “Cuestiones del leninismo”
Movimiento Anti-Imperialista, “A la conquista del
cielo por asalto: La Comuna de Paris”, “Octubre,
entre lo viejo y lo nuevo”
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