Tras
seis años de aguda crisis económica, el resultado de la política de reformas
está a la vista de todos, tan nítida como cruda es la realidad: Las masas no se
encuentran más cercanas a la revolución, sino defendiendo sus intereses
inmediatos. La práctica cómo criterio de la verdad, debe de servirnos para
comprender una realidad que llevamos tiempo defendiendo: las masas por muy
castigadas que estén no van a revolucionar su consciencia en ausencia de referente
revolucionario, ni la crisis económica por muy dura que sea va a permitir la
reconstitución del Partido Comunista, tarea que debe de dirigir la vanguardia
de manera consciente, y no dejarla sujeta a los vaivenes de los
movimientos espontáneos. El sindicalismo (cómo todo movimiento de
resistencia) no puede generar revolución, al ser elemento reproductor de
la conciencia inmediata, no busca la superación del capitalismo, sino
mantener y mejorar la forma de existencia en el seno del mismo. Hemos de reseñar
sobre dicha lucha espontánea que de ningún modo pretendemos menospreciarla,
puesto que es completamente normal y justo que las masas luchen por su pan. No obstante los que nos
consideramos marxistas, debemos situar dichos movimientos espontáneos en el
lugar que ocupan objetivamente, teniendo presentes que la consciencia
revolucionaria sólo puede introducirse en el movimiento obrero desde fuera
del mismo, tal y como nos demuestra Lenin en el ¿Qué hacer?
Haciendo un breve repaso a los
últimos tiempos, podemos observar cómo se ha ido dando una crisis de
representatividad, fruto del desplazamiento de parte de un importante
sector compuesto por aquellos asalariados más privilegiados, la aristocracia
obrera. Dicho desplazamiento se ha ido dando a todos los niveles, por un lado vía privatizaciones
pero también a nivel político e ideológico, debilitando algunos de los
mecanismos de los que se servían para negociar sus intereses con el resto de la
clase dominante, principalmente la negociación colectiva, pero también
fortaleciendo la opinión pública contra los sindicatos mayoritarios. La
proletarización de una capa nada desdeñable de éste sector es sin duda la base
de la mayoría de movimientos que se vienen sucediendo de un tiempo hacia aquí. Ni
el revisionismo ni el oportunismo (de socialdemócratas a anarcosindicalistas)
han podido siquiera posicionarse cómo dirigentes de las luchas inmediatas
de las masas y mucho menos elevarlas, cuestión que se hizo patente en el primer
y a la vez mayor -tanto en número cómo en profundidad- movimiento social de los
últimos tiempo, el 15-M. Una parte significativa del campo revisionista
planteaba dirigirlas "desde los bordes" al centro de trabajo, es
decir: convertir luchas políticas en luchas económicas, probablemente llevados por
la nostalgia de un sindicalismo "de clase y combativo" que intentan
reconstruir para dar cobertura a la aristocracia obrera radicalizada a
la vez que con ello esperan rellenar el espacio dejado por el desplazamiento
del sindicalismo dominante, pero todo ello llevado con el mayor desprecio,
puesto que no podían permitirse que unos indignados interclasistas
arruinaran campañas electorales. Posteriormente tras el inevitable desgaste de
una lucha espontánea las masas en sus movimientos pasaron a un corporativismo
de tipo gremial, más estrecho, sin quedar ya rastro de esa crítica contra
distintos aparatos estatales y ya si, de la mano de los sindicatos mayoritarios
y con mayor presencia de nuestros revisionistas esta vez bajo la forma
de marchas de colores, cuyos
objetivos eran similares.
Así, sin grandes sobresaltos para el
bloque dominante y tras tres huelgas generales, más parecidas a un teatro, para
limitar la progresiva pérdida de presencia de CCOO y UGT llegamos a la última
intentona de generar movilización, con la marcha de la dignidad, creadas por
todo tipo de formaciones, desde la "izquierda" parlamentaria y
extraparlamentaria hasta el sindicalismo "alternativo", a lo que se
suman organizaciones consecuencia del 15-M como la PAH. Además algunos grupos
más “radicales” que critican las “formas” del 22M, pero coinciden en su
contenido, también aparecen aquí. Lo que nos indica que más allá de nobles
intentos de rebasar los límites del sector
integrado en el régimen, estas marchas no hacen más que encuadrar
a la "ciudadanía" dentro del programa reformista de la aristocracia
obrera .
La solución a la desesperada
situación de millones de personas, no pasa por intentar mejorar la situación
dentro de un sistema que ya nada puede ofrecer de progresista, que de
hecho en su reestructuración se ve obligado a expulsar a parte de aquel sector
acomodado de los obreros y que tan buenos servicios les ha hecho amortiguando
la lucha de clases a base de reproducir la ideología dominante. La solución
sólo puede basarse en la ruptura radical del sistema, implantándose la dictadura
revolucionaria del proletariado encaminada al comunismo, para lo cual es
necesaria la independencia política e ideológica de nuestra clase, desterrando
al basurero de la historia a los cantos de sirena reformistas, que no tienen
nada que ofrecer salvo la perpetua explotación del hombre por el hombre, a
pesar de que lo hagan en el nombre de la revolución.
Sin embargo y pesar de que se dan
las condiciones objetivas para desencadenar la guerra revolucionaria, no
existen las condiciones subjetivas. El “comunismo” existente hoy en día cómo
ideología se reduce a reformismo en su gran mayoría y como movimiento político
a un mar de siglas que intentan infructuosamente ligarse con las grandes masas
y celebrando cada poco tiempo actos de “unidad comunista” que no llevan a
ninguna parte salvo a la posterior desintegración en la mayoría de ocasiones.
Esta desorientación y desintegración de nuestro movimiento viene
determinada por la incapacidad del marxismo actual de dar respuestas, fruto de
su transformación en revisionismo. La prioridad hoy por hoy consiste
precisamente en la aplicación del propio marxismo al marxismo, estudiando,
analizando y contraponiendo las diferentes posiciones en base a la experiencia
revolucionaria inaugurada por la Revolución de Octubre y que colapsó en la
última década del pasado siglo, rescatando todos aquellos elementos válidos y
comprendiendo las limitaciones que sufrió la ideología y que nos llevó hasta el
momento de postramiento actual. Se trata a fin de cuentas de poner la ideología
a la altura de las circunstancias, a un nivel más elevado y desarrollado en
base a la lucha ideológica consciente entre la vanguardia de forma que el
marxismo revolucionario pueda ir hegemonizando a la misma para así poder
iniciar un nuevo ciclo revolucionario con mayor garantía de éxito, al
fusionarse con las grandes masas, no a base de medidas reformistas, sino
superándolas al dar respuesta de manera revolucionaria a la situación de
explotación de nuestra clase.
Revolución Proletaria
Marzo de 2014
Texto preparado para las movilizaciones del 22 M
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