El estado actual
que atraviesa la Educación, se explica a través de una serie de lógicas concretas que dominan y
determinan nuestra sociedad. Llevamos tiempo escuchando como una multitud de reformas educativas van a ser
implantadas en nuestros colegios y universidades, con el fin de prestarnos una
mejor “calidad de la enseñanza” y un conocimiento más “competitivo y progresivo”, que ayude a
la “transformación del actual sistema
productivo”. Ya estemos hablando de la “LOMCE” o de la “Estrategia
Universidad 2015”, la estrategia de quienes gestionan el Estado burgués
es clara, ante la crisis, hay que reestructurar el modo de producción capitalista,
y dicha reestructuración se materializa en los denominados “recortes”. Así podemos ver como esta
nueva reforma educativa integra unos cambios determinados para que el alumno,
generalmente de ascendencia obrera, salga prematuramente al mercado de trabajo
con una baja cualificación, lo que le asegura un futuro laboral aún más precario, que pueda encajar bien en las
nuevas demandas del mercado.
Con este panorama,
podríamos posicionarnos sin más en contra de la mercantilización de la enseñanza pública, o manifestar nuestra
indignación por la privatización de
dicha institución. Sin embargo los trabajadores conscientes tendemos a realizar
nuestros análisis desde la raíz, y la educación no se libra. Para ello tenemos
que retrotraernos y preguntarnos qué es
lo que socialmente sostiene al
sistema educativo.
La educación tiene
la principal característica de tener un interés práctico, que es dotarnos de
los conocimientos necesarios para desarrollar las labores y los trabajos. Por
tanto podemos decir que educación y
trabajo se encuentran íntimamente ligados, aunque parece que algunos acaban
de descubrir “de repente” que el
sistema educacional está mercantilizado.
De este modo la educación que tenemos es, objetivamente,
un producto de las relaciones capitalistas que rigen nuestra sociedad. De esto
que el sistema educativo existente sea un “derecho fundamental y universal”, que alcanza hasta el momento en que el
hijo del obrero puede acceder al mercado de trabajo.
La educación en
España se basa en la “coalición”,
entre colegios públicos y privados,
una alianza política (en tanto que
forma parte del pacto constitucional del que se dotó el capital). Aquí la
apuesta de la derecha es clara, una
enseñanza privada y religiosa, en centros privados vinculados a entramados
políticos empresariales, tales como el Opus Dei. De donde los alumnos, solo los
que puedan permitírselo (los hijos de la clase dominante), podrán terminar con
unas buenas calificaciones a bases de grandes pagos y obtendrán buenas salidas hacia empresas asociadas.
La educación pública, la podremos
definir entonces como un “bien estatal”,
que como hemos señalado, nos ofrece un nivel de instrucción para ganar
competitividad en aras de un mejor futuro
laboral. Aquí lo que viene denominándose izquierda observa el modelo idóneo para la educación de las masas.
El Estado burgués, el cual ellos también gestionan,
ha de estar con sus lógicas sobre nosotros desde la infancia. De modo que la
educación es una inversión en capital
variable, el alumnado como futuro proletariado, se dispone a revalorizarse.
La relación entre
lo público y lo privado, en el marco capitalista, es una relación entre quien
gestiona una parte de la economía y el beneficio que puedan obtener. La
educación, al formar parte de esta economía, se reorganiza con las reformas para que una parte de la clase
dominante obtenga un gran beneficio a expensas de su propio Estado. Siguiendo
el mismo objetivo que la nacionalización de las pérdidas de la banca. Por
ejemplo, podemos ver como en las universidades públicas, el consejo social está compuesto por los
representantes de las grandes empresas estatales, que con la nueva regulación
tendrán todo el poder tanto de gestión como de administración en estas
instituciones, sacando todo el posible beneficio bajo sus mandatos. Cuando la
economía y los capitalistas están mal, el Estado acude a socorrerlos, en
aquellos sectores económicos en que el capital se sostiene “por sí mismo” el
Estado actúa de forma complementaria (como en los centros educativos privados,
que reciben cuantiosas subvenciones estatales).
La clase
capitalista, al ser la clase que detenta el poder tanto económico
como político, es la que monopoliza
el sentido de toda la actividad humana, sus lógicas empapan a todo el
conjunto social y desde luego la educación que nos imponen actúa como correa de
transmisión de su ideología, ese
conjunto de lógicas que representan
unos intereses de clase. La
educación no puede existir en abstracto, alejado del modo de producción, como
un ente libre y puro, mientras que el capitalismo
exista, por tanto quienes gestionan la economía deben intentar mantener y reproducir su orden ideológico y
social. De este modo es como se transfiere toda esta realidad al sistema
académico, y lo podemos apreciar desde la figura del examen (como método
resultadista-mercantil para poder progresar en el sistema) hasta la del
director del centro (la cual, dicho sea de paso, con la reforma de gobierno
tendrá un carácter aún más reaccionario).
La respuesta social que está teniendo esta
situación de miseria que afecta a la educación, se reduce a unos límites
sindicalistas. Se suceden manifestaciones, concentraciones y huelgas que a lo
sumo no luchan más que por intentar recuperar esa “educación pública y de calidad” que supuestamente nos pertenece a
todos como ciudadanos. Actualmente
tenemos el gran ejemplo de los compañeros, profesores y estudiantes, que
iniciaron una huelga indefinida en
Baleares. Si bien esta huelga es una lucha
justa en tanto que intenta oponerse a las reformas que van a empeorar las
condiciones de la clase obrera, también posee unos límites, ya que se
reivindica que no empeore una situación, que de por sí nos mantienen atados al
capital. Estas son las lindes que pueden tener las luchas si se actúan dentro
del marco político sindical. Abogar, sin más, por la educación pública,
significa defender los intereses de clase de quienes nos dominan, representados
fielmente, sin engaños, en el arco de la democracia parlamentaria capitalista.
Por ello, consignas como “Wert dimisión”,
son nocivas para la clase obrera pues desvían la atención al poner todo el peso
del conflicto en una única persona, negando que sea el conjunto del sistema
capitalista el que sienta las condiciones para este nuevo ataque a la clase
obrera, y por tanto permitiendo que los proletarios sigamos bajo el yugo de la
burguesía.
Y este no es el
único ejemplo. También hay quien se empeña en hacernos creer que existe un
“instituto obrero”. Aquí tenemos que señalar que los revolucionarios estamos
por el “instituto obrero” si
lo concebimos como organismos que ha de construir el proletariado
revolucionario en el proceso de reconstitución
del movimiento comunista. Sin embargo el instituto al que se refieren estas
consignas oportunistas, en las que entran desde anarquistas hasta revisionistas
de todo tipo, no es más que aquella institución del Estado que está situado en
los distritos y barrios obreros. A estos oportunistas también se les puede oír
reclamar una “Educación popular”,
como si pudiera darse una educación “para
todos”. No puede existir un movimiento revolucionario, como algunos creen,
que defienda lo público, ya porque en “buenas manos” sirva para el pueblo. Es
decir, que mientras exista el Estado
burgués, gestionado por cualquier parte de esa bóveda parlamentaria, se
sienten en el ala derecha, en el ala izquierda o en el centro, el Estado
seguirá siendo el instrumento que
utiliza el capital para imponer sus intereses de clase.
Los comunistas
enmarcamos al sistema educativo actual bajo las condiciones de la dictadura capitalista.
Señalamos que aquella “educación popular” solo puede constituirse para servir a los explotados si estos
instauran su régimen social, a través de la Dictadura del Proletariado, única y
verdadera garantía de democracia para el pueblo. Si le damos a este tema una
perspectiva histórica veremos que si un amplio sector de la población puede
estar hoy día escolarizado, fue por el resultado, no de la benevolencia y
piedad que haya podido tener la clase capitalista, si no que fue gracias al
movimiento obrero revolucionario, que pudo permitir que la educación llegase a
los pueblos y barrios olvidados, bien entrado el siglo XX. Unas pocas migajas
que la clase dominante se vio forzada a lanzar ante la ofensiva revolucionaria de los trabajadores de todo el Mundo.
Actuar con los
medios que nos permite el sindicalismo no es sino estar luchando por un
conjunto de reformas que apuntalan el sistema económico en su conjunto. Y es
esta línea política, que reproduce los intereses de la burguesía, la que le
niega a la clase obrera su condición
como clase revolucionaria,
sometiéndola a una idealización perenne de sus paupérrimas condiciones de vida.
Para hacer bascular cualquier parcela de la realidad del lado de la Revolución es necesaria la
transformación del conjunto de la sociedad desde sus bases quedando obsoleta la
formula reformista o la forma de ver
la educación por sí sola como un sostén de una nueva sociedad, como nos
sugieren muchos revisionistas.
Unir conscientemente educación y producción, y construir un sistema
productivo antagónico al capital, donde no exista propiedad privada en los
medios de producción siendo eliminada la división social, es la única manera en
la que se permitirá tener la educación y
el trabajo en manos del conjunto de la sociedad, donde se encuentren la
labor educativa y el trabajo asociados sin que medie entre ellos la explotación
del trabajo asalariado. Para ello necesitamos un movimiento que siente sus
bases en la reconstitución de los
medios políticos revolucionarios de lucha de la clase obrera, esto es, el
movimiento comunista. Solo así haremos que el fin de la explotación pueda
configurarse como un movimiento práctico,
como actividad práctica humana que instaure unas bases sociales nuevas para
hacer también una nueva educación. Alzar la hoz y el martillo, es alzar el
futuro de la humanidad, que solo va a poder encontrar su liberación por este
único camino, que pasa por la reconstitución
del Partido Comunista.
Juventud Comunista de Almeria
Juventud Comunista de Zamora
Octubre 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario